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Brasil supera el medio millón de muertos por la covid-19, la segunda marca más alta del mundo

El número de víctimas, solo superado por EE UU, coincide con una investigación parlamentaria que pone en cuestión la estrategia de Bolsonaro contra la pandemia

Un hombre observa unas fotografías en la exposición "Inmensurables " que forma parte del memorial de las víctimas de la covid-19 en Cuiabá, Mato Grosso, el 19 de junio de 2021.
Un hombre observa unas fotografías en la exposición "Inmensurables " que forma parte del memorial de las víctimas de la covid-19 en Cuiabá, Mato Grosso, el 19 de junio de 2021.SEBASTIÃO MOREIRA (EFE)
Gil Alessi

Priscila Dissele Florêncio, de 34 años, se vacunó contra la covid-19 a principios de junio, en São Paulo. Para ella, ese momento, esperado con expectación por millones de brasileños, no vino cargado de alegría. “Cambiaría mi vacuna por la vida de mi padre y de mi hermana mayor”, explica. José Carlos Dissele, muerto a los 64 años, y Vanessa Dissele Palason, a los 41, son parte de los 500.800 muertos por el nuevo coronavirus en Brasil, una cifra a la cual se llegó este sábado, según datos del Ministerio de la Salud. José Carlos, con cormobilidades previas, falleció en diciembre tras complicaciones provocadas por la enfermedad. Vanessa, sana, murió el 1 de junio, después que el equipo que suministraba oxígeno a pacientes con covid-19 de la UCI donde ella estaba ingresada tuvo problemas mecánicos. El incidente mató a otras dos personas.

“Con mi padre, al menos pudimos hablarle antes de que se le intubara. Con ella no hubo tiempo”, señala Priscila, quién solo pudo ver su hermana para identificar el cuerpo, almacenado en un contenedor refrigerado al lado del hospital: “Tenía claras señales de falta de aire, en una posición de quien había agonizado. Me chocó, fue traumático”, dijo. Las dos tenían una tienda de comunicación visual donde trabajaban como dependientas. “Nos veíamos todos los días, éramos muy cercanas. Ahora queda este vacío”, dice. La rutina de esta superviviente de la covid-19 (Priscila tuvo la enfermedad, pero no desarrolló un cuadro grave) ahora incluye tratamientos psiquiátricos y visitas a psicoterapeutas para intentar afrontar una realidad que ella y miles de otros brasileños nunca podrán calificar de “nuevo normal”. “Nunca pasé por un proceso de ansiedad y depresión como estoy sintiendo ahora. Tengo síntomas físicos, ¿sabes?”, se queja.

Priscila Diselle y su hermano muestra una foto de los familiares que se llevó la covid-19.
Priscila Diselle y su hermano muestra una foto de los familiares que se llevó la covid-19.Lela Beltrão

El triste hito de 500.000 muertos es chocante. El único país donde más gente perdió la vida por la enfermedad fue Estados Unidos. Pero acaba siendo un dato meramente simbólico, que oculta una realidad probablemente peor. En los últimos meses, varios países usaron metodologías nuevas y más precisas para actualizar el total de víctimas de la covid-19. En Perú, el proceso se hizo al final de mayo, y la cifra de muertos se duplicó: de poco menos de 70.000 subió a más de 180.000. Tras la revisión, Perú pasó a tener la mayor tasa de muertes por cada 100.000 habitantes del mundo. También Rusia, en diciembre, hizo una revisión semejante y triplicó su número de muertos, hasta los 185.000. Globalmente, investigadores de la Universidad de Oxford señalan que los muertos no contabilizados ya suman por lo menos un millón.

En Brasil tal revisión de datos no aparece en los planes oficiales. Pero estudios hechos al final de 2020 por la Red Análisis Covid apuntan a que entre un 30% y un 50% del total de óbitos por la covid-19 dejan de ser notificados en Brasil. “Seguro que el número brasileño se está minimizando. Hay el problema de falta de cribado, de la falta de pruebas, y, desde luego, los casos que se dejan de notificar”, afirma Isaac Schrarstzhaupt, científico de datos de la Red. Schrarstzhaupt menciona además el retraso en la contabilidad de muertes como un factor que dificulta la obtención de un dato más exacto sobre la crisis sanitaria en Brasil: “Tenemos muertes que se registran hoy pero que ocurrieron en 2020. No es la mayoría, pero eso ocurre, porque la prioridad de los equipos de salud es salvar vidas, y no necesariamente esa parte más burocrática de lanzar los datos en el sistema”. Por fin, hay algunas muertes de personas que tuvieron la covid-19, se recuperaron, pero murieron por las secuelas, y esas también se quedan fuera del balance general.

Pese a los problemas, Schrarstzhaupt dice que el país dispone de un vigoroso banco de datos sobre mortalidad en el Sistema Unificado de Salud, que se podría analizar a fondo para actualizar los datos nacionales. “Creo que es posible revisar los datos brasileños. Pero eso lleva tiempo, es un proceso que exige evaluar todas las muertes ocurridas a lo largo de años y sus causas. Trazar un patrón de muertes y ver a qué se debe el aumento que sobrepase a ese nivel”, plantea.

La pérdida de medio millón de vidas en Brasil ocurre en un momento en que el Gobierno de Jair Bolsonaro se ve presionado por una investigación del Senado sobre la conducción de la pandemia, que poco a poco empieza a revelar los equívocos cometidos por el Executivo. Los senadores de oposición ya dan como cierta, por ejemplo, la existencia de un despacho paralelo al Ministerio de Salud, compuesto por médicos y empresarios, que sería el responsable de aconsejar al presidente a los márgenes de la ciencia en la lucha contra la covid-19. En imágenes divulgadas por la web periodística Metrópoles, la doctora Nise Yamaguchi (otro blanco de la investigación parlamentar), el diputado Osmar Terra y el virólogo Paulo Zanotto discuten con Bolsonaro temas como la inmunidad colectiva y el “tratamiento precoz” con cloroquina y otras drogas comprobadamente ineficaces y promocionadas por los negacionistas.

Las declaraciones recogidas en la investigación del Senado también exponen que por negligencia el Gobierno dejó de negociar y adquirir vacunas en 2020, cuando Bolsonaro ignoró docenas de correos electrónicos de la farmacéutica Pfizer ofreciendo su producto. El presidente pidió el lunes pasado al laboratorio que anticipe la entrega de las dosis, lo que permitirá acelerar una campaña de vacunación que hasta el momento tiene a poco más de un 11% de la población con la pauta completa.

En mayor o menor grado, la pandemia afectó la vida de todos los brasileños. “Creo que de una forma u otra fuimos todos víctimas: o con pérdidas en la familia, o en la salud mental, restringidos por el confinamiento. La pandemia trae esa cuestión de la muerte, sea de una persona, de nuestra vida diaria o de la libertad que teníamos, de nuestros contactos físicos”, dice el historiador Alexandre Francisco Silva Teixeira.

Para dejar un registro fiel de lo que representa esa pandemia para millones de brasileños, Silva creó, en conjunto con sus colegas Pietra Diwan y Moisés Carlos Ferreira el proyecto Memorial de la Pandemia, que desde el inicio de la crisis recoge en un solo sitio entrevistas, vídeos y fotos de personas que tuvieron sus vidas afectadas por la tragedia sanitaria en Brasil. Un año después, el proyecto dio origen a un libro, Memorial de la pandemia: la colección de todos nosotros (Todas as Musas). “¿Cómo se contará en el futuro la historia de la pandemia? ¿Cómo entenderán los historiadores ese momento? Eso va a depender de la memoria que se guarde. Lamentablemente, tenemos muchos que van a negar este momento. Pero hay un registro, una memoria, el habla de agentes históricos que vivieron este tiempo. Esa voz no se borra”, dice.

Si en 1918 el brote de la llamada gripe española en Brasil dejó para el futuro la semilla de un sistema de sanidad público y gratuito, el historiador Teixeira cree que la actual pandemia tendrá como legado un proceso de producción de vacunas a un ritmo inaudito en la historia de la humanidad. “El desarrollo de estas fórmulas ocurrió en menos de un año tras la identificación del virus, en una velocidad nunca vista”, señala. Desgraciadamente, para la familia de Priscila y de miles de otras personas, las vacunas tardaron demasiado.

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Sobre la firma

Gil Alessi
Reportero de la edición brasileña de EL PAÍS desde 2014. Escribe sobre seguridad pública, medio ambiente y política. Es licenciado en Periodismo por la PUC de São Paulo y en Ciencias Sociales por la Universidad de São Paulo. Anteriormente trabajó en el portal ‘UOL’, TV Bandeirantes y TV Cultura.

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