Historias en primera persona

“Estuve cinco días dentro de una morgue buscando el cuerpo de mi padre”

Retratos de la pandemia en América

“Hay cientos de personas que no saben si su familiar está enterrado donde les han dicho”

Flavio Arturo Ramos, un joven de 24 años, cuenta el drama que vivió cuando su padre murió en el pico de la pandemia en Guayaquil (Ecuador) y en el hospital perdieron su cadáver, que todavía no ha aparecido.

Mi padre era una persona muy recta, muy respetuosa. Era un excelente padre, nunca nos faltó nada en nuestra casa. Era un ejemplo, la verdad. Como yo, él también estudió Ingeniería Mecánica. Tenía 55 años, era relativamente joven y le gustaba mucho jugar tenis, la natación y estar con sus amigos.

¿Qué más podría decir de él? Siempre ayudaba a la gente. Lo más mínimo que sea, él estaba ahí para ayudar y eso es algo que me lo llevaré hasta los últimos días: la capacidad de ayudar al prójimo sin importar quién sea. Y más que nada él era el centro de la empresa familiar. Tenía sobre sus hombros una responsabilidad muy grande. Siempre lo supo administrar y siempre lo supo sacar adelante. Es muy dolida la forma en que se fue y que se haya ido.

Él falleció el 1 de abril por coronavirus y estamos con una lucha hasta el día de hoy para tratar de recuperar su cuerpo, que no lo hemos encontrado. Del 4 al 8 de abril que, si tú cuentas, son cinco días estuve buscando el cuerpo de mi padre en la morgue del hospital y después de eso también legalmente buscando solución.

Mi nombre es Flavio Arturo Ramos Ollague, tengo 24 años, estudio Ingeniería Mecánica, soy de la ciudad de Guayaquil, Ecuador. La primera vez que escuché hablar del coronavirus fue en los últimos días de diciembre que pasó todo lo de China. Estoy al tanto de las noticias y me enteré, pero no le presté tanta atención. En Ecuador, en febrero se registró la primera persona que tenía el virus que había llegado al país. Hicieron un cerco epidemiológico, como le llamaron, que no hizo nada.

Razonándolo bien, estoy más que seguro que ya estaba el virus aquí en el país. Mucha gente ecuatoriana vive en Italia y España, los países más golpeados en Europa. Muchos migrantes vinieron para las festividades o fueron hacia allá. Hay un primo mío que estudia en Italia. Cuando se dio cuenta cómo estaba la situación a principios de febrero cogió un vuelo de regreso a Guayaquil. Al momento que llegó acá, la supuesta seguridad sanitaria que había era una mesa con alcohol en gel y una persona sentada con una mascarilla. No te tomaban temperatura, no te preguntaban de dónde venías. Absolutamente nada. Estaban ingresando como si nada hubiese pasado. Creo que fue un factor fundamental para que tanto Guayaquil como el país en general sea uno de los más afectados de Sudamérica.

Yo me di cuenta de que la situación estaba muy mala en Guayaquil cuando mi papá se enfermó. Tenía que salir a comprar medicinas y sueros hidratantes y en las farmacias no había lo necesario para controlar un poco los síntomas: fiebre, diarrea, dolores de cabeza... No había paracetamol, estaba totalmente agotado. Pasé por más de ocho farmacias buscando las cosas. Ahí me di cuenta de que la situación estaba seria y me di cuenta más aún cuando mi padre empezó a necesitar oxígeno, el 27 o el 28 de marzo. Cuando fui a buscarlo pasé igualmente por 4 ó 5 locales y dentro de cada uno había unas 40 a 50 personas esperando oxígeno.

El 28 de marzo empezamos a llamar para poder internar a mi padre, pero todo estaba lleno. No había camas. La situación estaba muy seria. Lo que salía en las noticias en ese momento era solo el 20% de lo que pasaba. La realidad de la calle era mucho peor.

El 31 de marzo decidimos llevarlo al hospital: recorrimos todos los de la ciudad. Hay uno que se llama IESS Los Ceibos, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. En teoría tienen que atenderte si tú eres afiliado. Aquí, tú pagas 9% de tu salario al mes para tener una atención de salud. Mi padre llevaba 27 años aportando para que en el momento que nosotros fuimos a ese hospital no nos quisieron atender. Ese fue un golpe muy fuerte.

Fuimos a hospitales privados, a hospitales públicos, se nos seguía negando la atención. Pasamos por unos ocho hospitales. Nadie tenía camas, nadie tenía oxígeno. En la madrugada del 1 de abril llegamos al Hospital General Guasmo Sur. A regañadientes, prácticamente, entramos y me senté ahí hasta que lo atiendan. El escenario era devastador: en la sala de emergencias había dos personas tiradas en el suelo, fallecidas. Una con una funda y otra sin una funda. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? No tengo la más mínima idea, pero estoy más que seguro que más de media hora. Entonces uno se pregunta dónde están los camilleros, dónde están las personas que recogen a los fallecidos. ¿Dónde están, siendo también un hospital público?

Dentro de esa unidad de emergencia había un respirador y yo hablé con los doctores que estaban ahí. Me dijeron que no se podía hacer nada en el momento porque necesitaban a cuatro personas: al intensivista, al anestesiólogo y a dos doctores más para intubarlo. Yo les pregunté por qué no estaban ahí y me dijeron que su jornada empieza a las 9 de la mañana y termina a las 4 de la tarde. La gente se está muriendo y no hay personas que te puedan atender. Tú vuelves a preguntarte: ¿dónde están los doctores, dónde están las medicinas, dónde está todo?

Pasaron las horas, amaneció. Él seguía luchando, yo sé que él estaba luchando bastante. El cambio de turno era a las 8.00. El médico jefe de emergencias tenía que entrar a las 8.00 y el tipo llega a las 9.10. Imagínate el nivel responsabilidad que tiene. Mi padre fallece a las 9.30 o 10.00. En ese momento, no sabía qué hacer. No sabía si llorar, si gritar, si pegarle al doctor por toda la situación que estaba pasando, si quedarme tranquilo. Salgo a darle la noticia a mi madre. Nos quedamos 20 minutos ahí rezando y hablando con mis hermanos.

Regresé otra vez al área de emergencia para pedir papeles. Me dijeron que espere. Pasaron dos horas y no había respuesta. Ni psicológicamente ni físicamente estaba bien y nos fuimos para la casa. Fue un día muy gris ese 1 de abril. Esperamos noticias acerca de ese papel para hacer los trámites y darle sepultura digna. Ese mismo día me dijeron que me llamaban, pero nunca me llamaron. Al día siguiente, el famoso papel nos llegó en PDF.

Hicimos los papeles y el viernes 3, alrededor de las dos de la tarde, fuimos al hospital para retirarlo y nos dijeron que, por cuestiones de tiempo, no nos lo podían entregar y que regresáramos al día siguiente. El 4 de abril fuimos a siete de la mañana. Éramos unas 40 personas. Me tocó esperar, esperar... Así dieron las dos de la tarde. Ya molesto, llamo a la persona que estaba en cargo, pregunto qué pasó y me dicen que no saben. Que si quería que vaya y reconozca los cuerpos.

La gente que estaba afuera me dijo que me arme bastante de equipos médicos y de mucho valor porque la situación estaba fea. Camino 20 metros hasta la primera garita y desde ese punto me llega la pestilencia, el olor a muerte, el olor a podredumbre de la morgue. Estaba con doble mascarilla e igualmente así me entró el olor. La situación era peor a como la estaban haciendo afuera. Los cuerpos estaban apilados como sacos de harina. Estaban uno encima del otro, cruzados en equis, boca arriba, boca abajo... Un desorden total.

Empiezo a abrir funda por funda en las que ponía N.N., como le llaman allá adentro a las que son sin identificar. Abrí aproximadamente entre 35 y 40 a ver si encontraba a mi padre, pero no tuve suerte. Las personas que estaban en la morgue me dijeron que había más cuerpos en la parte de atrás, tres containers. Revisé entre todos esos cuerpos y tampoco estaba ahí. Como no tuve suerte, fui otra vez el día 5 de abril y no tuve éxito. El 6 y el 7 de abril hice lo mismo y tampoco. Y el 8 de abril fue el último día que fui, ya que familiares y amigos me decían que me estaba arriesgando mucho a contraer la enfermedad de ir tanto allá.

Pasaron unos días y me hice pruebas y efectivamente tenía una carga viral demasiado grande. Estaba infectado. Empecé una cuarentena hasta el día de hoy. El jueves de la semana pasada me hice los exámenes y sigo infectado. Obviamente con una carga viral menor, pero no he tenido síntomas.

Después del último día que fui a la morgue, decidimos implantar una demanda legal a la Fiscalía General del Estado y al Consejo de Participación Ciudadana. Soy consciente de que es muy difícil que lo podamos enterrar porque han pasado prácticamente dos meses desde el fallecimiento, pero no voy a flaquear, voy a seguir buscando.

Y si es que no se llega a encontrar, pues el tema de la demanda cambiaría. Hay responsables. Hay personas que estuvieron a cargo, había veedores dentro de los hospitales, había normas que se incumplieron, que no les importaron. Ahora es cuando tienen que pagar por lo que han hecho.

Flavio Arturo Ramos trabajando en su oficina de la empresa familiar que dirigía su padre en Guayaquil.
Flavio Arturo Ramos trabajando en su oficina de la empresa familiar que dirigía su padre en Guayaquil.

Esto tiene que marcar un precedente porque no soy la única persona a la que le ha pasado esto. Hay cientos de personas que no saben incluso si el familiar está enterrado en el lugar que le dice el Gobierno. No lo saben. Hace dos semanas a una señora le llamó una familiar que le había dicho el hospital que estaba muerta. La señora ya tenía cenizas en su casa de la supuesta familiar. Entonces la pregunta es de quién son estas cenizas.

No vas a encontrar a nadie en Guayaquil que te diga que pasó esta crisis encerrado y jugando videojuegos o tomando vino y escuchando música. Todas las personas tienen un familiar o conocido que ha perdido a alguien. La ciudad ha perdido vidas, ha perdido amigos, ha perdido trabajadores, ha perdido mucho. Además del dinero, que se han perdido cantidades millonarias. Pero, ¿de qué te sirve tener dinero si no tienes vidas? De nada.

Ahora que no está mi padre, yo tengo más responsabilidad que antes. Y no queda nada más que aguantar en silencio, muchas veces solo porque no puedes ir a dar un abrazo, porque no puedes llorar con alguien al lado, te toca hacerlo solo. Y, por más débil que seas, tienes que sacar fuerzas para sobrellevarlo. La única solución es ser fuerte, ver para adelante y la única forma de que veas para atrás es solo para recordar quiénes eran y cómo tienes que vivir de ahora en adelante, cómo tienes que ser feliz y tienes que ser agradecido con tu vida, con tus padres, con tu familia, con tus hijos, tus hermanos…Y agradecer, simplemente agradecer.

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