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Confinados en la Vía Láctea

La cuarentena dispara el interés por la astronomía gracias a los telescopios operados por ordenador y al descenso de la contaminación

Rafa Burgos
El astrónomo Rube Garcia, junto a su potente telescopio en la terraza de su casa.
El astrónomo Rube Garcia, junto a su potente telescopio en la terraza de su casa.jOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Con el confinamiento, los profesionales y aficionados españoles a la astronomía han gozado de condiciones inmejorables para observar el cielo abierto. Tiempo libre, tráfico aéreo y automovilístico reducido a la mínima expresión, noches silenciosas. “Todo aquel que tiene un telescopio en casa o que puede conectarse a Internet ha aprovechado” para ensanchar al máximo los límites de su confinamiento, dice Juan Fabregat, catedrático de Astronomía de la Universitat de València (UV). Los astrónomos son los que más lejos han podido escapar de la amenaza de la covid-19.

Fabregat ha continuado con sus clases desde casa, como todos los profesores universitarios. Ha intentado conectarse “dos o tres veces” al telescopio de la UV, “que se automatizó hace un año”, pero el mal tiempo registrado durante la primavera en la Comunidad Valenciana ha frustrado sus expectativas. “Siempre estaba nublado”, se lamenta, entre risas. A cambio, ha activado su canal de YouTube y ha detectado “un aumento espectacular en la actividad de los aficionados”.

El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) no ha parado de servir vídeos y retransmisiones en vivo de diferentes especialistas para alimentar a los aficionados. A esta institución canaria pertenece el Observatorio del Teide, dirigido por Miquel Serra. “Solo durante el periodo de máxima alerta”, recuerda Serra, cuando se suspendieron todas las labores no esenciales, “paró por completo la actividad del centro”, situado en San Cristóbal de la Laguna, en la isla de Tenerife. “El resto del tiempo”, continúa el astrofísico catalán, “ha estado funcionando con normalidad, entre comillas”.

Los técnicos responsables del mantenimiento del instrumental, “un equipo formado por tres o cuatro personas”, han subido a la falda del pico más alto de España para atender las necesidades de unos dispositivos “robotizados al 90%”. “Arriba no te encuentras con nadie”, señala Serra, “y se puede trabajar con normalidad”. Eso sí, “sin visitas de estudiantes ni de astrónomos externos ni, por supuesto, de turistas”. Desde Valencia, Fabregat apunta a que la actividad de los grandes observatorios “se reanudará en verano”. “Es fácil distanciarse, no hay plantillas grandes, quizá sea una de las actividades donde sea más sencillo adaptarse a las medidas de seguridad y prevención”, sostiene.

Los aficionados a la astronomía forman un colectivo apasionado y unido. “Los astrónomos aficionados de España se agruparon antes que los profesionales”, recuerda Juan Vicente Pérez Ortiz, con más de tres décadas de divulgación a sus espaldas. Señala que el periodo de confinamiento ha mejorado la calidad de visión del cielo. “Con tan poca actividad, ha bajado mucho la polución”, advierte, “y la contaminación lumínica no rebota contra la contaminación, con lo que, en un sitio resguardado, aunque sea en ciudad, se puede observar perfectamente”.

Uno de los herederos de Pérez, Rubén García, lo corrobora. Ingeniero civil de profesión, está sacándose un doctorado en Astrofísica. “Además, el tráfico aéreo ha disminuido casi un 90%”, explica, “con lo que los aviones no contaminan con el combustible ni generan turbulencias en la atmósfera que entorpecen la visión”.

En su casa de Busot (Alicante), García dispone de un observatorio con cúpula y telescopio a control remoto que utiliza para retransmitir fenómenos estelares en redes sociales. “El día 29 estuve con el acercamiento a la Tierra del asteroide 52768, y hace unos días, con un especial sobre la Luna”. La ubicación de su vivienda, en pleno campo, facilita su labor. La tecnología, también. “Cualquier aficionado con un buen equipo puede aportar datos con rigor científico, ya no se trata solo de disfrutar del espacio”, declara. Es la fascinación por lo más remoto, por lo insondable, que ha enganchado a la humanidad desde su nacimiento. La evasión máxima.


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