La compra de Lotería de Navidad se dispara en La Palma por el volcán: “Nos toca tener algo de suerte, ¿no?”
Las administraciones de la isla aseguran que han tenido que pedir más décimos a la península
El volcán de La Palma no da tregua a los habitantes de la isla. Para salir del bache toda ayuda es buena. Están los casi 360 millones de euros comprometidos ya tanto por el Gobierno de España como por el de Canarias, además de las donaciones privadas. Y, como siempre, la Lotería. Las ventas en las administraciones de la isla se han duplicado y hasta triplicado desde el comienzo de la erupción, según confiesan las tres principales oficinas. “Aquí casi hemos triplicado las ventas desde que explotó el volcán”, explica Alfonso Cabrera, encargado de la Administración de Loterías Tajurgo, en pleno centro de Santa Cruz de La Palma. “Nos han venido muchos compradores locales y muchos turistas que se quieren llevar décimos de La Palma. Y claro, todo esto influye en otros juegos que se sirven en ventanilla, que también han crecido mucho”. No en vano, “la gente cree que donde hay una desgracia, toca”, explica Borja Muñiz, presidente de la Agrupación Nacional de Asociaciones Provinciales de Administradores de Lotería (ANAPAL).
Así las cosas, la venta de décimos y apuestas es uno de los pocos negocios que pueden afirmar que se han visto impulsados por la lava. La distribución de Lotería de Navidad ya se duplicó el pasado año con respecto al año anterior hasta los 10,5 millones de euros. Y eso a pesar de que la comercialización se retrajo un 16% en el conjunto de la comunidad autónoma durante el año cero de la pandemia, según los datos de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado.
La misma situación se da en el oeste, en el lado de la cordillera que alberga la erupción. En la Administración número 1 de Los Llanos de Aridane (el municipio más poblado de La Palma), las existencias de Lotería de Navidad hace tiempo que se acabaron. Su propietario, Eduardo Anglés, asegura lacónico que han tenido que reponer existencias “una o dos veces ya”. El empresario explica que todas las terminaciones relacionadas con el volcán (por ejemplo el 19, por el día de septiembre en que comenzó la erupción) ya están agotadas, como lo está desde hace semanas el número 19921, que hace referencia a la fecha exacta en que comenzó el proceso.
Por ejemplo, la mañana siguiente a la erupción del volcán en La Palma el teléfono no paró de sonar en la Administración de Loterías La Bona Sort de Terrassa. El número 19921 de la Lotería de Navidad llevaba colgado del cristal desde el mes de julio “sin mucho éxito”, según Julia Antequera, dependienta de la administración. En aquel día, no pararon de recibir llamadas y personas que se acercaban a la ventanilla hasta agotar los 1.710 décimos que había en el local: “A las tres [de la tarde] ya no quedaba nada”.
Entre los compradores aquel día se encontraba el propio administrador de Loterías Tajurgo. Alfonso Cabrera relata que adquirió cuatro billetes de 10 décimos cada uno. Tres de ellos los vendió a varios clientes tradicionales. El cuarto, sin embargo, se lo han quedado. Y asegura que no se harán ricos con él si el 19921 saliese agraciado con el Gordo (cuatro millones de euros de premio). “Lo donaríamos íntegramente a los damnificados por el volcán”, asegura.
“No nos da ni tiempo para calcular cuánto vendemos”, reconoce Albert Acosta, propietario de la Administración de Lotería número 1 San Miguel, en el municipio de Tazacorte (costa oeste de la isla). “Hasta tenemos miedo de quedarnos sin lotería”, admite. “Porque en diciembre viene lo fuerte y no podemos darnos el lujo de quedarnos sin existencias”. Acosta apunta que el incremento de ventas no solo pasa por las compras que hacen los residentes o los turistas que visitan la isla. “Estamos recibiendo muchos pedidos desde otras islas y también desde la península”, explica. “Están siendo muy solidarios con nosotros”. Fuentes de Loterías y Apuestas del Estado confirman esta tendencia: “Es coherente pensar que, como un gesto de solidaridad, el público adquiera décimos de allí”.
Las estadísticas, con todo, no son demasiado halagüeñas con la isla. El Gordo de Navidad solo ha caído una vez en La Palma, en 2001. El resto del tiempo ha tenido que conformarse con premios menores, como un quinto el año pasado. Con todo, los palmeros persisten.
Una borrasca ha venido a dar la puntilla a los palmeros. Atraviesa toda la isla y ha anegado la mayor parte de su escarpada orografía. Pero esta nueva adversidad no parece impedimento para que delante del negocio que regenta Cabrera esperen seis personas. Una de ellas es María José González, parcialmente oculta bajo su paraguas gris. “Algo bueno nos tiene que dejar este año tan malo que nos ha tocado”, exclama. “Pandemia, incendios, el volcán... Nos toca tener algo de suerte, ¿no?”.
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