Fuente: Ayuntamiento de Davao y ONU Habitat
Fuente: Ayuntamiento de Davao
Fuente: Ayuntamiento de Davao
Datos medios por año entre 2010 y 2015. Fuente: Policía Nacional de Filipinas
Fuente: Ayuntamiento de Davao
Davao presume de ser verde, limpia y segura, pese a que también tiene sus sombras. La Unesco la ha elegido como laboratorio para la prevención de los desastres naturales que amenazan a la región por el cambio climático
Texto: Pablo Linde | Fotos y vídeo: Gabriel Pecot / Davao (Filipinas)
Los davaoeños cuentan orgullosos las peripecias del que hasta hace unas semanas era su (controvertido) alcalde, ahora elegido presidente de Filipinas. Hace unos meses, Rodrigo Duterte, exregidor de esta ciudad de 1,4 millones de habitantes al sur del país, tuvo noticia de que un turista estaba fumando en un espacio público, incumpliendo así la estricta normativa antitabaco del municipio. El alcalde se personó en el lugar donde el forastero daba largas a los policías que le instaban a apagar el cigarrillo, so pena de una multa de 10.000 pesos filipinos (unos 190 euros), e hizo tragarse la colilla al imprudente infractor. Literalmente.
La anécdota, publicada en varios medios locales y confirmada por los portavoces del propio alcalde —aunque dado el perfil del político nunca se sabe dónde acaba la realidad y dónde empieza la leyenda— es una buena metáfora de lo que es Davao: una ciudad segura (para los estándares del país), limpia y considerablemente verde cuya armonía descansa bajo la mano dura y el estricto cumplimiento de las normas. Algunos la conocen como la Singapur filipina, tanto por los métodos empleados para conseguir una ciudad habitable como por sus resultados. “Somos disciplinados, por eso aquí todo funciona bien”, resalta Fretchie, una ciudadana de 31 años que se enorgullece de que en su ciudad los taxistas devuelvan el cambio exacto o de poder circular en jeepney —el transporte público más popular del país, consistente en vehículos con capacidad para una docena de pasajeros que realizan rutas urbanas— a cualquier hora del día o de la noche sin temor a ser atracada.
Orden, paz y limpieza son las batallas, para algunos ya ganadas, de una ciudad que se enfrenta a un nuevo reto: el cambio climático. Mitigar los efectos de las cada vez más frecuentes tormentas e inundaciones son nuevos esfuerzos que se suman a los tradicionalmente enfocados a mantener segura a la principal capital de Mindanao, la isla más conflictiva de Filipinas, sumida en una guerra civil que Davao ha conseguido dejar fuera de sus límites (a base de métodos no siempre ortodoxos). El bienestar de sus habitantes pasa ahora por mantener el tipo ante las riadas y conservar una de las joyas de su corona: el abastecimiento un agua potable cuya calidad no es fácil encontrar en la región
Hasta hace no mucho, los tifones eran más bien cosa del centro y norte de Filipinas. A la isla de Mindanao apenas llegaban los restos de las tormentas y su extremo sur se encontraba prácticamente a salvo de las consecuencias más devastadoras de desastres climatológicos que convierten al país en uno de los más vulnerables a la violencia de la naturaleza. Era así hasta 2012, cuando el tifón Pablo golpeó de lleno Davao. Desde entonces, las lluvias torrenciales están comenzando a “provocar traumas” a la ciudad, en palabras de Anthony C. Sales, director del Departamento Regional de Ciencia y Tecnología (DOST, por sus siglas en inglés).
Aunque las secuelas no son tan graves como en otras latitudes, el hecho de que solo alguno de los alrededor de 20 tifones que pasan anualmente por Filipinas roce una zona como esta puede aparejar calamidades de distintos tipos: riadas, desprendimiento de tierras inundaciones, destrozo de viviendas. Y todo en un lugar no muy acostumbrado a lidiar con estas catástrofes, con lo que los sistemas de monitorización y evacuación no están, a priori, tan desarrollados como los de sus vecinos del norte.
El caso de Davao no es único. Muchas islas de la región se enfrentan a esta novedad climática, así que la Unesco está tratando de poner en marcha programas piloto para identificar las mejores prácticas y paliar así sus efectos. Las colaboraciones que venían desarrollando con Davao hicieron que la eligieran base de un proyecto que trata de recabar datos científicos sobre las amenazas y las posibles respuestas. “Muchos lugares en el sur de Asia, incluso en Australia, se están enfrentando a estos fenómenos. Davao cuenta con una muy buena movilización social, una integración de varias instituciones con las que llevamos tiempo trabajando, que la convertían en un laboratorio adecuado”, subraya Shahbaz Khan, director de la oficina científica de la Unesco en Asia y el Pacífico.
Esta colaboración público privada la representa Help Davao, una red que integra a organizaciones no gubernamentales, la Universidad pública, el Ayuntamiento y el propio DOST, que depende del Gobierno estatal y se encarga de implementar el programa piloto. En una primera fase han empleado todos los medios a su alcance para medir cuáles son las zonas más propensas a ser afectadas, sobre todo por riadas y corrimientos de tierras, los dos fenómenos más probables en la ciudad. Han instalado medidores de nivel en los principales ríos y cuentan con el apoyo de un plan gubernamental que ha escaneado mediante láser todo el valle que forma la ciudad con una avioneta. De esta forma, conocen al milímetro su orografía y, mediante programas informáticos, pueden efectuar simulaciones de lo que sucedería con distintos volúmenes de precipitaciones.
“Estamos haciendo un completo mapeo, localizando distintos tipos de plantaciones, asentamientos urbanos... Así, en tiempo de desastres tendremos identificado dónde está la gente y las áreas seguras adonde llevarla”, explica Sales. Otro posible escenario al que les puede conducir el cambio climático es el crecimiento del nivel del mar, por lo que también están localizando todos los recursos de agua y construyendo nuevos depósitos, que servirían además para evitar que una riada dejase sin este preciado recurso a la ciudad. Tras esta exhaustiva recopilación de datos, ahora trabajan para ponerlos en común y que los expertos puedan comenzar a diseñar propuestas y soluciones, que pretenden ser aplicables también a localidades con problemas parecidos.
Este programa contra los desastres no es el único por el que Davao puede ser una referencia en su entorno. El Banco Asiático de Desarrollo (ADB, por sus siglas en inglés) ha invertido un millón de dólares para estudiar un sistema de movilidad sostenible. La entidad no da detalles de lo que hasta ahora es un estudio previo. De momento se centra en conocer cuáles son las fórmulas más eficaces para implementar un transporte público “moderno, eficiente y asequible que represente un ejemplo replicable en toda Filipinas”.
Las contradicciones a la hora de afrontar los problemas medioambientales son una constante en las ciudades en países en desarrollo. Los retornos a largo plazo que suelen aportar las inversiones en políticas verdes no casan siempre bien con necesidades apremiantes de sus poblaciones. Davao no es una excepción. A pesar de que muchas medidas van destinadas a preservar la naturaleza, reducir emisiones y luchar contra la deforestación, una contaminante central de carbón es la que la abastece de electricidad. “El Ayuntamiento trata de paliar esto con una política que obliga a plantar árboles por actividades que generan polución”, explica Elisa P. Madrazo, técnica del área de recursos naturales del consistorio. La carbonera, por ejemplo, tiene la obligación de plantar más de dos millones de semillas. El plan de reforestación, que combina las aportaciones privadas con otras públicas, se está implementando sobre todo en entornos periurbanos, antaño repletos de árboles que frenaban las riadas. El objetivo es plantar 100.000 árboles y arbustos al año.
Estas y otras son las iniciativas que tratan de mantener y potenciar el verde que trufa las calles de esta ciudad filipina. Gracias, en parte, a la normativa que obliga a reservar al menos un 10% de cada nueva construcción a zonas verdes. Replantación de manglares, invernaderos urbanos, la prohibición del tabaco, los controles rutinarios de emisiones en los coches son parte de sus esfuerzos medioambientales, que mezclan políticas públicas con iniciativas más concretas que tratan de ser el ejemplo que cunda entre instituciones y empresas para tener una ciudad más sostenible. En las propias instalaciones del DOST han puesto en marcha un sistema de filtrado de aguas sucias que las convierte en potables a través de diferentes materiales con capacidad de recuperar 50.000 litros. En el Ateneo de Davao, la principal universidad de la isla, han instalado un sistema de energía solar que cubre el 30% de sus necesidades. Con una inversión inicial de 260.000 euros, será rentable en cuatro años. Pero esta fuente está muy lejos de ser, no ya mayoritaria, sino al menos frecuente en los edificios de la urbe.
Más acuciante que la preocupación por el medioambiente, en Davao prima la de la seguridad. La mayoría de las tasas de criminalidad —en descenso en los últimos lustros— están por debajo de las de las grandes capitales filipinas, aunque todas ellas superan la media del país. Más de 170 cámaras de vigilancia rastrean los movimientos en las principales calles. El Ayuntamiento usa la tecnología para escrutar desde las amenazas terroristas que son frecuentes en los alrededores —atentados, bombas, secuestros—, hasta el cumplimiento de su restrictiva normativa contra el tabaco, una verdadera obsesión en la ciudad. El moderno centro de emergencias del 911 es otro de los orgullos locales: un complejo donde se concentran los equipos de asistencia, con dos salas llenas de monitores: una que supervisa el tráfico y otra que vela por la seguridad ciudadana y el cumplimiento de las normas cívicas.
Más allá de las suspicacias que pueda levantar este Gran Hermano, la seguridad de la que presumen los davaoeños está manchada de sangre. El escuadrón de la muerte de Davao es un grupo que ha operado durante más de tres lustros y ha asesinado a más de un millar de personas, en su mayoría delincuentes, traficantes o drogodependientes. El papel del alcalde Duterte en las ejecuciones extrajudiciales no parece ser menor. Comenzó a actuar durante su mandato y muchos sugieren que es el propio alcalde el que estuvo detrás. “Es muy difícil encontrar las pruebas que apoyen esta afirmación, pero todo el mundo sabe que Duterte lo ha apoyado, si no es el cabecilla de este grupo”, explica José Luis Martin C. Gascón, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Filipinas.
La Asamblea General de Derechos Humanos de la ONU acusó en abril de 2009 al regidor de “no haber hecho nada” para prevenir estos asesinatos. “Sus comentarios públicos sugieren que, de hecho, los apoya”, reza el escrito. Se refiere a declaraciones como esta que Duterte realizó ese mismo año: “Si estás cometiendo una actividad ilegal en la ciudad, si eres un delincuente o parte de una organización que hace daño a la gente inocente de la ciudad, mientras yo sea alcalde, tú serás un objetivo legítimo de asesinato”.
Duterte, que tiene el sobrenombre de El Descuartizador o El Castigador, no está precisamente preocupado por la imagen que proyecta. Más bien al contrario. Los habitantes de su ciudad, o bien justifican los asesinatos —“Mata a quienes lo merecen”—, o prefieren mirar para otro lado en pos de una supuesta paz social. En las calles de Davao se ven con frecuencia camisetas de apoyo, que se venden en tiendas y en el propio aeropuerto como souvenir. También carteles, más allá de los electorales, que los particulares cuelgan en viviendas y comercios para mostrar su sintonía con el hasta ahora regidor. En uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad, un enorme cartel da la bienvenida: Duterte city.
Esta imagen de tipo duro la explotó el ahora presidente para ganar las elecciones del pasado 9 de mayo, profiriendo frases como estas: “Cuando venza daré órdenes a la policía y al ejército de buscar a esa gente y matarlos a todos”, “Olvidad las leyes de derechos humanos”, “Voy a descuartizar criminales delante de ustedes si así lo desean” o “Mataría a mis propios hijos si fueran drogadictos”.
El apoyo de sus conciudadanos se extendió por el resto del país. Uno de los activistas que ha mostrado más oposición a Duterte, antaño miembro de una organización de derechos humanos, confiesa que no entiende el carisma del ahora presidente: “Incluso entre quienes luchábamos contra él, hoy la mayoría le apoyan”, relata en una cafetería de la periferia para pasar desapercibido. “Cualquiera visto en mi compañía puede correr peligro”, dice este opositor que hace más de 10 años dejó de contar los muertos por el escuadrón de la muerte para dedicarse a otras actividades que le granjean menos quebraderos de cabeza.
Pero incluso una persona como él, enemigo acérrimo del regidor, reconoce que Davao tiene sus partes positivas. Limpieza, seguridad, orden son características que nadie le discute a la tercera ciudad de Filipinas. Otra cuestión es si merece la pena pagar el precio que ha costado conseguirla. A la mayoría de los davaoeños sí, orgullosos de ello.