El aumento de casos de covid dispara la alarma en Pekín
La capital ha ordenado pruebas masivas a su población, mientras numerosos residentes se han lanzado a hacer acopio de alimentos ante el temor a un confinamiento total o parcial similar al de Shanghái
Cuando comenzaba la primera ola de la pandemia en Europa y sus ciudadanos empezaban largos confinamientos, Pekín encarnaba para algunos el futuro, ya sin apenas casos de covid ni restricciones a los movimientos. Desde este lunes, la capital política china ha vivido escenas de aquel pasado que Occidente espera haber dejado atrás. Ante un repunte de las infecciones en su territorio, han regresado las pruebas masivas de coronavirus para 20 de sus 22 millones de habitantes, se han cerrado urbanizaciones y numerosos residentes se lanzaron a los supermercados a abastecerse de alimentos y productos básicos por temor a un cierre similar al que vive la capital económica, Shanghái, desde hace cerca de un mes.
Pekín se despertó el lunes con el corazón en un puño. Desde el viernes, según las cifras oficiales, se han detectado 80 casos repartidos por la mitad de los distritos de la capital, 33 de ellos anunciados este martes. Es una cifra muy pequeña en una ciudad de su envergadura, pero que en una China decidida a mantener su política de cero covid representa un número considerable: en marzo, solo 60 contagios fueron suficientes para que las autoridades locales de Shenzhen, el corazón tecnológico del país, confinaran a sus 13 millones de residentes durante una semana.
Gran parte de los casos en la capital china se ha detectado en el distrito de Chaoyang, el mayor de la ciudad y que acoge tanto numerosas embajadas y modernos barrios de oficinas como aldeas de trabajadores migrantes absorbidas por la expansión urbana. La junta del distrito fue la primera que ordenó tres pruebas a lo largo de esta semana a cada uno de sus 3,5 millones de residentes y quienes trabajen en su demarcación. Varios edificios y complejos residenciales han quedado confinados. El lunes por la noche, en una rueda de prensa a última hora del día, el Ayuntamiento de Pekín anunciaba que las pruebas se extendían a todo el núcleo urbano de la ciudad, con la única excepción de cinco distritos del extrarradio. Es la primera vez desde el comienzo de la pandemia que la capital lleva a cabo una prueba masiva de la casi totalidad de su población.
El nerviosismo es patente. Las autoridades municipales habían subrayado desde el domingo que se han adquirido reservas extra de alimentos y los suministros están garantizados. Un mensaje que repetían incesantemente los medios locales. Pero desde primeras horas de la mañana, numerosos ciudadanos saturaban los supermercados para abastecerse de productos de primera necesidad —huevos, verduras, fideos, carne—, en unas escenas que no habían llegado a verse en la capital ni siquiera en las semanas más oscuras de la primera ola de la pandemia.
No había pánico, pero sí preocupación. “Espero que no pase nada, pero viendo lo que ha pasado en Shanghái, mejor estar prevenidos”, declaraba una mujer que se identificaba como Xu y llenaba a rebosar de naranjas, manzanas y uvas su carrito de la compra en la cola de un supermercado familiar en Chaoyang. A mediodía, el establecimiento contaba con abundantes productos frescos a la venta, pero había agotado sus existencias de aceite y harina. En otros comercios se acumulaban las colas para entrar, o los productos se agotaban al poco de reponerse. Algunas de las principales cadenas de supermercados aseguraron que habían doblado sus inventarios, y plataformas de comercio electrónico especializadas en alimentación anunciaban el refuerzo de sus servicios de reparto ante la subida de la demanda.
Los pedidos electrónicos de otros productos también se disparaban, tras una avalancha de compras en la noche del domingo, después de que se informara de la subida en el número de casos, que hizo que algunas plataformas se quedaran momentáneamente sin capacidad. Frigoríficos y congeladores se vendían como rosquillas: un vendedor por internet informó al periódico Beijing Evening News que la noche del domingo al lunes recibió tantos pedidos como en un mes normal, cerca de 300. En el distrito de Chaoyang, las colas eran kilométricas en los puntos de toma de muestras para las pruebas PCR.
Las autoridades municipales han pedido al público que no participe en reuniones de grupo ni abandone la ciudad durante las próximas festividades por el Día del Trabajo, salvo por razones de extrema necesidad. Este lunes, quedaban cancelados cerca del 40% de los vuelos previstos desde el aeropuerto de Pekín, informa la agencia AFP. Se han suspendido las visitas de grupos turísticos a la capital, y quienes se desplacen a la ciudad deberán hacerse una prueba PCR en las 48 horas siguientes a su llegada. Exposiciones, banquetes de boda, congresos, eventos deportivos y clases presenciales extracurriculares también han quedado cancelados. Se recomienda encarecidamente el teletrabajo.
Pekín quiere evitar a toda costa repetir la experiencia de Shanghái, cuyo drástico confinamiento —en algunos casos, hasta de seis semanas— ha generado numerosas quejas y críticas entre los 26 millones de residentes del núcleo financiero de la segunda economía del mundo. El cierre de toda la ciudad, la más poblada de China, creó graves problemas de abastecimiento a los hogares a medida que se prolongaba un cierre que estaba previsto que solo durase cuatro días. Los afectados también se quejan de las malas condiciones de los centros de cuarentena temporales donde se instala obligatoriamente a los casos asintomáticos, y abundan las denuncias de problemas para acceder a medicinas o tratamiento entre quienes padecen otras enfermedades crónicas o graves.
Sin un final de su confinamiento aún a la vista, Shanghái informó este martes del fallecimiento de 52 personas por coronavirus el lunes, la jornada más mortífera desde que comenzó la nueva ola de covid, la peor en China desde la primera. Desde que comenzaron a detectarse infecciones en este nuevo brote, la megalópolis ha registrado cerca de medio millón de casos entre sus residentes.
En toda China aproximadamente 340 millones de personas, o casi una cuarta parte de la población total del país, se encuentran bajo algún tipo de confinamiento, total o parcial, según los cálculos del banco japonés Nomura. La política de covid cero impuesta por el régimen requiere un cierre de fronteras casi hermético, limitación de movimientos a los residentes dentro del país, pruebas masivas de coronavirus y cuarentenas centralizadas.
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