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Los secretos del español reconocido como mejor profesor de Química en Holanda

Daniel Blanco enseña con música y películas: “El cine está lleno de referencias a la química orgánica”

Isabel Ferrer
Daniel Blanco, en una de sus clases.
Daniel Blanco, en una de sus clases.

Enseñar a pensar, a relacionar las cosas y a buscar por su cuenta, son las tres herramientas indispensables que todo maestro debería transmitir al alumnado. También son los tres saberes que vertebran el compromiso docente de Daniel Blanco (Madrid, 1973), profesor e investigador de Química Orgánica de la universidad holandesa de Radboud, en Nimega (al este del país) y flamante premio nacional al mejor de su profesión en Holanda, concedido este noviembre por la Real Sociedad de Química (KNCV, en sus siglas neerlandesas). A cambio de su pasión por una asignatura que, según él, “está viva y en todas partes”, el estudiante tiene derecho a recibir una docencia excelente. “Y la excelencia se paga, pero los países industrializados suelen recortar los presupuestos en Educación, y eso se nota, tal y como hemos visto en los resultados del último informe PISA”. Blanco estudió en la Autónoma de Madrid, pero desde 2012 imparte en inglés unas clases que arrebatan a su público.

Público no es un término elegido al azar, porque el estilo del profesor español combina el conocimiento profundo de su asignatura con un cierto sentido del espectáculo. Sus alumnos tienen entre 20 y 24 años, y cursan los últimos años del Bachelor [título de Grado] y el Máster, y Blanco reduce al máximo la memorización. “En todas las carreras hay que usar la memoria, pero muchos colegas prefieren explicar su tema e indicar luego una bibliografía. Ello evita, entre otras cosas, que alguien plantee cuestiones inesperadas, o incluso demuestren que pueden saber más que tú”, dice, para luego describir una de sus clases. “Empiezo poniendo música para crear el ambiente adecuado para lo que voy a exponer”. Luego añade modelos reales, por ejemplo, “acerca de la composición del tinte utilizado para los vaqueros”. También incluye vídeos y escenas de películas, “porque el cine está lleno de referencias a la química orgánica”, asegura entusiasmado. Y así, entre las fórmulas, asoma la actriz estadounidense Julia Roberts hablando de los efectos nocivos del cromo para la salud, en la película Erin Brockovich. O bien Sean Connery, como un maduro James Bond, en la cinta Nunca digas nunca jamás, “cuando su jefe menciona los radicales libres, esas moléculas que aparecen al hablar de cosméticos o dietas”. Todo ello le cuesta mucho tiempo de preparación para un horario lectivo “de cuatro o cinco horas semanales, durante todo el año”.

El premio actual es el tercero que recibe. En 2018, le dieron el de su universidad holandesa al mejor profesor júnior de toda la Facultad de Ciencias. Y en 2014 se llevó el trofeo destinado a los profesores de Química. “Me encanta enseñar, y mientras estudiaba la carrera en Madrid, fundé la Academia Blanco. Funcionó entre 1994 y 2002, y daba clases de Química a otros estudiantes. Empecé con 21 años e hice muchos amigos, y son cosas que se recuerdan. Del mismo modo que yo no he olvidado a Aurora Núñez, mi profesora de Química de Segundo de BUP y de COU, y aquí volvemos al informe PISA. La sociedad no nos ve como héroes, a pesar de que los estudiantes, que son el futuro, dependen de nosotros. Y otra cosa: se elige mal al profesorado. El conocimiento es esencial, pero hay más, llámelo don de gentes, motivación y hacer que cada clase sea la mejor. Pero todo eso debe pagarse adecuadamente, y no es así”.

Blanco terminó la carrera en Madrid, y cuando cursaba el segundo año de doctorado en el departamento de Química Orgánica de la Universidad Autónoma, le dijeron que había un conflicto de intereses con su Academia privada. Dejó la tesis a medias y optó por seguir dando clases varios años, hasta que en 2002, visitando a un amigo matriculado en la universidad Radboud, resolvió unos ejercicios semanales puestos por los profesores. “Cuando mi amigo reveló que lo había hecho yo, les interesé, y acabé haciendo aquí la tesis. Al terminar, y después de una estancia posdoctoral, regresé a España en 2009 y tuve un contrato en el CSIC [Consejo Superior de Investigaciones Científicas] pero la ayuda financiera para otros proyectos nunca llegó”, explica. Entonces, el mismo amigo se encontró por casualidad con el antiguo jefe de Blanco, “y cuando le dijo que yo estaba en paro, me llamaron”. Era 2012, y ahora su foto domina el cuadro de honor universitario, en Nimega.

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