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Alemania se plantea volver a las restricciones ante la “epidemia de no vacunados”

El país registra una cifra récord de contagios diarios mientras más de 16 millones de mayores de 12 años siguen sin inmunizar. Las UCI y los hospitales empiezan a notar la sobrecarga

Elena G. Sevillano
Varias personas esperan su turno en el centro de vacunación de Malteser, en Berlín el pasado lunes.
Varias personas esperan su turno en el centro de vacunación de Malteser, en Berlín el pasado lunes.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Alemania sopesa volver a imponer restricciones a la vida pública ante las cifras récord de contagios de coronavirus que registra en los últimos días. La cuarta ola de la pandemia está golpeando con fuerza al país, que empieza a notar la sobrecarga en las unidades de cuidados intensivos y que ve cómo aumenta día a día el número de fallecidos. Alemania tiene todavía sin vacunar a más de 16 millones de personas mayores de 12 años y la administración de la tercera dosis de refuerzo para los más vulnerables avanza con mucha lentitud. “La pandemia de los no vacunados”, en palabras del ministro alemán de Sanidad, Jens Spahn, ha dejado este jueves la cifra máxima de contagios diarios desde el inicio de la crisis: 33.949. El anterior récord se registró en diciembre pasado, en plena tercera ola y cuando el país tenía cerrada la hostelería y el comercio no esencial.

Los ministros de Sanidad de los 16 Estados federados se reúnen este jueves en Lindau (Baviera) para analizar la situación y evaluar si es necesario volver a imponer restricciones. Algunos territorios ya están tomando medidas, como reintroducir temporalmente las mascarillas en los colegios. Es lo que ha hecho Baviera, que obliga de nuevo a los estudiantes a cubrirse boca y nariz, de momento durante una semana en primaria y dos semanas en secundaria. La canciller, Angela Merkel, es partidaria de poner trabas para la vida social a los no vacunados. A través de su portavoz señaló que si la situación en los hospitales empeora, se impondrá la llamada regla 2G, que implica que solo las personas que presentan un certificado de vacunación o de estar recuperados de la enfermedad puedan acceder al interior de locales de hostelería o de comercios. “La situación es realmente mala en algunos hospitales”, señaló el portavoz de la canciller el miércoles.

El ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, en el centro, y el presidente del Instituto Robert Koch, Lothar Wieler, durante una rueda de prensa en Berlín, el martes.
El ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, en el centro, y el presidente del Instituto Robert Koch, Lothar Wieler, durante una rueda de prensa en Berlín, el martes. CARSTEN KOALL / POOL (EFE)

Con un porcentaje del 66,9% de ciudadanos con la pauta completa de vacunación (en España es del 78,7%), Alemania tiene todavía a 3,2 millones de personas de más de 60 años sin vacunar que están especialmente en riesgo, según alertó ayer Lothar Wieler, presidente del Instituto Robert Koch (RKI, en sus siglas en alemán), organismo encargado de monitorizar las enfermedades infecciosas. “Si no tomamos medidas ahora, esta cuarta ola traerá mucho sufrimiento nuevamente. Mucha gente enfermará gravemente y morirá, y el sistema sanitario volverá a enfrentarse a una pesada carga”, aseguró en rueda de prensa en Berlín. Wieler habló de las “cifras aterradoras” de fallecidos que está registrando el país. Este jueves el RKI ha comunicado 165 muertos, cifra que va en aumento en los últimos días.

La situación en los hospitales está empeorando cada día que pasa y, aunque no hay ni la mitad de camas de UCI ocupadas que en la segunda ola, los médicos ya han dado la voz de alarma. Según la base de datos DIVI, puesta en marcha en abril de 2020 para monitorizar la situación en las unidades de cuidados intensivos de 1.300 hospitales alemanes, varios estados federados tienen menos del 10% de las camas libres. Nueve de cada diez pacientes ingresados en las UCI del país no están vacunados, según datos del Ministerio de Sanidad.

Además, la asociación de jefes de pediatría alertó el martes de que temen el “colapso” de sus unidades por el aumento exponencial de casos de virus respiratorio sincitial en niños, que se suma a los de covid. Los médicos han explicado que el cierre de guarderías y colegios el invierno pasado ha provocado que “el sistema inmune de los niños no esté bien entrenado” y se estén contagiando en masa, señaló Andreas Trotter, presidente de la asociación VLKKD. Varias noticias en los últimos días relatan que hay hospitales que no pueden asumir nuevos ingresos y están derivando a niños a otros centros.

La cuarta ola se está comportando exactamente como se temían los expertos: con poca población vacunada y la relajación de las medidas de protección, los contagios se disparan. La incidencia acumulada es de 154,5 casos por cada 100.000 habitantes, pero en Alemania se calcula a siete días, por lo que traducida a estándares españoles (incidencia en 14 días) rondaría los 300. En España ronda los 50.

Hajo Zeeb, epidemiólogo del Instituto Leibniz de Investigación Preventiva y Epidemiología, lamenta que “la vacunación va demasiado lenta; necesitamos más velocidad para evitar brotes innecesarios”. Zeeb ve dos opciones para mejorar el porcentaje de personas inmunizadas: vacunación obligatoria para ciertos grupos profesionales y aumentar los esfuerzos para acercar los pinchazos a todo el mundo, usando “equipos móviles y ofreciendo fácil acceso, especialmente para la población más joven, de entre 12 y 17 años”.

Preocupación en empresas

La prioridad de las autoridades es proteger a los más vulnerables, pero la tercera dosis de refuerzo, que se está ofreciendo a mayores de 60 años y grupos de riesgo que se vacunaron hace más de seis meses, avanza con lentitud. El ministro de Sanidad ha criticado a los presidentes de los länder, sin nombrar específicamente a ninguno, por no darse prisa en acabar de inmunizar a esta población. Spahn les ha sugerido también reabrir los centros de vacunación que cerraron tras el verano. El epidemiólogo Zeeb cree que sería una buena idea porque las consultas de los médicos de familia, que es donde ahora se administran mayoritariamente los pinchazos, no tienen suficiente capacidad. Se calcula que las dosis de refuerzo deberían llegar a entre 20 y 30 millones de personas, porque también están indicadas para ciertas profesiones en contacto con personas mayores y para enfermos crónicos.

Alemania, que a diferencia de países como Francia ha evitado hacer obligatoria la vacunación, se plantea ahora que al menos los cuidadores de personas mayores tengan que ponerse la vacuna para trabajar en las residencias. Una encuesta publicada el jueves por la tarde por la cadena pública ARD desvela que un 57% de los alemanes estarían a favor de la vacunación obligatoria, un porcentaje que por primera vez supera el 50%. Las autoridades también están evaluando ofrecer la dosis de recuerdo a la población general, como adelantó el martes Thomas Mertens, director de la Comisión Permanente de Vacunación (Stiko, por sus siglas en alemán). Es uno de los temas que discuten los ministros de Sanidad de los estados. Spahn se ha mostrado a favor.

La preocupación por esa bolsa de 16,2 millones de alemanes mayores de 12 años que no se vacunan porque no quieren ha llegado también a las empresas. El presidente de la patronal alemana (BDA), Rainer Dulger, reclamó esta semana una normativa para que los empresarios puedan saber si sus trabajadores están vacunados o no. Solo empleados de guarderías, colegios y residencias de mayores están obligados actualmente a informar a su empleador, y únicamente si les pregunta expresamente, sobre su inmunización. Las leyes de protección de datos en Alemania impiden, salvo casos muy concretos, requerir información de este tipo. Dulger instó al Gobierno a crear “una base legal fiable” y recordó que los médicos de empresa podrían contribuir a la administración de las dosis de refuerzo si finalmente se aprueban para la población general.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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