Europa se resiste a compartir el salto tecnológico de las vacunas que ha encumbrado a BioNTech y Pfizer
La UE se muestra dispuesta a negociar la suspensión de ciertas patentes, pero quiere blindar la protección de la tecnología de ARN mensajero, de la que no disponen aún China y Rusia
El repentino giro de Washington a favor de la liberación de las patentes de las vacunas contra la covid-19 ha dejado a Europa y a Alemania, en particular, como el principal bastión contra una medida reclamada desde hace meses por más de 50 países en vías de desarrollo, con la India y Sudáfrica al frente. Bruselas ha aceptado a regañadientes estudiar la propuesta del presidente estadounidense, Joe Biden, cuando la haga oficial. Pero en la capital comunitaria se descarta prácticamente una suspensión general de las patentes, entre otras cosas, porque no se quiere facilitar a competidores como China o Rusia una tecnología tan revolucionaria como la que han logrado desarrollar las farmacéuticas alemanas y estadounidenses para las vacunas de nueva generación.
“No creemos que a corto plazo sea la solución mágica, pero estamos preparados para debatirlo cuando haya una propuesta concreta sobre la mesa”, ha señalado este sábado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tras la primera jornada de la cumbre europea que se celebra en Oporto (Portugal), en relación con la liberación de patentes.
Los 27 secundan así la línea marcada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que también se mostró el pasado jueves dispuesta a recoger el guante lanzado por Biden, pero urgió a EE UU a autorizar las exportaciones de vacunas y productos sanitarios para aliviar de manera inmediata la situación de los países más desesperados. Y, aunque en la UE conviven diferentes posturas, con países como España o Irlanda abiertamente partidarios de suspender las patentes, la línea dominante es la marcada por la canciller alemana, Angela Merkel, que ha rechazado tajantemente la idea. “La protección de la propiedad intelectual es una fuente de innovación y debe seguir siéndolo en el futuro”, ha zanjado Merkel, que ha salido en defensa de unos laboratorios alemanes que han logrado con la vacuna un salto potencialmente revolucionario en la historia de la medicina.
La carrera por las vacunas contra la covid-19 ha dado a la Unión Europea y a EE UU una gran victoria científica frente a sus principales rivales geoestratégicos, en particular, frente a China. La generación de vacunas de ARN mensajero (ARNm), desarrolladas por las farmacéuticas alemanas BioNTech y CureVac y las estadounidenses Pfizer y Moderna, suponen un salto tecnológico con potencial para transformar los tratamientos de numerosas enfermedades durante varias décadas.
Ese tremendo avance, según las fuentes comunitarias consultadas, hace muy poco probable que el bloque occidental vaya a compartir unos conocimientos que casi ningún país del mundo, salvo China, podría explotar por su cuenta. Fuentes comunitarias dudan de que la propuesta de Biden, todavía por concretar, incluya esa tecnología y podría limitarse a plantear la liberación de patentes para las vacunas tradicionales (las llamadas de adenovirus) como son la de AstraZeneca y la de Janssen.
“No nos engañemos, pero, con todo respeto, las patentes no las van a explotar Bolivia o Camerún, sino alguno de nuestros grandes competidores”, apunta una fuente diplomática. La UE es consciente de que la tecnología del ARNm es revolucionaria para el sector farmacéutico y de que todos los grandes laboratorios del mundo están pendientes de cómo subirse a un tren que, de momento, solo controlan un puñado de empresas, todas ellas, salvo la centenaria Pfizer, de tamaño ínfimo para el sector y nacidas en los últimos 20 años.
Beneficios para las farmacéuticas
El dividendo financiero ha sido inmediato. Pfizer, que ha presentado esta semana sus resultados del primer trimestre del año, ha triplicado la facturación de su división de vacunas (hasta 4.000 millones de euros) y ha revisado al alza un 17% sus previsiones de ingresos para este año. BioNTech, que presenta resultados el lunes, ya multiplicó por 12 sus ingresos en el último trimestre de 2021 en relación con el de 2019. Y preveía para este año unas ventas de vacunas por valor de 9.800 millones de euros, cifra que parece llamada a aumentar.
Nada hacía presagiar ese resultado cuando los gobiernos europeos y del resto del planeta comenzaron el año pasado a gestionar la cartera de potenciales vacunas. La apuesta más segura parecía entonces la de los fármacos tradicionales, como la desarrollada por la Universidad británica de Oxford y manufacturada por AstraZeneca o la de la estadounidense Johnson & Johnson. Esa misma línea de investigación seguían las vacunas desarrolladas por Rusia y China.
Aun así, la Comisión incluyó tres vacunas de ARNm (las de BioNTech-Pfizer, Moderna y CureVac) en la cartera de seis que seleccionó de entre las decenas de proyectos de investigación que ya había en marcha el año pasado. “Desde el principio invertimos en una tecnología prometedora pero completamente nueva, como el ARNm, y en la creatividad de científicos como Ugur Sahin y Ozlem Türeci”, recordaba este jueves la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en alusión a los fundadores alemanes de BioNTech.
La Comisión ha reservado en total 2.600 millones de dosis, con 1.465 millones de las de última generación. Contra todo pronóstico, Bruselas acertó con el órdago a favor del ARNm, una tecnología que se estaba desarrollando desde hace décadas para intentar curar ciertas enfermedades o evitar infecciones pero que no tenía garantizada su utilidad contra el coronavirus.
El fulgurante éxito de BioNTech-Pfizer y de Moderna, al que podría sumarse pronto CureVac si recibe la autorización de la Agencia Europea del Medicamento, ha complicado el debate sobre una posible suspensión temporal de las patentes en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC). “Europa no debe obstaculizar los esfuerzos para ampliar la producción mundial de vacunas”, afirma Zain Rizvi, investigador de Public Citizen, organización estadounidense especializada en derechos de los ciudadanos, que lleva meses batallando para liberalizar las patentes. “Bruselas trabaja para los ciudadanos, no para las grandes farmacéuticas”, añade Rizvi.
La demanda de suspensión de patentes se ha convertido en clamor ante la descomunal diferencia en el ritmo de vacunación entre los países desarrollados y el resto del planeta. En EE UU el 30,6% de la población está completamente vacunada; en el Reino Unido, el 24%, y en la UE, el 12%. Sin embargo, en Sudáfrica la cifra se queda en el 0,6%; y en la India, en el 2,3%. En Europa se vacuna a más de tres millones de personas al día mientras que un país como Níger (24 millones de habitantes) ha recibido 1.366 dosis desde el inicio de la campaña de vacunación.
La UE asume ya que el debate es inevitable, pero llegará a la negociación en Ginebra (sede de la OMC) convencida de que se trata en gran parte de una cortina de humo que oculta la falta de solidaridad de EE UU o el Reino Unido, que no exportan vacunas, y tras la que se agazapa el interés de algunos países o empresas por hacerse con una preciada propiedad intelectual.
Aun así, fuentes comunitarias admiten que las farmacéuticas deberán hacer gestos para satisfacer la urgente demanda de vacunas, sobre todo, en los países con menos recursos. Esas fuentes señalan que en contra del sector juega la dramática experiencia de los tratamientos contra el sida “cuando se tardó un tiempo inaceptablemente largo en permitir el acceso a precios asequibles a los países pobres más golpeados por el virus”.
Bruselas cree que la dolorosa huella del sida puede llevar a algunos países a aprovechar el debate sobre la covid-19 para plantear una revisión total de las normas de la OMC en relación con el sector de la salud, que datan de la Ronda de Uruguay (1986-1994), aunque se flexibilizaron algo en la ronda de Doha (iniciada en 2001 y todavía no concluida del todo). “Las normas actuales no están hechas para una pandemia”, sentencian desde Médicos Sin Fronteras, organización que pide a los miembros de la OMC que se resisten a suspender las patentes (la UE, Reino Unido, Suiza, Canadá Australia, Noruega, Japón y Brasil) que secunden la propuesta de India y Sudáfrica.
La larga duración de las posibles negociaciones de la OMC auguran, según Bruselas, una saga interminable en torno a las patentes con escasos resultados a coto plazo. La UE insiste en que lo más urgente es que EE UU levante el veto a la exportación de componentes que ha dejado a países como India, Brasil o Argentina sin capacidad de producción. Una opinión compartida por algunos expertos. “¿Qué pasaría si Estados Unidos simplemente eliminara las restricciones a la exportación de los principales insumos de fabricación que necesitan empresas como Serum Institute [fabricante indio de biotecnología y medicamentos] para seguir produciendo vacunas? Eso tendría probablemente un efecto más inmediato”, apunta Kristopher Howard, consultor internacional de producción de vacunas de NRL Enterprise Solutions.
La Unión adquiere otros 1.800 millones de dosis
La presidenta de la Comisión ha atribuido la necesidad de una compra tan masiva a tres razones. “Tarde o temprano tendremos que vacunar a adolescentes y niños; probablemente habrá que inyectar dosis de recuerdo cuando sepamos la duración de la inmunidad que da la vacuna; y está la cuestión de la posibilidad de variantes preocupantes”, ha señalado Von der Leyen.
Frente a las posibles críticas por acaparar un número de dosis suficiente para vacunar varias veces a los 405 millones de habitantes de la UE, la presidenta ha señalado que “los contratos incluyen la posibilidad de exportar o donar” las dosis que se consideren convenientes.
Bruselas defiende, precisamente, que para acelerar la inmunización del planeta (se necesitan unos 11.000 millones de dosis para llegar al 70% de la población mundial) es necesario añadir a la negociación sobre las patentes otros debates, como el impulso a la concesión de licencias, para que más laboratorios puedan incorporarse a la producción, la transferencia de tecnología, la formación de personal especializado y las inversiones en capacidad de fabricación más allá del territorio de cada país. Fuentes de la Comisión advierten, no obstante, que incluso esa vía, que consideran mucho más rápida que la suspensión de patentes, requerirá tiempo para dar resultados. Esas fuentes calculan que la adaptación de un laboratorio para poder fabricar las vacunas requiere entre seis y 12 meses. Y la formación del personal necesario otros seis meses.
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