Los casos leves y asintomáticos de covid no tendrán que aislarse desde el lunes
Sanidad y las comunidades autónomas acuerdan dejar de hacer un conteo exhaustivo de cada infección para centrarse en personas vulnerables y centros sociosanitarios
La pandemia de covid entrará en una nueva fase en España el próximo lunes. El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas han acordado este martes en la Comisión de Salud Pública que en esa fecha dejarán de ser obligatorias las pruebas diagnósticas a todos los casos sospechosos de coronavirus, que se indicarán solo en casos graves, en personas vulnerables (mayores de 60 años, inmunodeprimidos y embarazadas) y en ámbitos vulnerables (sanitarios y sociosanitarios). En ciudadanos sanos y menores de esa edad, ya no se recomendarán para casos leves y asintomáticos, por lo que tampoco habrán de aislarse, según ha anunciado Sanidad en un comunicado.
El Gobierno da así por finalizada la “fase aguda de la pandemia”. Después de una progresiva relajación de medidas en los últimos meses, este será el paso que más claramente refleja que se ha asumido la covid como una enfermedad más. Aunque técnicamente mantiene su estatus de “declaración obligatoria”, como sucede con el sida y la tuberculosis, realmente solo tendrán que notificarse los casos graves, y su tratamiento se parecerá más al que se le da a una gripe. Este enfoque se aplicará mientras los indicadores asistenciales se encuentren en nivel de “riesgo bajo”: menos de un 5% de pacientes de covid en los hospitales y menos de un 10% en las UCI.
A las personas que tengan síntomas leves se les recomendará seguir medidas preventivas como la utilización de mascarilla en todos los ámbitos y evitar el contacto con personas vulnerables. El ministerio asegura que las modificaciones se han comunicado y valorado conjuntamente con el Centro Europeo de Control de Enfermedades. “Se han establecido los mecanismos para garantizar la coordinación con la vigilancia a nivel europeo y la correcta inclusión de la información generada en España en los informes y documentos de seguimiento de la pandemia en la UE”, reza el comunicado.
La nueva estrategia seguirá en vigor mientras no se produzca un cambio significativo en la tendencia que indique una circulación no controlada del SARS-CoV-2 o bien un cambio en la situación epidemiológica que requiera “restablecer medidas de vigilancia y control” a propuesta de la Ponencia de Alertas y Planes de Preparación y Respuesta.
El punto crítico es el de la eliminación de los aislamientos. Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología, no le da tanta importancia al mero hecho de contar o no los casos, ya que pueden deducirse con bastante precisión a través de métodos indirectos, como los que han acordado el ministerio y las comunidades. “La clave —dice— es para qué lo hagamos. Si una estrategia de control de covid consiste en hacer aislamiento de casos positivos y cuarentenas de personas que son contacto, tiene mucha intención hacer una búsqueda exhaustiva de casos, intentando llegar al máximo número de ellos”.
Cuando se eliminaron las cuarentenas para vacunados en Navidad y para el resto de la población a principios de marzo, “estaba claro que la estrategia empezaba a no ir por ahí”, en palabras de Gullón. “En la sexta ola se vio que no éramos capaces de llegar a un número de casos muy amplio”, recuerda. Ahora se avanza más, para eliminar los aislamientos de personas leves. “Eso tiene riesgos en cuanto a la transmisión. Pero, por otro lado, facilita un control a medio y largo plazo sin consumir tantos recursos humanos y económicos. Es un equilibrio complicado”, concluye.
Esta nueva fase será un alivio sobre todo para una castigada Atención Primaria. En la sexta ola vivió una saturación como nunca antes habían visto muchos médicos consultados por este periódico. Y dos años de pandemia la siguen lastrando, con semanas de espera para el médico de familia en muchos centros de salud que antes de la covid eran sumamente infrecuentes.
Una red de vigilancia centinela en el horizonte
El nuevo sistema que ha aprobado la Comisión de Salud Pública, en cualquier caso, será provisional. Estará en vigor alrededor de un año, el tiempo que Sanidad y las comunidades han acordado para pasar al definitivo: una red de vigilancia centinela que funcionará igual que la de la gripe. En ella, una selección de médicos de primaria con pacientes estadísticamente representativos de la población española son los únicos que reportan los diagnósticos. Esos datos se extrapolan y se calcula cuántas infecciones hay realmente. Y lo mismo sucede en los hospitales para hacer la estimación de los casos graves.
Hasta el final del primer trimestre de 2023, las comunidades tienen que adaptar sus sistemas centinelas, en marcha desde hace años, para incorporar también la covid y el virus respiratorio sincitial. En este tiempo se pondrá en marcha, además, un cambio más profundo para constituir una Red Estatal de Vigilancia en Salud Pública que permita que los datos de todas las comunidades sean interoperables para todas las enfermedades. Se podrá conocer de forma ágil la evolución de todo tipo de dolencias, algo que ahora solo se armoniza cada año (con 12 meses de retraso) en los anuarios que publica el ministerio.
José Martínez Olmos, de la Escuela Andaluza de Salud Pública, cree que esta transición es razonable, si bien advierte de que este paso no debe llevar a pensar que “la pandemia ha acabado”. “Hay que seguir monitorizando las eventuales nuevas variantes y no descartar tener que dar pasos atrás”. En su opinión, no debería de abandonarse el sistema actual de conteo exhaustivo de casos, por lo menos, hasta después de Semana Santa, y siempre que no haya un salto brusco de contagios. “En cuanto a las mascarillas en interiores [el siguiente paso que tiene en su agenda el Ministerio de Sanidad, aunque todavía sin fecha], yo considero que hasta no llevar a 50 casos por 100.000 durante cuatro o seis semanas sostenidas no debiera cambiarse. Y en aglomeraciones seguir insistiendo en las medidas no farmacológicas”.
Estamos todavía lejos de esas cotas.
Estancamiento de los contagios
La transmisión del coronavirus parece estancada en España. El pasado 10 de marzo la incidencia acumulada a dos semanas registró su marca más baja desde el estallido de la sexta ola: 429,7 casos por 100.000 habitantes. En los siguientes 10 días la cifra comenzó a repuntar suavemente para bajar de nuevo este martes, que ha marcado 436,5. Son 10 puntos menos que el viernes anterior. El contexto europeo, por contra, es de subida. Crece la incidencia en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Irlanda, Dinamarca y Grecia, según datos del repositorio Our World in Data, de la Universidad de Oxford.
El Ministerio de Sanidad resta importancia a estas subidas y bajadas. Fuentes del departamento asumen que hay que “cambiar de pantalla” y que, gracias a las vacunas y a su menor virulencia, el virus ya no va a causar los problemas asistenciales que se vivieron durante las primeras olas. La propia ministra, Carolina Darias, ha repetido en sus últimas intervenciones que lo importante ahora es fijarse en esos indicadores hospitalarios y no tanto en la transmisión, que por algo se va a dejar de medir.
En ellos, el descenso continuado de camas ocupadas por pacientes con covid que se viene produciendo desde la última semana de enero también se ha frenado, aunque se mantienen con creces en lo que Sanidad considera “riesgo bajo”. Este martes había en planta 4.686 ingresados con coronavirus, lo que supone un 3,78% de la capacidad, apenas una décima más que el viernes. En las unidades de cuidados intensivos eran 552, un 6,% de las camas, medio punto menos que la semana pasada. Ambos valores se acercan a lo que el semáforo covid considera “circulación controlada” (antes “nueva normalidad”): un 2% y un 5% respectivamente.
Cataluña es, con mucha diferencia, la comunidad con más pacientes ingresados con covid: 1.104, prácticamente el doble que Madrid y Andalucía y el triple que la Comunidad Valenciana.
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