Israel, laboratorio de las paradojas de la vacunación
El país pionero en alcanzar un elevado nivel de inmunización y que ha generalizado la inoculación de la tercera dosis bate el récord de contagios per cápita
“Querido Dios. Haz que acabe pronto la pandemia”. La mayoría de los mensajes que llegan en vísperas del Año Nuevo judío al servicio de Correos de Israel para ser introducidos en las rendijas del Muro de las Lamentaciones, epicentro de los buenos deseos en la Ciudad Vieja de Jerusalén, acaban con esta plegaria. El número de cartas recibidas desde todo el mundo se ha triplicado, con las fronteras cerradas de nuevo a turistas y peregrinos. Hace seis meses, durante las celebraciones de la Pascua judía, decenas de miles de fieles se concentraron en la explanada del Muro para la tradicional bendición sacerdotal, en una simbólica celebración del retorno a la normalidad tras la pandemia, ensalzada desde los altavoces en un sermón sobre “la nueva liberación de la esclavitud, como fue la huida del pueblo hebreo de Egipto”. Israel acababa de vacunar al 50% de su población (9,3 millones de habitantes) con la pauta completa de Pfizer-BioNTech en una primicia global y se habían levantado ya la mayor parte de las restricciones. En Año Nuevo, a partir del lunes, el Gobierno solo va a permitir que se reúnan hasta 8.000 personas, en parcelas separadas, durante los rezos penitenciales que concluirán a mediados de mes en el sombrío Yom Kipur (día del arrepentimiento).
Israel se ha instalado en la paradoja de haberse convertido en la última semana de agosto en el líder en contagios per cápita, según un estudio de la Universidad de Oxford, con más de un millar de nuevos casos registrados cada día por millón de habitantes en el apogeo de la oleada causada por la variante delta. Con una media de más de 10.000 positivos al día, se ha superado el récord de contagios diarios de enero en pleno pico de la pandemia. La tasa de positividad en las pruebas de detección se ha disparado hasta el 8,43%, rozando también máximos.
Como país con más del 60% de su población completamente vacunada desde hace meses y único en el mundo que ha inmunizado ya con la tercera dosis a la cuarta parte de sus habitantes —en ambos casos, con tasas muy elevadas entre mayores de 50 años—, Israel está observado una progresiva reducción del número de casos graves de pacientes hospitalizados, que ha pasado de 753, el domingo, a 667, el viernes.
“El Gobierno confía en que con la combinación de inyecciones de refuerzo, restricciones y uso obligatorio de mascarillas, reducción de viajes al exterior y algo de suerte se superen las primeras semanas del curso escolar y las fiestas (judías) con una reducción de los contagios”, señala Sever Plocker, uno de los principales analistas de la pandemia en Israel, en Yedioth Ahronoth. “Pero no se puede evitar que nos hagamos esta pregunta: ¿Cómo se ha convertido Israel en uno de los países más rojos [por su elevado porcentaje de nuevas infecciones] del mundo?”, inquiere, antes de advertir de que la euforia oficial sobre el éxito de la revacunación es prematura, y que extenderla a todos los mayores de 12 años, medida que está vigor desde esta misma semana, es un objetivo alejado en el tiempo.
El primer ministro israelí, Naftali Bennett, que lleva menos de tres meses en el cargo al frente de un heterogéneo Gobierno de amplia coalición, ha optado por la política de “convivir con la covid”. Se ha negado a aplazar el inicio del curso escolar, pero las autoridades exigen el certificado de vacunación a los alumnos mayores de 12 años y pruebas rápidas serológicas al resto. Tampoco ha querido imponer un confinamiento general en las fiestas judías, que se extienden durante tres semanas a lo largo de septiembre con reuniones familiares y viajes de vacaciones. En contrapartida, se ha reintroducido la exigencia del pase verde o pasaporte covid, acompañado de reducción de aforos. El cumplimiento del control de acceso es aleatorio. Se exige por, ejemplo, para acceder al Museo de Israel en Jerusalén, pero no en las masificadas oficinas de renovación de visados del Ministerio del Interior.
A pesar de ser el país pionero en la inmunización, Israel no ha superado el listón del 70% de protección completa de su población que acaba de alcanzar España. La juventud del Estado judío, con casi la cuarta parte de menores de 12 años en el censo, hace más difícil el objetivo. Un 12% de los israelíes mayores de esa edad —en particular de las minorías árabe y ultraortodoxa judía, que registran los niveles de ingresos y educación más bajos— se ha negado además a vacunarse.
En porcentaje de inoculaciones por cada 100 habitantes (153) supera al de España (140), sin embargo, tras la campaña de inyecciones de refuerzo emprendida hace más de un mes. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha advertido de que los datos sobre la efectividad de la inyección de una tercera dosis “no son concluyentes todavía”, y ha reclamado una moratoria de su aplicación hasta el mes que viene para enviar viales a los países más empobrecidos y desprotegidos frente a la covid. La OMS solo se plantea la posibilidad de un pinchazo adicional para personas vulnerables. Se trata de evitar a toda costa que surjan nuevas variantes más agresivas, como la delta. Israel ha rehuido el debate moral y de salud global y su ministro de Sanidad, Nitzan Horowitz, se limita a sostener que la revacunación “ayuda a salvar vidas”. Pfizer ha replicado al responsable de la OMS que, según sus propios estudios, la tercera dosis estimula la generación del triple de anticuerpos que la segunda inoculación.
Israel viene a ser el Ohio perfecto, el territorio ideal para los grandes laboratorios farmacéuticos, donde estudiar los efectos de la vacunación. Cuenta con un sólido sistema público de salud interconectado con bases de datos, y está relativamente aislado por un estricto control de fronteras. Aunque al principio de la campaña de inmunizaciones las autoridades fueron acusadas de utilizar a los ciudadanos como conejillos de indias en un ensayo clínico a gran escala, el acelerado suministro preferente de vacunas, a cambio de compartir datos generales de los pacientes y resultados con Pfizer-BioNTech, acalló todas las críticas.
Ensayo clínico a escala real
La compañía estadounidense ya ha preparado una campaña comercial “con niveles equivalentes a los de la viagra en el pasado” para potenciar las ventas de su vacuna, de acuerdo con una información del Financial Times. EE UU planea ofrecer la tercera dosis a partir del 20 de septiembre, además de Francia y Alemania, entre otros países europeos. España solo lo plantea por ahora para los grupos como inmunodeprimidos severos.
En plena paradoja de vivir en nuevo un ensayo clínico a escala real con la tercera dosis y en medio de picos de contagios que baten marcas mundiales, Israel se dispone a iniciar cruzando los dedos el año 5782 tras la creación del universo, de conformidad con la Torá. El director del servicio postal, Dany Goldstein, ha entregado esta semana cientos de cartas al rabino del Muro de las Lamentaciones, Samuel Rabinovitch, con “ruegos por la salud de familiares o la victoria de un equipo de fútbol” y una posdata compartida suplicando el fin de la peor plaga que sufre la humanidad en un siglo. Todas serán insertadas antes del lunes en las grietas de la que fue, según la tradición judía, muralla occidental del templo de Jerusalén, demolido por el Imperio Romano hace casi 2.000 años.
El biólogo del Instituto Weizmann Eran Segal, que asesora al Gobierno con proyecciones estadísticas de análisis masivo de datos, atribuye los actuales récords diarios de contagios al cribado entre los 2,5 millones alumnos al inicio del curso. Solo un tercio de los escolares con edades comprendidas entre los 12 y los 15 años han sido vacunados, pese a que la campaña para esta cohorte de población se inició en junio. Incluso Segal ha enviado su carta de buenos deseos a través de Twitter. Vaticina con sus cálculos informáticos que “la morbilidad va a declinar más rápido de lo previsto en los escenarios de tendencias en Israel”.
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