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El logro de una “roja de la cuenca minera”

Cuando aún estaban en la oposición, la socialista María Luisa Carcedo se conjuró con varios compañeros para sacar adelante la ley de eutanasia

La diputada del PSOE María Luisa Carcedo en el Congreso de los Diputados en Madrid.
La diputada del PSOE María Luisa Carcedo en el Congreso de los Diputados en Madrid.Andrea Comas

Igual que se conocen la ley Wert, la Corcuera o la Celaá, la norma que regula la eutanasia, aprobada el jueves en el Congreso de los Diputados (falta que la ratifique el Senado, lo que se da por hecho dada la minoría de PP y Vox en la Cámara) bien podía llamarse ley Carcedo. Porque ha sido la responsable de políticas sanitarias del PSOE, María Luisa Carcedo, la que se ha echado a la espalda llevar a su partido en cuatro años de votar contra una propuesta de Izquierda Unida al respecto a plantear y sacar adelante una ley que vuelve a situar a España entre los pioneros del mundo —será el sexto con una ley que regule la eutanasia, tras Holanda, Bélgica, Canadá, Luxemburgo y Nueva Zelanda— en reconocer por ley un derecho. En este caso, el de recibir ayuda para morir cuando se está en una situación irreversible de sufrimiento intolerable.

“Todavía estábamos en la oposición, antes de la moción de censura, cuando María Luisa formó un grupo para redactar esta ley”, recuerda José Martínez Olmos, quien fue secretario general de Sanidad entre 2005 y 2011, prácticamente en todos los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, y miembro de aquel equipo que en dos años cambió la postura del partido ante un tema espinoso. “María Luisa estaba convencida de que la sociedad había cambiado y aprobaba la ley, y que nosotros teníamos que cambiar con ella”. Lo consiguió sin dejar rezagados, y hoy lo más que se escucha entre algunos socialistas es lamentos por no haber liderado la lucha por legalizar la eutanasia antes.

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Salvo para los asturianos, los miembros del aparato socialista y cargos intermedios de la Administración, Carcedo era prácticamente una desconocida hasta que Pedro Sánchez la nombró primero comisionada para la Pobreza Infantil, y, después de la dimisión de Carmen Montón por el caso de su máster, ministra de Sanidad. Pero no era precisamente una recién llegada. Nacida hace 67 años en Santa Bárbara (Asturias), aquella niña de apariencia frágil había demostrado desde bien pronto su fuerza. “Era una auténtica roja de la cuenca minera, con fuertes convicciones y un sentido de la justicia a toda prueba”, dice un periodista asturiano que la conoció en los ochenta, cuando Carcedo, después de trabajar de médica de familia en la pequeña localidad de Sotrondio y en un centro de salud de Gijón pasó a la actividad política. Entre 1984 y 1991 trabajó en la Consejería de Salud asturiana, fue diputada en la Junta General del Principado y consejera de Medio Ambiente y Urbanismo.

De su etapa en la Administración (además de sus cargos en Asturias fue directora de la Agencia Estatal de Evaluación de Políticas Públicas entre 2008 y 2011) Carcedo sacó un gran conocimiento de los engranajes del Estado y vio reforzada su idea de servicio. En el Ministerio de Sanidad, cuya titularidad ocupó entre 2018 y enero de este año, recuerdan la vez que le propusieron coger un avión para llegar a tiempo un lunes por la mañana a un acto en Madrid desde Asturias, donde había ido a pasar el fin de semana y a mantener el contacto con sus raíces, porque Carcedo siempre ha presumido de asturianía, “con acento del interior, no de la costa”. El viaje de ida lo había hecho en el coche oficial, y rechazó la posibilidad de volver en avión para que el vehículo no hiciera la vuelta de vacío: “Le parecía un derroche”.

Algunas de las personas que coincidieron con ella en el ministerio aún manifiestan su sorpresa al conocerla. Salvo el nombramiento de Faustino Blanco, otro veterano asturiano del PSOE, como secretario general de Sanidad, Carcedo heredó gran parte del equipo de Montón. “Empezó a trabajar con nosotros como si nada”. “Era incansable. Ella no era de los políticos que quieren que le pasen un resumen del tema para salir adelante con dos frases, prefería llevarse el tocho de 400 páginas a casa y estudiárselo. Tiene una gran solidez intelectual”, dice un excolaborador suyo. Esa profundidad también le jugó malas pasadas. En las ruedas de prensa, tendía a emplear más tiempo en explicar las bases ideológicas de lo que iba a anunciar que en contar lo que al final se resolvía. En los corrillos sanitarios aún se recuerda un desayuno organizado por el Foro Nueva Economía en el que dedicó más de 20 minutos a exponer las bases sociales, éticas y filosóficas del concepto de igualdad antes de explicar sus proyectos para el ministerio.

Sin embargo, el mayor logro hasta ahora de Carcedo no lo ha conseguido como ministra, sino como responsable de política sanitaria del PSOE en el Congreso. Ella ha sido la encargada de sacar adelante una ley de eutanasia que ya en 2018 consideraba que podía estar al nivel de impacto social de otras legislaciones socialistas, como las del matrimonio igualitario o la de violencia de género. Ya en la primera entrevista que dio como ministra, que fue a este periódico, lo expuso claramente: “Se trata de que la persona, con su libre conciencia, su albedrío, ideología y posición religiosa ante la vida y la muerte decide que ‘hasta aquí llegué, y no quiero sufrir más’, porque decide él, y el resto de servicios tiene que ayudarle”, dijo entonces. Un proyecto que ya está a un paso de ser realidad.

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