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Condenado a siete años y nueve meses de cárcel un cura de Murcia por abusar de un menor

El juez afirma que, aunque la única prueba incriminatoria es el testimonio de la propia víctima, los hechos narrados no ofrecen ninguna duda sobre su veracidad

Virginia Vadillo
José Manuel Lorca Planes
El obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, durante una rueda de prensa en 2020.Edu Botella / Europa Press

La Audiencia Provincial de Murcia ha condenado a siete años y nueve meses de prisión al sacerdote Antonio Lax Zapata por abusar sexualmente de forma continuada de un niño de unos 13 años entre 2014 y 2015, cuando dirigía la parroquia de San Juan Bautista de Yecla. El condenado, también capellán del hospital Virgen del Castillo de la misma localidad, realizó tocamientos, besos y felaciones al menor, aprovechando la estrecha relación que mantenía con su familia. El niño, según recoge la sentencia, a la que ha tenido acceso este diario, contó los hechos a otro cura durante unas jornadas de convivencia y fue la propia diócesis de Cartagena la que denunció los abusos ante la Fiscalía en julio de 2019.

El obispo, José Manuel Lorca Planes, ha publicado un comunicado en el que recuerda que el clérigo está “suspendido del ejercicio del ministerio sacerdotal” desde que llevó el caso ante la justicia y que sigue abierto un proceso canónico contra Lax. El obispado ha manifestado su “total rechazo” y “enérgica repulsa” por los delitos cometidos por el cura y su “cercanía a la víctima y a su familia”, a quienes ha ofrecido su ayuda.

Además de la pena de cárcel, el condenado deberá pagar una indemnización de 25.000 euros al chico por los daños psicológicos causados. Tampoco podrá acercarse a menos de 500 metros del menor ni comunicarse con él durante los cinco años posteriores a la condena, periodo en el que estará en libertad vigilada. El sacerdote también ha sido inhabilitado para el ejercicio de cualquier profesión u oficio que conlleve el contacto regular y directo con menores de edad.

Los abusos, recoge la sentencia, tuvieron lugar en torno a los años 2014 y 2015, cuando el joven, que ahora tiene 20 años, tenía entre 12 y 13 años. El sacerdote condenado conoció al niño cuando ejercía como vice párroco en la iglesia de San Pedro Apóstol, en el municipio de San Pedro del Pinatar, a la que llegó en 2006, y entabló una relación “prácticamente familiar” con la familia del afectado “hasta el punto de tener las llaves del domicilio donde residía el menor, siendo habitual que pernoctara con frecuencia en dicho domicilio”. En 2013, el cura fue trasladado a la parroquia de San Juan Bautista de Yecla, pero su relación con la familia continuó, y era frecuente que el chico lo visitara y pernoctara en su casa en esa localidad.

El presbítero, original del pueblo murciano de Monteagudo, estudió en un seminario de Medellín (Colombia) y fue párroco, hasta 2006, en la iglesia de la Santísima Trinidad en la localidad colombiana de Turbo (Antioquia), según una información del diario colombiano El Tiempo en 2003. En dicha publicación se especificaba que el ahora acusado fue extorsionado por dos hombres. Lax regresó en 2006 a Murcia, donde desempeñó el cargo de vicario parroquial de las iglesias de San Pedro Apóstol (San Pedro del Pinatar) y Nuestra Señora del Rosario de (El Mirador). Fue cesado en 2013 y pasó a ser párroco en San Juan Bautista y en el hospital Virgen del Castillo en Yecla.

Una declaración “persistente” y “sin contradicciones”

Los abusos, que la sentencia considera probados, comenzaron en el domicilio del menor y, en un primer momento, consistieron en besos en la boca y abrazos, aprovechando momentos en que estaban solos. Más adelante, el sacerdote presionaba al menor para que durmiese en la misma cama que él, para que le enseñara el pene, y para acariciar y tocar sus partes íntimas. En diversas ocasiones, además, el cura le enseñaba los genitales al chico, al que llegó a practicar al menos dos felaciones.

El juez advierte de que todos los hechos los llevó a cabo Lax haciendo uso “del gran nivel de ascendencia y superioridad que había adquirido [sobre el adolescente], dada su condición de sacerdote y la estrecha relación casi familiar”. “Para mantener en el tiempo su ascendencia sobre el menor, el acusado le hacía continuos regalos: una bicicleta, dos cámaras de fotos, hasta cuatro teléfonos móviles, mucha ropa, un escritorio, material escolar, invitándole a comer y cenar en multitud de ocasiones, casi siempre solos”, señala la sentencia.

El juez explica además que, aunque la única prueba incriminatoria es el testimonio de la propia víctima, los hechos narrados no ofrecen ninguna duda sobre su veracidad. Aunque el chico no contó los abusos hasta “tres o cuatro años después” de que esa situación hubiera acabado, su declaración fue “persistente” y “sin contradicciones”, al tiempo que su testimonio estuvo “lleno de detalles y matices, prestado con total continuidad y sin dudas relevantes, todo lo cual, ofrece al Tribunal total verosimilitud”.

El testimonio de la víctima, añade la sentencia, se apoya en apreciaciones de los testigos que participaron en el juicio. Uno de ellos aseguró que el cura era una persona “cariñosa y efusiva” en general, pero más aún con los niños y especialmente con la víctima. El hermano del afectado corroboró también ese trato de favor hacia el niño, los numerosos regalos que le hacía, así como que el sacerdote dormía en la misma habitación que su hermano, mientras que él lo hacía en un cuarto diferente. Los padres del chico también reconocieron que, una vez que su hijo les contó lo ocurrido, recordaron situaciones que les parecieron “anormales”, como una ocasión en la que la madre encontró al acusado en la habitación del menor con la excusa de que había ido a despertarlo.

Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es.

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Sobre la firma

Virginia Vadillo
Es la corresponsal de EL PAÍS en la Región de Murcia, donde escribe sobre la actualidad política, social y medioambiental desde 2017. También trabaja con la Agencia EFE en esa comunidad autónoma. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo de Agencias por la Universidad Rey Juan Carlos.

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