La jueza archiva la causa por el asesinato de Anna y Olivia hasta que aparezca su padre
El Juzgado de Violencia de la Mujer que llevaba el caso sostiene que Tomás Gimeno fue “con total seguridad” el autor del asesinato y descarta la intervención de terceras personas
Fin de la causa que instruye el asesinato de las pequeñas Anna (un año en el momento de su desaparición, el 27 de abril de 2021) y su hermana Olivia, de seis, presuntamente asesinadas por su padre, Tomás Gimeno (35 años). El Juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 2 de Santa Cruz de Tenerife ha hecho público este martes un auto de sobreseimiento provisional del caso hasta que no se localice a su presunto asesino, su padre. O, al menos, su cadáver. El auto, firmado por la magistrada María de los Ángeles Zabala, apunta que Gimeno fue “con total seguridad” el autor del asesinato y se descarta la intervención de “terceras personas”.
El documento legal repasa por completo la secuencia de hechos desde aquel día de abril en que desaparecieron las dos niñas y su padre. Incluye el atestado de la Guardia Civil, el cuerpo de seguridad encargado de la investigación, que concluye que Gimeno está “en paradero desconocido o desaparecido en el mar”, por lo que procede dar por archivado el caso hasta que sea localizado, dado que es el único imputado por la muerte de sus hijas. La jueza, en todo caso, tampoco descarta que el padre de las niñas haya fallecido también. “El cadáver de Tomás —sostiene el auto— tampoco ha sido localizado”, por lo que debió de haber estado “muy próximo a donde se recuperaron las botellas de aire [que encontraron los equipos de búsqueda el 8 de junio], pero su cuerpo debió de haberse afectado por las corrientes y mareas, lo que podría derivarlo a cualquier otra posición”.
Los hechos que sucedieron aquel 27 de abril han dado la vuelta al mundo, y el auto de la magistrada los detalla una vez más en 10 folios. Gimeno y su expareja, Beatriz Zimmermann, habían mantenido una relación “similar a la marital”, fruto de la cual nacieron Anna y Olivia. Tras la ruptura, Zimmermann conservó la custodia de hecho. Cuando Gimeno comenzó a desarrollar la trama que urdió para hacer desaparecer a sus hijas, ambos llevaban separados aproximadamente un año. Desde entonces, el padre de las niñas había mantenido “de forma constante” hacia su expareja “un trato vejatorio y denigrante, dirigiéndole a diario comentarios descalificativos, ofensivos y ultrajantes, en particular enfocados a menospreciarla por haber rehecho su vida con una nueva pareja”.
El día antes del asesinato, Gimeno aparcó en la finca familiar de Guaza (municipio de Arona, en el sur de la isla) su coche, un Alfa Romeo Giulia. Ya al día siguiente, el presunto asesino retiró de dos cuentas bancarias diferentes, de Cajamar y Caja Siete, un total de 2.700 euros. También trató de activar una línea de crédito en el banco online Wizink para poder retirar fondos con una tarjeta. No le fue posible al no poder aportar el código postal.
Ese día, había acordado con la madre pasar la tarde con las niñas, entre las 17.00 y las 21.00. Así, acudió en su Audi A3 blanco a una escuela infantil situada en Radazul alto (municipio de El Rosario, en el este de la isla, a unos 12 kilómetros de la capital, Santa Cruz), donde su hija mayor recibía clases de apoyo y donde reside la propia Zimmermann. En este centro, Die Villa, trabaja la pareja que Gimeno tenía por aquel entonces. A ella le hizo entrega de un estuche con cinta de embalar. Le pidió que no lo abriera hasta las 23.00.
Cabe resaltar que en esa época estaba vigente el toque de queda a las 23.00 en la isla, lo que hace presuponer que pretendía evitar de esta manera que su pareja fuese a buscarlo. Su novia, sin embargo, decidió abrirlo a las 17.20. En su interior encontró 6.200 euros en billetes y una carta de despedida sin ninguna referencia a las niñas y con expresiones como: “Recuérdame por lo que era y no por lo que hice, porfi”.
Tras salir del centro escolar de Radazul, Gimeno se dirigió al domicilio de sus padres en Santa Cruz de Tenerife. Allí dejó a Anna y, posteriormente, llevó a su hija mayor a clases de tenis. Después, se encaminó a la Marina de Santa Cruz, para hacer pruebas de arranque en su embarcación de recreo Esquilón. Tras recoger a su hija del curso de tenis, volvió a casa de sus padres de visita y se despidió del padre de manera “inusual”, que a posteriori le sonó a despedida.
Desde allí partió en su coche y circuló a gran velocidad hasta llegar a su domicilio, un trayecto de 14 kilómetros que cubrió en solo seis minutos a una velocidad no inferior a 140 kilómetros por hora. Una vez allí, una vecina de la casa de Igueste de Candelaria confirmó que entre las 19.00 y las 19.30 se oyeron voces de una de las niñas llamando a su padre.
Asesinato de las niñas
Tomás Gimeno abandonó la vivienda en torno a las 21.00. En ese momento, presuntamente ya había asesinado a sus dos hijas. Las envolvió en toallas, las introdujo en bolsas de basura y a su vez en maletas de deporte y las depositó en su coche. Después, retiró posibles indicios del asesinato como la funda nórdica de su cama y partió hacia Santa Cruz de Tenerife con los cadáveres de las niñas en su coche. Paró unos minutos en la casa de sus padres, donde dejó a escondidas su perro, dos juegos de llaves del Alfa Romeo y dos tarjetas de crédito con sus claves, y volvió a la casa de Igueste de Candelaria.
Una vez en su domicilio, cogió unos cuadros que, según contó a su expareja, su padre le había reclamado y llamó a Zimmermann diciéndole que iban a comer algo y que se las llevaría a su casa en Radazul.
A las 21.00, la hora en que se había comprometido a devolver a las niñas, Gimeno condujo de vuelta a la Marina de Santa Cruz y cargó cuatro bultos en su embarcación, entre los que se encontraban las bolsas de deporte con sus hijas dentro.
Se deshace de los cadáveres
Según lo que recogen las cámaras de seguridad del puerto, uno de los bultos coincide con la bolsa de deporte marca Power Padel de color rojo localizada por el buque Ángeles Alvariño, que buscó a las niñas durante semanas, y otro con el Maxi Cosi encontrado en el mar a la deriva. Otro bulto, se explica en el auto, era muy similar a la bolsa de pádel marca Kaitt localizada por el Ángeles Alvariño y un cuarto era una bolsa de plástico convencional.
En torno a las 21.40 zarpó la embarcación y realizó dos paradas mientras se comunicó con la madre de las niñas diciéndole que no le iba a ver más, ni tampoco a Anna y Olivia. Reiteró este mensaje incluso cuando se puso al teléfono un agente de la Guardia Civil. En torno a las 22.30, y en una zona muy profunda, arrojó las bolsas de deporte con los cuerpos de sus hijas amarradas a un ancla por medio de una cadena y un cabo.
Posteriormente, volvió a llamar a Zimermann y le comunicó que no podía permitir que las niñas crecieran sin su padre. Ahí se perdió el rastro del móvil porque se quedó sin batería.
De regreso al puerto, el Esquilón se cruzó con una embarcación de la Guardia Civil. Los agentes le propusieron una sanción, dado que en ese momento se había saltado el toque de queda. En su conversación, Gimeno les manifestó su intención de pasar la noche en el barco. Le pidió un cargador al vigilante de la marina, pero este era incompatible con su modelo, por lo que optó por encaminarse a una gasolinera cercana a adquirir uno.
Poco antes de las 00.30, Gimeno zarpó por última vez. En su trayecto telefoneó varias veces a la madre de las niñas, a quien comunicó que ellas estarían bien con él porque tenía “mucho dinero para vivir” y que se iría “lejos” y no las volvería a ver. También mandó mensajes de despedida a algunos amigos. A uno de ellos, incluso, le ofreció sus bienes materiales, como el barco, un quad y su moto. Llamó a su padre y le dijo que lo “sentía por él”, pero que “por fin” estaría “bien” y como quería. Su último mensaje data de las 2.27.
El cuerpo de Olivia no apareció hasta el 10 de junio siguiente, cuando el buque oceanográfico Ángeles Alvariño localizó las dos bolsas de deporte, una rota y vacía y la otra con el cadáver de la niña. El de Anna nunca fue localizado, pero se cree que estaba dentro de la bolsa roja y negra, cuya cremallera se rompió, con lo que el cuerpo salió y quedó a merced de las mareas. La autopsia posterior, hecha pública ya en enero, reveló que la pequeña Olivia falleció de “muerte violenta” el mismo día de su desaparición. Este examen reveló, a su vez, que la causa fundamental de su muerte fue “compatible con una asfixia mecánica por sofocación”, que provocó el consiguiente edema agudo de pulmón.
La justicia levantó el secreto del sumario el 12 de junio y emitió un auto en el que relataba las conclusiones de las pesquisas. Ese día se produjeron numerosas manifestaciones de repulsa por el asesinato de las niñas y en protesta por la violencia machista. El 30 de junio, el buque oceanográfico desistió de seguir buscando los cuerpos de Olivia y de su padre, su presunto asesino.
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