Fuente: Banco Mundial y Ayuntamiento de Tel Aviv
Fuente: Banco Mundial y Ayuntamiento de Tel Aviv
Fuente: Banco Mundial y Ayuntamiento de Tel Aviv
La relación entre el vecino y la municipalidad ha convertido a Tel Aviv en un referente de urbe avanzada más allá de las soluciones tecnológicas
Texto: Juan Carlos Sanz | Fotos: Edward Kaprov / Tel Aviv (Israel)
“Hace cinco años hicimos una encuesta entre los vecinos para ver cómo se sentían en su ciudad. Casi todos dijeron que les encantaba vivir en Tel Aviv, pero se mostraron muy críticos con el Ayuntamiento y su burocracia”, relata Eytan Schwartz, director de Tel Aviv Global, la empresa municipal que pilota el tránsito de la principal urbe económica y cultural de Israel hacia el modelo de ciudad inteligente. “Desde entonces intentamos escuchar a los ciudadanos”.
Con 426.000 residentes y rodeada por una zona metropolitana de 3,6 millones de habitantes (lo que equivale a más del 40% de la población del país), Tel Aviv se convirtió en referente para el desarrollo tecnológico urbano cuando recibió el premio al mejor proyecto de ciudad en el Congreso Smart City Expo celebrado hace dos años en Barcelona. La ciudad costera israelí cuenta, por supuesto, con cámaras que regulan el tráfico y vigilan la seguridad, y dispone de wifi gratis en dependencias oficiales, grandes calles y hasta en la playa. Hay sensores de paso y sistemas de identificación de matrículas en los aparcamientos municipales para gestionar el pago desde el móvil, y un GPS local para geolocalizar los servicios que ofrece el Ayuntamiento y poder seguir el plan de ordenación urbanística. Pero su joya de la corona como ciudad inteligente es una simple tarjeta de plástico con una banda magnética que encarna el programa Digi-Tel: la plataforma de comunicación entre los vecinos de Tel Aviv y sus regidores.
Desde la azotea de la torre del Ayuntamiento, varios vecinos asisten al atardecer a una clase de yoga en un ambiente de mística concentración ante un sky line urbano de rascacielos en Oriente Próximo. Varias plantas más abajo, otro grupo participa en una sesión de zumba dance en los pasillos de las oficinas para mantenerse en forma. “La tarjeta no es la cuestión central, es solo una oferta de incentivos y ventajas para que los ciudadanos se incorporen a los canales de comunicación con la municipalidad ”, aclara Zohar Sharon, jefe del proyecto e ideólogo del programa Digi-Tel. “Les invitamos a venir a bailar o a meditar al Ayuntamiento, pero también disponemos de herramientas virtuales para, por ejemplo, enviar por mensajero al domicilio de los vecinos la etiqueta adhesiva de aparcamiento en su barrio sin que tengan que venir a hacer cola”, detalla Liora Shechter, directora de los servicios informáticos municipales.
Tel Aviv es una ciudad de grandes contrastes. Incluye los distritos más lujosos de todo Israel, pero también alberga barriadas deprimidas en las que viven 80.000 inmigrantes indocumentados, más de la mitad de ellos subsaharianos. Los permanentes atascos en las calles y en las autopistas de acceso son el reverso de la moneda de modernidad de Tel Aviv. La cultura urbana israelí, que exalta el uso del vehículo privado, no favorece las soluciones para mejorar la movilidad.
“El transporte es nuestra gran asignatura pendiente. En Israel es una competencia estatal, y los ayuntamientos apenas podemos influir sobre el servicio de trenes, administrado por una empresa pública del Estado, y los autobuses urbanos, gestionados por una cooperativa a escala nacional”, admite Eytan Schwartz. “No podemos atender directamente una petición vecinal para instalar una parada o desviar una ruta. Pero ya estamos construyendo una red de tranvías”, puntualiza. Las obras de la primera línea del llamado ferrocarril ligero acaban de iniciarse en pleno centro de la ciudad, lo que contribuye a agravar los atascos en horas punta. Jerusalén, que ya cuenta con este medio de transporte, se ha anticipado por una vez a la megaurbe de la costa.
Tel Aviv se vanagloria, sin embargo, de las innovaciones para mejorar el diálogo con sus vecinos. Más de 140.000 personas mayores de 13 años (un 60% de la población a la que va dirigido el programa) se han registrado como miembros del Club de Residentes Digi-Tel después de haber comunicado sus datos personales y familiares, así como sus aficiones y preferencias. “Es mucho más que la típica tarjeta municipal”, aclara Schwartz, “es una web personalizada y una plataforma de comunicación diseñada de forma individual para cada ciudadano, a quien se le ofrecen informaciones y servicios de su interés”. La iniciativa proporciona una conexión directa entre entre el municipio y un vecino concreto al avisarle, por ejemplo, de la existencia de una obra en su ruta habitual de casa al trabajo, o localizando el aparcamiento de bicicletas de servicio público de alquiler más cercano. Si tiene hijos en edad escolar, le recuerda los plazos de matrícula en los centros educativos. Y si le interesa el teatro recibe ofertas de descuentos de última hora de hasta el 75% de precio oficial en espectáculos que no han agotado sus localidades.
El mensaje es de ida y vuelta. Los ciudadanos también pueden informar al Ayuntamiento de las averías en servicios públicos, y enviar una fotografía con la localización de la incidencia incorporada. A cambio son informados en tiempo real sobre el estado de la reparación. Tel Aviv ha abierto también sus bases de datos al público, siempre que ello no suponga una violación del derecho a la intimidad, y ofrece gratuitamente acceso al sistema iView: un GPS con aplicaciones específicas sobre los servicios que gestiona la municipalidad.
Unos 160 funcionarios locales de diferentes departamentos incorporan información a la plataforma a través de 90 páginas web. Un total de 400 trabajadores de los 8.350 empleados municipales cubren este servicio creado para intentar dinamizar la relación con los vecinos. “Son voluntarios, no reciben compensaciones económicas por ello al margen de su trabajo en su departamento habitual, aunque sí cuentan con algunos incentivos laborales”, explica Schwartz. Desde su entrada en servicio en 2013 y hasta el final de 2015 se han enviado 2,5 millones de correos electrónicos a los inscritos en el servicio. Las familias con hijos menores de edad y los pensionistas se presentan como los principales interlocutores del Ayuntamiento.
El titular de la tarjeta (y sus familiares) obtiene descuentos en servicios públicos en función de sus intereses declarados y abre la puerta de sus comunicaciones electrónicas al Ayuntamiento. Las bonificaciones en el alquiler de sombrillas y hamacas en las playas son algunas de las ventajas del servicio más populares, así como las entradas gratuitas para las piscinas municipales. Ahora Tel Aviv acaba de lanzar la tarjeta Digi-Tel Non Stop, en referencia al lema oficial de Ciudad que nunca se detiene, que integra los servicios a los vecinos con una tarjeta de crédito de elección del usuario como medio para acceder a los descuentos y efectuar pagos. Un 10% de los usuarios se han adherido ya a esta modalidad.
Tel Aviv se parece más a una ciudad californiana que a una urbe de Oriente Próximo. Liberal frente al conservadurismo de Jerusalén, es una población reciente, con apenas 107 años de historia, en la que casi todo huele a nuevo. Las protestas sociales que estallaron en Israel en el verano de 2011 tuvieron como epicentro sus calles. Cientos de miles de ciudadanos, jóvenes en su mayoría, se alzaron contra la carestía de la vida y los desmesurados precios de la vivienda, en un movimiento social emparentado con el de los indignados de la Puerta del Sol de Madrid. La clase política israelí, centrada habitualmente en la seguridad y el conflicto palestino, se vio desbordada por la magnitud del estallido social.
“Algo tuvo que ver el movimiento de los jóvenes indignados y sus campamentos en la avenida Rothschild (el gran eje de la arquitectura Bauhaus en Tel Aviv) con el nacimiento de este programa”, reconoce Zohar Sharon. “Es natural que los vecinos se resistan a facilitar información personal a los gobiernos, aunque sean locales. El temor a que surja una especie de Big Brother es razonable”, argumenta. “Pero necesitamos conocer a los residentes para poder ofrecer mejores servicios. Las redes sociales, sobre todo Facebook y Twitter, ya controlan nuestros datos, y no digamos las grandes corporaciones financieras y comerciales”, advierte Sharon, quien cree que los vecinos deben percibir que reciben una atención personalizada en lugar de lidiar con las trabas burocráticas. “La gestión de Digi-Tel es exclusivamente profesional”, sostiene, “y los responsables políticos no tienen acceso a las bases de datos. La plataforma no es un simple instrumento tecnológico, sino una herramienta de conocimiento”.
Un ejemplo de participación y comunicación con los ciudadanos. Para poner en marcha la revisión del plan general urbanístico y recoger las opiniones de los vecinos se organizaron 100 mesas redondas sectoriales, simultáneamente atendidas por otros tantos expertos en cada materia, en la plaza de Isaac Rabin. Es la gran explanada situada a los pies de la sede del Ayuntamiento, así llamada por ser el lugar donde fue asesinado en 1995 por un joven judío extremista el entonces primer ministro laborista israelí, que acababa de firmar los acuerdos de paz de Oslo con los palestinos.
La política municipal de Tel Aviv estuvo entroncada con la tradición laborista fundacional del Estado de Israel hasta la década de los setenta del siglo pasado, cuando se produjo un giro conservador que propició 25 años consecutivos de alcaldías del Likud (el partido que ahora lidera el primer ministro Benjamín Netanyahu). En 1998 fue elegido el actual regidor, Ron Huldai, quien recuperó el poder municipal para el laborismo. Las elecciones municipales tienen doble urna en Israel: en una se escoge directamente al alcalde y en la otra a los ediles. Tel Aviv tiene un consistorio con perfil de centro-izquierda aunque muy fragmentado, con partidos locales, ecologistas, animalistas, de los pensionistas… El grupo político más numeroso, con seis concejales, es el del partido de izquierdas pacifista Meretz.
El escritor Amos Oz, nacido en Jerusalén y vecino ahora de la urbe costera, generalmente crítico con la realidad social y política de su país, aseguraba en octubre de 2015 en una entrevista con EL PAÍS: “Tel Aviv es lo mejor que han hecho los judíos en Israel: una nueva ciudad surgida de la arena”. Por sus calles pasea cada madrugada el autor de Una historia de amor y oscuridad, premio Príncipe de Asturias de las Letras, antes de sentarse a escribir mirando al Mediterráneo en el horizonte.
La sabiduría de la ciudadanía intenta acceder mediante nuevas plataformas y canales de comunicación a los procesos de toma de decisiones en una ciudad que se pretende inteligente, sin dejar de ser compleja y controvertida. Se trata de un Tel Aviv que acogió a comienzos de junio a 200.000 asistentes al desfile del orgullo gay. La misma ciudad en la que un ataque armado causó cinco días después cuatro muertos y seis heridos en un restaurante situado en una zona de ocio de lujo.
También es una urbe que abarca el territorio con la mayor concentración de empresas tecnológicas innovadoras después de Silicon Valley. Un entorno en el que nació, por ejemplo, Waze, la aplicación para móviles que actúa como un navegador interactivo de la comunidad de conductores, adquirida por Google por 1.000 millones de euros en 2013. La implantación masiva de los móviles inteligentes y una oferta de tarifa plana de voz y datos que los operadores ofrecen desde unos 20 euros mensuales han contribuido sin duda al éxito de Digi-Tel. Tel Aviv también tiene sus paradojas: el Ayuntamiento fomenta los más modernos viveros de start ups, y al mismo tiempo matiene una red de antiguos refugios ante la amenaza de bombardeos aéros o ataques con misiles, algunos habilitados en los aparcamientos subterráneos municipales.
“Tel Aviv no pretende limitarse a invertir en la tecnología más moderna, sino levantar las barreras existentes entre el municipio y sus vecinos”, reza la declaración fundacional de Tel Aviv Global, que contempla la ciudad como un organismo vivo y, por lo tanto, impredecible. En un reciente artículo de opinión en Planeta Futuro, el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí advertía del peligro de que las ciudades inteligentes —diseñadas a veces en función de los intereses económicos de las grandes empresas tecnológicas— pueden representar para el futuro de la democracia, al establecer un control excesivo sobre la ciudadanía y ser utilizadas por los políticos para tomar decisiones, amparándose solo en los datos. Tel Aviv aspira, según destacan sus responsables municipales, a aprovechar la tecnología para adaptarse a la complejidad urbana en vez de limitarse a diseñar entornos perfectamente ordenados y predecibles. Su objetivo declarado es una ciudad para los vecinos, con una administración al servicio del ciudadano en un entorno sostenible y atractivo de modernidad que consolide su estatus de centro financiero y cultural.
Tel Aviv ha creado un nuevo servidor con tecnología propia, desarrollada por técnicos municipales en la plataforma Digi-Tel Web para definir las necesidades de los telavivienses e informar sobre sus preferencias. Espera poder ofrecer a otras localidades israelíes y del mundo, a través de un acuerdo con la compañía informática TSG, acceso a un servicio en la que se han invertido cinco millones de euros de las arcas locales.
“Todos los residentes registrados en el programa reciben un SMS o un email en su teléfono cuando se detecta una avería en el suministro de agua en su zona”, detalla Liora Shechter, que antes de dirigir el departamento informático municipal alcanzó el grado de teniente coronel de la Fuerza Aérea tras 21 años de servicio en investigación y desarrollos tecnológicos militares. “No tenemos policías municipales en Israel, aunque sí contamos en Tel Aviv con un cuerpo de vigilantes en patrullas locales a los que movilizamos en caso de se detecte una emergencia social por una alerta en Digi-Tel”, desvela la mujer que encarna el cerebro del proyecto estrella y que bien podría estar al frente de un gran empresa de innovación tecnológica con una alta retribución. “Yo me dedico a esto”, replica con voz de mando, “porque me gusta mi ciudad”.