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En la tierra prometida de los vacunados contra la covid

El corresponsal de EL PAÍS en Jerusalén recibe la inoculación contra el virus junto a otros periodistas extranjeros. Una tercera parte de los israelíes han sido inyectados ya con la primera dosis de Pfizer

Juan Carlos Sanz
Varios ciudadanos esperan para ser vacunados contra la covid, el pasado 24 de enero en Jerusalén.
Varios ciudadanos esperan para ser vacunados contra la covid, el pasado 24 de enero en Jerusalén.MENAHEM KAHANA (AFP)

“Hola. Me llamo Heba”, se presenta con una sonrisa, jeringuilla en ristre, en el hospital Assaf Arofeh, al sur del área metropolitana de Tel Aviv. “¿Tiene alguna alergia?”, interroga con suavidad en la ajetreada sala de inyecciones mientras extrae una dosis del vial de Pfizer-BioNTech. Su nombre significa “don divino” en árabe. Como una de cada cuatro enfermeras del sistema de salud público, es una israelí de origen palestino. “Siéntese aquí”. Prosigue su amable rutina. “¿Cuál es su brazo dominante, el derecho?”.

La llovizna empapaba al mediodía del pasado jueves la carpa de recepción del centro de vacunaciones del hospital. Sin dejar de mirar el móvil, decenas de treintañeros del Gush Dan, corazón urbano del Israel profundo, diestros en chutzpá o desfachatez, adelantaban posiciones en la cola ante los impávidos periodistas extranjeros, recién llegados de Jerusalén. Guardias con la sobrechaqueta negra de manga corta que uniforma —en el cercano aeropuerto Ben Gurion o en los puestos de control que jalonan Cisjordania— a la seguridad privada observaban complacidos el descarado sorpasso. “¿Pasaporte? ¿Autorización? ¿De dónde viene? ¿Eh?”. Lo de costumbre.

—“Me llamo Carlos, soy de Sefarad”.

—“Descúbrase el hombro izquierdo”, solicita la enfermera Heba antes de inocular la primera inyección contra la covid-19, que llega de su mano como un regalo del cielo.

Más de tres millones de israelíes, una tercera parte de la población, han recibido ya la primera dosis en poco más de un mes de campaña de vacunación. De ellos, más de la mitad (un 19%) han sido inoculados con la segunda y definitiva en una acelerada carrera sin parangón global. El Estado judío aspira a alcanzar una inmunidad de rebaño frente al coronavirus, mediante la vacunación de más de las dos terceras partes de todos sus residentes entre finales de marzo y el mes de mayo.

Se trata de un “ensayo clínico masivo”, en palabras del analista científico de EL PAÍS Javier Sampedro, para “saber si los vacunados, además de librarse de los síntomas más graves de la covid, propagan menos el virus”. Un informe preliminar, aún no revisado a fondo por expertos, difundido el viernes por el Ministerio de Sanidad apunta a que solo se han registrado 317 contagios por covid entre los primeros 715.427 israelíes que recibieron las dos dosis de Pfizer: una tasa de infección del 0,044%.

Vacunación del periodista de EL PAÍS Juan Carlos Sanz en Israel
Vacunación del periodista de EL PAÍS Juan Carlos Sanz en Israel

Nadie parecía sentirse como un conejillo de indias en el hospital Assaf Arofeh, donde los datos médicos quedaron registrados para ser cedidos a la compañía farmacéutica fabricante. Los reclusos extranjeros en las cárceles de Israel, entre ellos más de 4.000 palestinos, han comenzado a ser vacunados. Entre otros colectivos con residencia habitual, los periodistas internacionales también han sido incluidos en la llamada Operación Volver a Vivir del Ministerio de Sanidad, en aras de la inmunidad de grupo.

Las vacunaciones se desarrollan en medio del caos organizado que caracteriza la vida cotidiana en Israel. Colas que parecen interminables se agilizan en minutos. “Rellene este formulario. Siga. Ahora registramos en el ordenador sus datos personales. Pase a la zona donde está la enfermera. Ya está. Ahí al fondo le darán cita para la segunda dosis dentro de tres semanas. ¿No tiene seguro sanitario local? No se preocupe, no hay que pagar nada. Recibirá un SMS con el número de lote de fabricación por si se produce una reacción adversa...”. Suena un mensaje entrante en el móvil.

El sistema sanitario universal, gestionado a través de mutualidades sin ánimo de lucro; una base de datos informática de última generación con el historial de cada paciente, y cierta disciplina castrense, que a muchos evoca los largos años de servicio militar obligatorio para hombres y mujeres, son algunas de las causas del éxito de la vacunación en Israel. Haber pagado presumiblemente el doble que en la UE o EE UU por cada dosis y la cesión de los datos de millones de pacientes también ha servido para que Pfizer-BioNTech se haya comprometido a suministrar 10 millones de dosis antes de fin de marzo, cuando están convocadas unas elecciones legislativas cruciales para el primer ministro, Benjamín Netanyahu. A estos envíos se sumarán otros seis millones de la vacuna de Moderna y un número indeterminado de las de AstraZeneca y otros laboratorios.

Israel puede estar a las puertas de acumular un excedente de vacunas. En los últimos días, la afluencia a los centros sanitarios ha comenzado a ralentizarse, a pesar que el Gobierno ha prorrogado hasta el viernes un confinamiento general que dura ya tres semanas y mantiene cerrado, al menos hasta el domingo, el aeropuerto Ben Gurion, puerta de entrada al país.

El ministro de Sanidad, Yuli Edelstein, ha reiterado que garantizará primero el suministro para sus ciudadanos: “Luego veremos si hay suficientes vacunas para compartir con nuestros vecinos más próximos. Que los palestinos se encuentren en una mala situación (sanitaria) va en contra de nuestros intereses”. La Autoridad Palestina va a recibir 5.000 dosis de Moderna del Gobierno israelí esta semana, según la prensa hebrea. La Organización para la Liberación de Palestina ha exigido a Israel que, como potencia ocupante desde 1967, se haga cargo de las vacunaciones en Gaza y Cisjordania. El Gobierno israelí sostiene que tras los Acuerdos de Oslo de 1993 la Autoridad Palestina es responsable de su propio sistema sanitario.

La inyección produce una sensación cercana a vislumbrar la salida del túnel. Pero uno no acaba de dormir bien tras la vacunación. Y no deja de pensar en familiares y amigos, que pugnan por mantenerse a salvo del virus desde hace cerca de un año. O en los compañeros del diario que trabajan sin inmunización aun, por ejemplo, para desvelar las tretas comerciales de las farmacéuticas o las trampas de altos cargos que se saltan la prelación de los grupos de riesgo. O en quienes padecen con mayor crudeza las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia. La fortuna de ser un reportero extranjero en la tierra prometida de los vacunados no basta para conciliar el sueño en medio de esta inacabable pesadilla.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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