Retratos de Wuhan, una ciudad en cuarentena vista desde dentro
La ciudad china, epicentro del coronavirus 2019-nCoV, cumple una semana de aislamiento. El corresponsal de EL PAÍS retrata su extraña cotidianidad
Hace siete días que el Gobierno chino decidió cortar los vínculos que unían a Wuhan con el resto del mundo. La ciudad permanece cercada desde entonces, como un modo de luchar contra la expansión del coronavirus 2019-nCoV que surgió allí y que ya se ha convertido en una epidemia global. Este patógeno recién descubierto ha probado ser más contagioso que el SARS, cuyas cifras de infecciones en China ya ha superado, aunque menos mortal. Mientras tanto y pese a todo, la vida en el interior de Wuhan continúa.
Un vuelo de ida casi vacío
Apenas una decena de pasajeros, todos con mascarillas. El miércoles 22 de enero este avión era uno de los últimos con destino a Wuhan. Acabaría siendo uno de los últimos sin más, pero eso nadie lo sabía entonces. El brote del coronavirus ya había estallado, pero la ciudad, de 11 millones de habitantes, no quedaría cerrada hasta el día siguiente. A bordo iba Xian Pin, quien se dirigía a la ciudad a causa de un compromiso profesional. “Es muy importante, si fuera cualquier otra cosa no se me ocurriría haber venido. He optado por limitar mi viaje al máximo, por lo que mañana volaré de vuelta a casa. Estoy muy preocupado”.
Supermercados bajo mínimos
Una de las primeras consecuencias del bloqueo fue la avalancha de personas que pusieron rumbo a supermercados y centros comerciales en busca de productos con los que aprovisionar sus despensas ante un cierre sin fecha de caducidad. Tan codiciadas como los alimentos eran las mascarillas, consideradas como la protección más importante y cuyo uso es obligatorio en espacios públicos. La gente hacía cola en las farmacias para adquirirlas, hasta que se agotaron.
"En el camión llevo mascarillas"
Para evitar el desabastecimiento, el Gobierno puso en marcha un canal especial de suministros que llegan a la ciudad en camiones como el de la foto. Este en concreto venía de una localidad vecina de la provincia de Hebei. “En el interior llevo artículos de primera necesidad y mascarillas”, explicaba su conductor, un chico joven. El Gobierno también estableció un control de precios para evitar la especulación.
Año nuevo chino sin salir de Wuhan
El cierre de la ciudad afecta a un gran número de personas. A muchos les sucede como a este hombre, dueño de un puesto de comida callejera. Durante las vacaciones del año nuevo chino no pudo regresar a su lugar de origen. Para mejorar la higiene se lava en el baño público de la esquina. “¡Wuhan jiayou!”, gritaba al despedirse. ¡Ánimo Wuhan!, una expresión de aliento que se ha popularizado entre la población.
Termómetros en la recepción del hotel
Los controles de temperatura se han convertido en algo habitual en la ciudad. Armada con un termómetro digital, esta empleada de hotel debe examinar “a todas y cada una de las personas” que entran en el edificio. ¿Qué ocurre si la lectura de alguno de sus huéspedes indica fiebre? “No tendríamos más remedio que alertar a las autoridades”.
Los sanitarios trabajan sin descanso
La situación en los hospitales de Wuhan pronto comenzó a ser dramática. El personal sanitario en primera fila pone en riesgo su salud, trabajando sin descanso y con medios insuficientes. El lunes 27 falleció el primero de ellos, el cardiólogo Liang Wudong, infectado mientras atendía a los enfermos. Las redes sociales chinas ya los han bautizado como baise tianshi: los ángeles blancos.
Regalos y comida en los hospitales
Durante dos horas al día algunos hospitales permiten que los familiares de los infectados acudan a consultar el estado de salud de sus seres queridos, con quien no tienen ningún modo de mantener el contacto. Aprovechan también para hacerles llegar regalos y comida.
Un hospital nuevo de la nada
A las afueras de la ciudad, el plan es construir en tan solo 10 días un hospital de 1.000 camas. Un grupo de obreros espera la camioneta que los recoge para llevarlos hasta la zona de construcción. Varios cargan pequeños colchones enrollados, lo que hace pensar que pasarán la noche en algún lugar cercano a la obra. Los operarios como ellos están cobrando hasta tres veces su salario habitual, pero el ritmo de trabajo no permite un momento de respiro. Uno de ellos reconoce que, aunque son conscientes de la importancia de su labor, “las condiciones son muy duras”.
Perros abandonados en la ciudad
Por la calle aparecen a menudo perros, algunos con collar y pelo cuidado, deambulando solos. La ansiedad por evitar cualquier posible fuente de contagio ha provocado una ola de abandonos de mascotas en Wuhan.
En bicicleta por la ciudad fantasma
Esta semana, las autoridades profundizaron el bloqueo de la ciudad al prohibir el tránsito de vehículos privados. Con esta medida, el Gobierno busca limitar al máximo la movilidad de los ciudadanos, una mayoría de los cuales opta por guarecerse en el interior de sus casas. Wuhan ha quedado convertida en una ciudad fantasma.
Wuhan, en pleno auge económico
Wuhan es la novena ciudad más poblada de China, con 11 millones de habitantes. Como todos los grandes núcleos urbanos del país, combina arquitectura moderna con construcciones humildes. Una desigual mezcolanza estilística que refleja el vertiginoso crecimiento económico que el país ha experimentado en las últimas décadas.
Fe en el Gobierno
La mayoría de los wuhaneses tienen fe en la capacidad de las autoridades para hacer frente a esta crisis y apoyan la medida de cerrar la ciudad. Los residentes se limitan a extremar las precauciones y aguantan los inconvenientes con estoicismo. Los colegios han alargado las vacaciones y permanecen cerrados hasta nueva orden.
La vida sigue después del coronavirus
Pese a estar aislada del resto del mundo y amenazada por un virus desconocido, la vida en Wuhan sigue. Y para algunos se parece mucho a la de antes.