Perfil | Angelo Sodano, cuando el diablo lleva sotana
La muerte de Angelo Sodano, figura demoníaca de la Iglesia Católica, puede servir de impulso para la apertura de comisiones de investigación de los abusos sexuales por parte de la Iglesia en España, como ya ocurre en América Latina y Francia
“En aquellos tiempos, el hombre bueno se confundía con el hombre malo”. La cita es del gran escritor Chateaubriand y le sienta como anillo al dedo a Angelo Sodano, cuya muerte el pasado 27 de mayo emociona estos últimos días al Vaticano. Se han publicado grandilocuentes homenajes en la prensa católica italiana y se pronunció una grandiosa homilía (de la que el papa Francisco se mantuvo a prudente distancia).
En otras partes del mundo, esta muerte canónica, a los 94 años, ha despertado un recuerdo completamente distinto. El de los miles de abusos sexuales encubiertos, desde Roma, por Angelo Sodano. Hacía mucho tiempo que se alzaban voces para denunciar al secretario de Estado, que debería haber acabado sus días en prisión tras ser arrastrado ante la justicia de los hombres.
Brazo derecho de Juan Pablo II
El primer ministro de Juan Pablo II fue el hombre más poderoso del Vaticano durante las décadas de 1990 y 2000. Decano de los cardenales, Sodano acumuló funciones como pocos hombres de Iglesia antes que él. Su balance diplomático se considera generalmente positivo en lo que respecta a la crisis yugoslava, la primera Guerra del Golfo, los conflictos de Kosovo y Afganistán, o incluso las numerosas tensiones en Tierra Santa y en América Latina durante su mandato.
Diplomático formidable, Sodano pertenecía a una escuela de pensamiento duro: duro contra el comunismo; duro contra la teología de la liberación, esa corriente católica de izquierda tan presente en América Latina; duro en cuestiones de familia y contra los movimientos feministas o gais. Pero su línea era suave en el tema de los abusos sexuales. Muy flexible. A menudo se ha comparado a Sodano con el cardenal Mazarino, el prelado de Estado italiano que sirvió a la vez al Papa y a los reyes de Francia, y cuyos abusos de poder, número de enemigos y amoríos secretos son legendarios. Para él, la razón de Estado imponía la mentira.
La carrera de Sodano, un italiano piamontés, hombre de complexión fuerte, que contrastaba extrañamente con su naturaleza muy afeminada y su amor por el encaje, es una línea recta. Su padre era diputado de Democracia Cristiana. Él, quizá para escapar a algunos demonios, es ordenado sacerdote a los 23 años. Esconde bien sus cartas y nunca declara su ambición. Es taciturno. Y, de hecho, un Montgolfiera de vanidad. Le gusta deambular por el campo, sobre todo en Latinoamérica, donde ocupa sus primeros puestos y tiene muchos amigos. Le descubre el papa Pablo VI, cuando, de vuelta en Roma, se ocupaba de los países comunistas en la Secretaría de Estado, y lo nombra nuncio en Chile en 1977. Allí permanecerá 10 años, desde marzo de 1978 hasta mayo de 1988.
El íntimo amigo de Pinochet y sus espías homosexuales
Chile es la rampa de lanzamiento de la carrera de Angelo Sodano y su bajada abrupta. Se convierte en un arzobispo maquiavélico para el que el fin siempre justifica los medios. ¿Era de extrema derecha antes de su paso por Santiago de Chile? Todos los testigos lo niegan. Pero en contacto con el dictador Pinochet, que acaba de imponerse tras un sangriento golpe de Estado, aprende tanto de sus ideas como de sus métodos y se convierte en su principal turiferario. Los testigos no dudan en calificar la relación entre Pinochet y Sodano como una “amistad fusional”. Se ha dicho que Pinochet le “retenía” y que sus agentes secretos, que entablaron una relación muy personal con el nuncio, le hicieron “cantar”. Digamos más sencillamente que Angelo Sodano tenía la edad suficiente para cantar solo.
Lo que sigue siendo particularmente enigmático es la inusual cercanía de Sodano con cuatro asesores y agentes de Pinochet, todos homosexuales. No es muy sabido, pero el dictador tenía a su mafia gay, asesores ocultos o militares de paisano de entre los de mayor graduación de la dictadura, que lo informaban minuciosamente. Sodano era el centro de gravedad de esta pequeña red y el amigo de esos cuatro agentes de enlace. Esta red homosexual de Pinochet nunca se ha descrito: sorprendió mucho a los chilenos cuando lo revelé a partir de los testimonios de pinochetistas arrepentidos, archivos chilenos y documentos desclasificados del Departamento de Estado estadounidense a los que tuve acceso.
En la década de 1980, pues, Sodano vive como un príncipe en Santiago de Chile: lleva un gran tren de vida bajo su escolta policial, entre el lujo y la lujuria política. En Chile, el nuncio se acerca a las corrientes de extrema derecha y comienza a luchar contra la izquierda radical católica, en particular contra los teólogos de la liberación, como Gustavo Gutiérrez, Óscar Romero, Leonardo Boff y Frei Betto. Sodano hace la vista gorda cuando la dictadura de Pinochet detiene a los sacerdotes acusados de actividades subversivas; desde Roma, orquestaría más tarde la marginación de todos los obispos de izquierda en España y América Latina.
En Santiago de Chile, Sodano se acerca sobre todo al sacerdote oficial de Pinochet, un tal Fernando Karadima, y a la parroquia de El Bosquet. ¿Está al tanto de las costumbres morales, las agresiones sexuales de las que esta iglesia es escenario? Es imposible que no esté informado, sobre todo porque pasa allí sus ratos libres, en una habitación especial llamada “la sala del nuncio”. Al supervisar eficazmente el viaje de Juan Pablo II a Chile en abril de 1987, Sodano se gana al soberano pontífice sin importar que el abrazo antinatural entre el papa de los derechos humanos y el dictador en la tribuna simbólica del palacio presidencial de La Moneda supusiera un escándalo, Sodano logra su objetivo. Al año siguiente es nombrado ministro de Relaciones Exteriores del Papa en el Vaticano y un año más tarde secretario de Estado, es decir, su primer ministro.
Abusos sexuales y caída de Benedicto XVI
Hoy se realizan en Chile, México, Colombia y decenas de países juicios en los que aparece el nombre de Angelo Sodano. El cardenal habría protegido a los sacerdotes pedófilos más famosos, ya sea Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo en México, Fernando Karadima en Chile, pero también a los cardenales Alfonso López Trujillo en Colombia, a Groër en Austria o McCarrick en Estados Unidos. Los informes en su contra son innumerables. El cardenal Christoph Schönborn exigió su renuncia e incluso Benedicto XVI optó por alejarse de Sodano en 2006, de lo que este se vengó durante varios años con una fea campaña de calumnias contra este papa demasiado débil para gobernar.
Podemos considerar que Sodano es el actor principal en la renuncia de Benedicto XVI que, a su vez, denunció el lobby gay del que habría sido víctima. Más recientemente, en 2019, el papa Francisco apartó prudentemente al cardenal Sodano de cualquier cargo oficial, poniendo como pretexto de su avanzada edad, pero eligiendo, en realidad, retirar a un hombre cuyo pasado era más negro que su sotana.
¿Cómo explicar este vertiginoso ascenso y la vida de esta eminencia “negra” que se convirtió en el protector de la mayoría de los casos de pederastia y abusos sexuales en la Iglesia y hacía mucho tiempo que olía a “chamusquina”? Cuatro elementos permiten un principio de explicación. Primero, la lucha contra el comunismo. En Chile, igual que en Latinoamérica o España, Sodano fue el principal actor de la depuración de la Iglesia contra los comunistas. Los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, Karadima o LópezTrujillo fueron los soldados de Sodano sobre el terreno en esta vasta empresa anticomunista. Su moral o sus abusos contaban poco frente a la gran apuesta política por la que trabajaban incansablemente. Luego está el dinero. Hoy sabemos que Marcial Maciel, pero también Karadima y Pinochet, ayudaron económicamente a Roma a luchar contra el comunismo. Se calcula que varios miles de millones de dólares se transfirieron desde América Latina a la vanguardia disidente de Alemania Oriental o a las arcas que alimentaban la resistencia de Solidaridad en Polonia.
También está la cultura del secreto de la Iglesia. Fuera como fuera, la vida secreta de prelados y cardenales debía ocultarse para proteger el sistema. Por eso Angelo Sodano protegía a los sacerdotes pederastas, no tanto porque apoyara la pedofilia en sí —que no parece ser el caso— sino por razones de Estado. Además, Angelo Sodano siempre fue transparente sobre su principio fundamental, tomado del famoso epígrafe que aparece en las estancias de Rafael en el Vaticano: Dei non hominum est episcopos iudicare (en castellano, juzgar a los obispos corresponde a Dios, no a los hombres). Por eso los casos de abusos sexuales son extremadamente difíciles de comprender y juzgar.
En Chile, México, Estados Unidos, Colombia o Argentina se han abierto o se van a abrir investigaciones, y se han creado comisiones o tribunales especiales. En Francia, la comisión Sauvé, creada oficialmente por la Iglesia, ha publicado un informe de 2.000 páginas en el que se acusa a 3.000 sacerdotes o religiosos de abusar sexualmente de más de 330.000 víctimas. Varios cardenales y obispos franceses han dimitido e innumerables sacerdotes y obispos están en el ojo del huracán. En España se está creando una comisión similar y podría inspirarse en el CIASE francés ya que hay decenas de pequeños Sodano entre los cardenales y obispos españoles de las últimas décadas.
Este pasado oscuro de la Iglesia española, esta historia opaca tan estrechamente ligada al franquismo, como lo estuvo la de Chile a Pinochet, merece ser finalmente revelada. España está sólo al principio de un vía crucis muy largo. La muerte de Angelo Sodano, figura demoníaca de la Iglesia católica, podría ser el artífice y el motor de estas nuevas páginas por escribir, y de estos juicios por iniciar. Y tanto más por cuanto confirma la famosa fórmula de Oscar Wilde, retomada en Castillo de naipes: “Todo en el mundo es sexo; excepto el sexo. El sexo se trata de poder”.
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