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África empieza a dejar atrás la ómicron

Los sistemas de salud están sufriendo una presión menor que con variantes precedentes de la covid-19, como la delta

José Naranjo
Un profesor y sus alumnos con mascarilla en la escuela Merlan de Abiyán, en Costa de Marfil, el pasado 11 de enero.
Un profesor y sus alumnos con mascarilla en la escuela Merlan de Abiyán, en Costa de Marfil, el pasado 11 de enero.LUC GNAGO (REUTERS)

Tras un fuerte ascenso desde mediados de noviembre, la ola de contagios de covid-19 provocada por la variante ómicron muestra signos de haber superado su pico en África, que se alcanzó el pasado 10 de enero con 46.000 casos en un día, y mantiene una tendencia a la baja en la última semana. Si bien estas cifras hay que leerlas con precaución dada la escasa capacidad diagnóstica y que en dos regiones del continente, África occidental y el Magreb, lo peor no ha pasado, lo cierto es que los sistemas de salud están sufriendo una presión menor que con variantes precedentes como la delta. La inmunidad adquirida por la amplia circulación del virus en olas anteriores y por el aumento de la vacunación, aún discreto pero constante, están entre las posibles causas de este menor impacto.

El descenso en casos lo lidera, sin duda, Sudáfrica, donde se identificó la ómicron por primera vez en noviembre y la nación con mayor capacidad de hacer test de toda la región. Este país pasó de menos de 300 casos diarios en noviembre a un pico de 23.437 el 17 de diciembre, el peor registro desde que comenzó la pandemia, según Our world in data; a partir de ese día, la curva ha ido cayendo hasta llegar a los 6.036 contagios registrados el pasado 13 de enero. Sudáfrica marca el paso al continente, que pasó de 46.050 casos el 10 de enero a 38.268 el pasado viernes. “Los primeros indicios sugieren que la cuarta ola de África ha sido pronunciada y breve, pero no menos desestabilizadora”, aseguraba esta semana la doctora Matshidiso Moeti, directora regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Al igual que por el resto del mundo, ómicron se ha extendido por África a gran velocidad. Dos meses después de su descubrimiento hay casos en 39 de 54 países del continente y es dominante no solo en Sudáfrica sino también en otras naciones como Nigeria. Su proporción respecto a la delta aumenta en Senegal, Ghana, Marruecos o Túnez. Aunque su letalidad es menor que en variantes anteriores, países como Sudáfrica, Esuatini o Botsuana superan los dos muertos por millón de habitantes y Namibia casi llega a los seis, todos ellos en el epicentro de la ómicron en África austral. Eso sí, la mayor parte de los fallecidos eran personas de alto riesgo, aseguró este jueves en rueda de prensa el doctor Abdou Salam Gueye, director de Preparación y Respuesta ante Emergencias de la OMS en África.

Además de su escasa capacidad para hacer test, únicamente Sudáfrica, Gabón, Túnez y Ruanda superan la tasa de una PCR diaria por mil habitantes, el punto débil de la gestión africana de la covid-19 sigue siendo la vacunación. En las últimas semanas, se ha logrado superar la barrera del 10% de la población con la pauta completa de vacunas (hace un mes era del 7%), pero las diferencias entre unos países y otros y entre el campo y la ciudad siguen siendo enormes. “Este año debería marcar un punto de inflexión en la campaña de vacunación contra la covid-19 en África. Con grandes sectores de la población aún sin vacunar, nuestras posibilidades de limitar la aparición y el impacto de variantes mortales son terriblemente escasas”, añadió la doctora Moeti. “Tenemos los conocimientos y las herramientas y, con un impulso concertado, ciertamente podemos inclinar la balanza contra la pandemia”.

Si bien durante los primeros seis meses del año pasado el principal problema era el acceso a las vacunas provocado por el acaparamiento de los países ricos, en la actualidad las dificultades tienen que ver con la gestión, la logística y el rechazo de la población. Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC) en África, el continente ha recibido 563,6 millones de dosis pero tan solo se han administrado 341 millones, es decir, un 60% de las mismas. Los problemas organizativos y logísticos ante la llegada errática de vacunas han provocado la destrucción de millones de dosis por caducidad, como en Nigeria hace tres semanas.

Mohamed Slah, en un partido de la Copa África el 11 de enero.
Mohamed Slah, en un partido de la Copa África el 11 de enero. DANIEL BELOUMOU OLOMO (AFP)

Estadios vacíos en la Copa Africana de Naciones

Camerún acoge desde el pasado 9 de enero la Copa Africana de Naciones 2021 (CAN), la gran fiesta del fútbol continental que se celebra cada dos años y que en esta ocasión se retrasó a 2022 debido a la pandemia. Las estrellas del balompié que juegan en Europa, como el senegalés Sadio Mané o el egipcio Mohamed Salah, regresan a África para jugar con su equipo nacional. Sin embargo, en esta ocasión lo están haciendo en estadios prácticamente vacíos y ello se debe sobre todo a la covid-19. Tras muchas dudas sobre la celebración de la CAN en plena cuarta ola provocada por la variante ómicron, la Confederación Africana de Fútbol rebajó a entre el 60 y el 80% la ocupación de los campos y decidió que era necesario tener la pauta completa de inmunización para acceder a las gradas o, en caso contrario, hacerlo con una prueba PCR negativa en la mano.

En un país con un 2,4% de personas inmunizadas y con un notable rechazo a la vacunación, donde para muchas personas hacerse una PCR es un auténtico lujo, el resultado es que Mané, Salah y las otras estrellas africanas están jugando en estadios con una capacidad de hasta 40.000 personas pero ocupados a un 10 o un 15%. Frente a este fracaso, aquellos lugares donde se pueden seguir los partidos a través de la televisión tanto en Camerún como en otros países africanos, donde no se exige ni test ni vacunas, están llenos hasta la bandera.

Aunque no es un fenómeno exclusivo de África, el rechazo de la población a vacunarse está alimentado por numerosos factores, como una percepción atenuada de la enfermedad debido a las limitaciones a la hora de realizar test, el peso de la medicina colonial y los rumores infundados que circulan sobre efectos adversos, que en ocasiones se presentan como intencionados, como la esterilización de las mujeres para reducir la población que ya se propagó en campañas de inmunización anteriores contra otras enfermedades.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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