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Guerreras sin todas las armas

Ellas han visto la angustia y el dolor, pero no se han permitido estar tristes ni una sola mañana

Paula Farias, en la cubierta del Dignity, el barco de rescate de Médicos Sin Fronteras.
Paula Farias, en la cubierta del Dignity, el barco de rescate de Médicos Sin Fronteras.Juan Carlos Tomasi
Juan Cruz

Trabajan por todo el mundo, son “guerreras sin fronteras”, combaten el dolor allí donde se produce. Son Paula Farias, médica de familia, y Carmen Terradillos, enfermera. Sus viajes ahora son al centro español amenazado por la pandemia, Castilla, Soria, León. Como a Médicos sin Fronteras, ONG a la que están adscritas, las convoca el sufrimiento. Ellas han visto la angustia y el dolor, pero, como el personaje de Hemingway, no han estado tristes ni una mañana. “Nos cuesta pedir el relevo”. Amanecer es renovar el sueño de curar. Sus ropajes médicos son una luz que viene por el pasillo.

Lo que hacen es ayudar a vivir, dice Paula, en MSF desde hace 20 años. Paula es hija del escritor Juan Farias. Ella escribió la novela que inspiró la película de Fernando León de Aranoa Un día perfecto. Ahí se cuenta con emoción, miedo y humor una misión médica en tierra de guerra. “Aquí somos seres humanos conmovidos ante el dolor de los que sufren. Ayudarlos es como ayudarnos a nosotros mismos, y eso te da una energía bestial. Cuando sientes eso mueves montañas. Y es que estás en la trinchera por el otro para salvarlo”.

Aquí nos sentíamos invulnerables, “intocables por desconocimiento. Nunca nos han caído las balas tan cerca. Estaban cayendo en Italia y seguíamos pensando que aquí no iban a caer. ¡Incluso caían en España, las teníamos en Madrid, y fuera de aquí pensaban que esto no iba con ellos!”. Nos cuesta reconocernos vulnerables. “Ñoños, frívolos, arrogantes, como somos los occidentales. De pronto te descubres frágil y eso te conecta con tus emociones”. Con el miedo, con la sensación de que eres vulnerable. Ella montó el operativo de Dignity, el barco de MSF que salvó vidas en el Mediterráneo. Lo más emocionante era decirles a los rescatados: “Bienvenido al Dignity, ahora estás a salvo”. Muchas veces ha recibido, en incontables idiomas, la palabra gracias. La dignidad de salvar.

Carmen Terradillos, en MSF desde hace 11 años, prolonga lo que dice Paula: “Estamos luchando por la vida y para dignificar la muerte… He estado en una larga lista de países y he aprendido que la creatividad nace de las limitaciones. Y aquí ocurre también. Carencia de materiales, de medios, de recursos. Somos el humano que lucha para salvar a más humanos”.

Ella no pensaba que su experiencia le iba a ser útil alguna vez en su país. De esos países resalta República Centroafricana. Allí el sistema sanitario depende en un 50 % de Médicos sin Fronteras. En uno de los ataques, 15.000 personas huyeron para refugiarse en el hospital de MSF, en la catedral y en el orfanato. “¡Un hospital de 125 camas! Tienes que reaccionar, cuidar a los heridos, a las embarazadas, a los niños… Ese hospital era la foto perfecta del horror que retrata la violencia”. No, esta de la pandemia no es una guerra, “es una lucha de guerreros sin todas las armas, que dan cuidados para que los enfermos sigan peleando”. A ella le ha tocado vivir la experiencia en las residencias de mayores. “Debemos empatizar con quienes las llevan; han hecho todo lo que han podido con lo que han tenido. Hacer algo a ciegas es no saber adónde vas”. No habrá nunca día perfecto para estas guerras, pero todos los días ellas escuchan, ahora más en español, la palabra gracias.

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