Lluvia de bragas para el primer ministro de Francia
Un grupo de minoristas de lencería envía ropa interior a Jean Castex reclamando que les deje abrir sus comercios, cerrados por el tercer confinamiento nacional
Las hay de seda, con puntillas, modelo tanga, clásicas de algodón… Si el cartero ha hecho su trabajo, el primer ministro francés, Jean Castex, debería haber recibido ya las primeras de las casi 200 bragas enviadas esta semana desde toda Francia al palacio Matignon de París, sede de la jefatura de Gobierno. El inusual envío responde a la action culottée (acción bragas) de un grupo de minoristas de lencería que, angustiados por el tercer confinamiento nacional en un año, reclaman poder abrir lo antes posible y que las ayudas del Estado lleguen más rápido y a todos.
“La braga nos representa en tanto que somos tiendas de ropa interior. Además, tiene su lado humorístico”, dice la parisiense Aline Tran, que ideó esta inusual acción. Pero detrás del gesto pícaro hay una cuestión muy seria: junto a las bragas, Castex ha recibido una carta explicando la “situación crítica” que vive el sector y una lista de reivindicaciones, desde la demanda de las lencerías a ser recalificadas como “comercio esencial” para poder abrir de inmediato, a una mejora de las ayudas estatales para los negocios afectados por el cierre. También reclaman más vigilancia para que las grandes superficies, como los supermercados que siguen abiertos, no vendan en estos tiempos ropa interior, y que se fije una fecha nacional para el inicio de las rebajas. Pretenden impedir que, nada más reabrir, las grandes cadenas lancen ofertas que dejen sin margen de beneficio a los pequeños comercios que, como el de Tran, no pueden competir con esos precios para deshacerse de sus existencias.
“Es una manera de manifestar nuestro hartazgo general. Esto no es solo para hacer sonreír, queremos llamar la atención sobre la situación crítica que viven hoy cientos de tiendas de ropa interior obligadas a cerrar por no ser consideradas comercios esenciales”, señala Tran, de 36 años, y que abrió hace algo más de cuatro su coqueta tienda de lencería en el barrio Pigalle de París, no muy lejos del famoso cabaré Moulin Rouge.
Su negocio está al lado de una tienda de DVD y discos que sigue abierta pese al confinamiento. Al contrario que las lencerías, las disquerías sí han sido consideradas esta vez como “comercios esenciales”, al igual que las librerías y las chocolaterías o tiendas de flores. Algo que no comprende el sector de ropa interior. “¿Qué pasa con las bragas? ¿No son una cuestión de higiene y protección? ¿No es lo primero que nos ponemos por la mañana a la hora de vestirnos?”, se preguntan las activistas. “No entiendo por qué somos menos esenciales que los floristas. La situación es absurda”, se desespera Tran.
Desde el 3 de abril y al menos hasta el 3 de mayo, Francia vive su tercer confinamiento nacional. El cierre de comercios no “esenciales” afecta a 150.000 negocios en todo el país. Aunque el Gobierno prevé eliminar el límite de desplazamientos a diez kilómetros del domicilio a partir del 3 de mayo, hasta mediados de mes no comenzarán a reabrir probablemente las tiendas y, más progresivamente aún, los museos, teatros, cines, bares y restaurantes cerrados desde finales de octubre. Pero nada está aún escrito en negro sobre blanco. “La lista no es definitiva y podría hacerse en un marco territorializado (…) en vista del contexto sanitario aún frágil, debemos organizarlo por etapas, de manera forzosamente prudente y progresiva”, dijo Castex la tarde del jueves durante una rueda de prensa sobre la pandemia. Una promesa vaga e insuficiente, afirman Tran y otros comerciantes.
La angustia de las lencerías es compartida por muchos negocios, grandes y pequeños. Los presidentes de 12 federaciones de comerciantes y de más de 150 grandes marcas francesas firman este jueves una tribuna en Le Parisien reclamando que, como tarde, se les permita reabrir el 10 de mayo. “Se ha sobrestimado la solidez de nuestras marcas”, dicen. “Tras haber perdido más del 20% del volumen de negocios en 2020, ya hemos perdido en lo que va de año más del 30% de la actividad y cada semana de cierre empobrece y fragiliza nuestras redes de distribución”, señalan. Para Tran, que dice que sigue sin respuesta de Castex, lo que está en juego es mucho más que un negocio concreto. “Si cierran los pequeños comercios, los centros de las ciudades morirán”, advierte.
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