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La justicia condena al salesiano pederasta de Vigo a 32 años de cárcel y a pagar 76.000 euros de indemnización

El Tribunal Superior gallego ratifica la condena y desestima las teorías del religioso, que afirma que los abusos los pudo haber cometido otra persona y que las víctimas magnificaron las agresiones

Julio Núñez
Sacerdote Vigo
El sacerdote del colegio Salesianos de Vigo Segundo C.V. (c), durante un juicio en la Audiencia Provincial de Pontevedra el pasado julio.EFE/Diario de Pontevedra

El máximo poder judicial gallego, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, ha echado por tierra las apelaciones del sacerdote y profesor de religión del colegio salesiano de Vigo Segundo C. V. y ha ratificado la condena de 32 años de cárcel por abusar sexualmente de seis alumnos en 2019 durante los campamentos y actividades extraescolares que él organizaba. El religioso ya fue condenado a dicha pena el pasado agosto por la Audiencia Provincial de Pontevedra, pero su defensa la recurrió alegando que “los tocamientos” que denunciaban las víctimas los “pudo practicar otra persona”, que el relato de los estudiantes era “una posible magnificación de los hechos” y que era sospechoso que los supuestos delitos “no se denunciasen de inmediato” y los afectados acudieran a la justicia pasado un tiempo. Ocho meses después, los magistrados han dictaminado en una sentencia publicada este martes que los testimonios de los agredidos, además de estar corroborados por pruebas periciales psicológicas, son totalmente creíbles. Y que, por otro lado, la defensa del acusado “pretende establecer sombras de duda en cuanto a las testificales de las víctimas” y que sus apelaciones están “absolutamente fuera de los parámetros probatorios”.

En total, siete delitos de abusos sexuales, tres de ellos continuados, contra seis chicos, por los que, además de ir a prisión, la justicia le ha condenado como responsable directo y a la orden salesiana como responsable civil subsidiario a pagar una indemnización de 76.000 euros. También a 36 años de libertad vigilada, a mantenerse alejado de sus víctimas entre cuatro y nueve años y a estar inhabilitado durante 31 años “para el ejercicio de cargo, profesión u oficio que requiera contacto con menores”.

En referencia a las hipótesis de la apelación, los magistrados destacan en la sentencia que los abusos a menores “no siempre son denunciados de modo inmediato” y que la demora en hacerlo “obedece a muchas circunstancias, entre las que se podrían citar: el sentido de culpa, el miedo a ser tratados como mentirosos o la sensación de impunidad, teniendo en cuenta la personalidad de quien realiza los abusos y su posición de dominio en el entorno escolar”. Del mismo modo, el tribunal gallego descarta la teoría de que los menores ganasen algo denunciando al religioso, sino que, en realidad, al hacerlo, “sufrieron las insidias y menosprecios de otros compañeros que los llamaron mentirosos”. Circunstancia que, según señalan los psicólogos forenses que los examinaron, les ha provocado daños psicológicos “compatibles con los hechos” enjuiciados.

“No era solo un profesor, era su amigo, su referente”

Los abusos se remontan a 2019, durante dos acampadas que el colegio Salesianos María Auxiliadora de Vigo organizó ese año al Camino de Santiago (23 de abril) y a Cambados (22 y 23 de julio). En ellas, el condenado aprovechaba que los alumnos estaban dormidos para tocarles repetidamente sus torsos y partes íntimas, tanto por fuera como por dentro del pijama. Los niños intentaron zafarse sin éxito de dichas agresiones. “En una de esas ocasiones, el menor, para evitar que Segundo C. V. siguiera tocándole, se puso la almohada entre las piernas y el acusado, cuando volvió a entrar en la habitación, se la quitó para poder manosearle”, añaden los jueces sobre uno de los episodios descritos en el documento judicial. Tras los tocamientos las víctimas quedaron conmocionadas, ya que consideraban al abusador un amigo y una persona de confianza.

“Como consecuencia de estos hechos, uno de los menores sufrió de Trastorno adaptativo de grado menos grave (en una escala de leve, menos grave y grave), sufriendo problemas de sueño, síntomas de intrusión, evitación y aumento de la activación; pensamientos recurrentes, recuerdos angustiosos, sentimientos de culpa, vergüenza y desconfianza, resultando conveniente el apoyo psicológico”, aparece en la sentencia. Otro de los delitos que pesan sobre el religioso tuvo lugar el 1 de junio de 2019, durante la proyección el partido de la final de la Champions League que una asociación juvenil vinculada al centro organizó en sus instalaciones. El menor se sentó en un sofá junto al sacerdote, que aprovechó la ocasión para tocarle repetidamente el pene “con la finalidad de satisfacer su deseo sexual”.

Los jueces insisten, como agravante, la superioridad que el condenado tenía sobre los chavales. No solo por ser su maestro de religión, monitor o director de actividades extraescolares, sino porque los afectados lo consideraban como un “segundo padre” que nunca les haría daño. “No era solo un profesor, era su amigo, su referente”, indican los magistrados. Unos crímenes que han provocado en todos los menores, según recoge la sentencia, trastornos de conducta o de estrés postraumático: “Las víctimas han padecido problemas de sueño, pesadillas recurrentes, bajo rendimiento escolar, síntomas depresivos, de irritabilidad, comportamiento desconfiado y otras secuelas”.

Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es



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