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Clases contra la masculinidad tóxica en aulas sin alumnas

La Universidad Iberoamericana de Puebla se une al paro de mujeres de México con asambleas para que sus alumnos varones analicen el machismo con el que conviven todos los días

Carlos S. Maldonado
Estudiantes y docentes de la Universidad Iberoamericana de Puebla, este martes, durante un taller sobre machismo.
Estudiantes y docentes de la Universidad Iberoamericana de Puebla, este martes, durante un taller sobre machismo.Fred Ramos (EL PAIS)

Quetzalcóatl Hernández escucha atento a los alumnos que se reúnen el lunes en un salón de la Universidad de Iberoamericana de Puebla –Estado localizado en el altiplano central de México–, un centro de estudios jesuita. Son todos hombres jóvenes. En la amplia habitación no hay una sola mujer. Uno a uno levantan la mano para hablar de algo poco común en el mundo masculino: sus emociones. Hernández, coordinador del doctorado de Psicología, los escucha atentamente y de vez en cuando interviene para animarlos. Se muestra sorprendido porque no esperaba tanta asistencia. “Creíamos que vendrían solo 15 o 20 alumnos”, dice. La afluencia hizo que tuvieran que escoger un salón más grande. En el aula se escuchan frases como “aprender a ser hombres”, “buscar la masculinidad desde lo emocional”, “deconstruir masculinidades” o “normativas de la heteromasculinidad”. Daniel, un estudiante de Ingeniería, toma el micrófono para expresar su descontento por el ambiente que se vive en su carrera, dominada, dice, por la competitividad, el machismo y el desprecio a las mujeres. “Nos enseñan que como hombres tenemos que jodernos en la vida para lograr algo”, explica el joven. “No nos enseñan esto de los sentimientos, de apreciar la belleza o el arte”. Sus compañeros lo escuchan atentos y le aplauden cuando termina su intervención.

Este lunes ninguna académica, trabajadora o alumna ha asistido al campus, cuyas autoridades se sumaron al paro convocado por agrupaciones feministas, una acción significativa en uno de los Estados más conservadores de México. En los pasillos solo se ve a los jóvenes estudiantes asistiendo a las actividades que organizaron las autoridades académicas para construir “nuevas masculinidades”.

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“Queremos formar jóvenes consientes del mundo en el que viven. No podemos abstraer nuestra universidad de la realidad. Pretendemos incidir en los derechos humanos, la multiculturalidad y la igualdad de género”, explica Mario Patrón, rector de la Ibero, como llaman los estudiantes a su universidad. La acción de esta casa de estudios contrasta con lo que se ve en el resto de la Cholula, ciudad donde se halla la Ibero, donde se podía ver a muchas mujeres trabajando. “Hay estratos de esta sociedad que ven este problema y se suman, pero hay otros estratos conservadores tradicionalistas que recurren al simplismo”, dice el rector. Las autoridades locales han apoyado de alguna manera las actividades impulsadas por agrupaciones feministas, pero, acota Patrón, por la presión mediática y “con muy poco margen”.

Su universidad, dice, pretende cambiar esa realidad. Aquí las chicas crearon el llamado Movimiento Pizarrón, que consintió en apuntar los nombres de maestros y compañeros que las acosaban, generando que la universidad despidiera a los maestros que, tras una investigación interna, pudieron constatar que sí acosaron a estudiantes. El lunes, los únicos rostros de mujeres que se vieron en los pasillos de la universidad eran el de jóvenes que han sido asesinadas en Puebla y en el resto de México, a la par de mensajes para poner alto a la violencia machista. “Estoy muy orgulloso”, dice Alejandro, estudiante de Ingeniería Biomédica de 20 años, al salir de la charla del académico Hernández. “Uno quiere creer que es una persona abierta, pero con esto se da cuenta de que tiene actitudes machistas. Esto nos ayuda a reflexionar para evitar estos pensamientos”.

La Ibero está en Cholula, una ciudad colonial a las afueras de la capital de Puebla que el lunes mostraba sus comercios abiertos como un día normal, con las mujeres despechando en heladerías, tiendas de ropa y peluquerías. Un ambiente diferente se ve en Puebla, la capital del Estado, donde los bancos, algunos restaurantes y comercios permitieron a sus trabajadores ausentarse. Es el caso de Cuétzalan Mío, una cadena de comida tradicional, que decidió no abrir ni una de sus cuatro sucursales. En uno de sus restaurante se podía leer un anuncio en papel de color púrpura con la leyenda: “Sumando esfuerzos nos unimos al paro nacional ‘Un día sin mujeres’”.

Un guiño oficial al aborto

Escritorio vacío en una de las oficinas del ayuntamiento de Puebla, en México.
Escritorio vacío en una de las oficinas del ayuntamiento de Puebla, en México.Fred Ramos

Lo más destacado de la jornada, sin embargo, fue el cabildo simbólico que se realizó en el Ayuntamiento de la ciudad, en el que se presentaron solo mujeres. Las 13 regidoras, la secretaria del ayuntamiento y la presidenta municipal, Claudia Rivera, decidieron sumarse a la huelga en un acto casi de rebeldía en esta ciudad conservadora. Desde que asumió la jefatura municipal por Morena, el partido del presidente López Obrador, Rivera ha revolucionado su ciudad. La más reciente decisión fue colgar en la fachada de la Alcaldía —un palacio del siglo XIX— con las banderas de la diversidad sexual, transgénero, la púrpura del feminismo y la verde a favor del aborto, en un Estado donde este todavía está prohibido. “Ella está a favor de la libertad de las mujeres de decidir sobre sus cuerpos”, acota Rafael Quiroz, coordinador general de comunicación del Ayuntamiento.

Quiroz y sus colegas han tenido un día ajetreado. Ellos se han hecho cargo de todo el trabajo en sus respectivas dependencias. “Es un vacío notorio, nos sentimos extraños, pero lo entendemos y solidarizamos”, explica Quiroz, quien esta tarde viste una corbata púrpura y de la solapa de su saco cuelga una chapa del mismo color con que muestra a una mujer bajo la leyenda “ciudad incluyente”. Los pasillos del Ayuntamiento y los escritores lucían vacíos de mujeres, aunque en una de las dependencias dos trabajadoras decidieron presentarse. Tal vez eran las únicas en todo el edificio. “Es una decisión personal”, dice Jaqueline Alonso, analista de la Dirección de Agenda y Seguimiento. “Nos ponemos del lado de la causa. Es un grave problema social, pero no se va a solucionar con que vengamos o no al trabajo”, explica. “Es respetable que ellas [sus colegas] no vengan, pero creo que el problema de la violencia nos compete a todos”. A su lado, su jefe, Alejandro Morgan, escucha atento. Él, a diferencia de sus subordinadas, viste una playera púrpura con la leyenda ‘Basta de violencia en la calle. No hay descanso, la batalla continúa’. “Soy el director y tengo que poner el orden”, afirma Alonso.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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