Casas nido para la Galicia envejecida donde los niños son el tesoro
La Xunta promueve un servicio de guardería en domicilios particulares de pueblos con menos de 5.000 habitantes. En tres años ha aprobado 76 instalaciones planeadas para un máximo de cinco bebés
En gallego "niño" se dice "neno" y "nido" se dice "niño". Así que las casas nido son aquí las "casas niño", un fenómeno creciente que puso en marcha la Xunta de Galicia en 2016 como alternativa para aquellos municipios envejecidos y despoblados, en los que no hay guarderías y cada bebé que viene al mundo es un tesoro para el pueblo entero. Son, generalmente, domicilios particulares que una educadora infantil (las mujeres ganan por aplastante mayoría) en régimen de autónoma prepara para dar este servicio de ocho horas a un máximo de cinco niños de entre cero y tres años. Son madres de día con plazas gratuitas: las familias llevan los pañales, las cremas y las comidas, y la Administración gallega financia con ayuda de fondos Feder la adaptación del inmueble a la normativa pública y el sueldo de la persona responsable de la casa nido. En la misma Galicia que cada año cierra escuelas rurales y aulas por falta de unos alumnos que son reagrupados, actualmente están funcionando o aprobadas 76 de estas casas a las que pueden aspirar todos los Ayuntamientos de menos de 5.000 almas. La apertura de las últimas 15 adjudicadas (para atender a 75 pequeños) costará, según el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, "poco más de un millón de euros".
María Luz Trenco, 52 años cumplidos, madre de un "niño" de 26, fundó la casa Novo Mencer (Nuevo Amanecer) hace un año en Irixoa (A Coruña, 1.333 habitantes, 27 menores de tres años) y ya sabe que para el curso que viene tendrá más demandantes que plazas. "Tengo que preparar ya unos carteles" para poner en los tablones de anuncios de "las siete parroquias", se dice, "y así ir avisando a los padres, que vengan a reservar". La selección, explica, tendrá que hacerla luego según la renta, pero además la Xunta da prioridad a las familias monoparentales y las numerosas, y desde este año descarta a todos los menores que no presenten la cartilla de vacunas al día. Hugo, Martín, Luca o Daniela, "la princesita de ocho meses", son cuatro de los cinco críos que pasan el día con Luz para que sus madres y padres puedan acudir a sus trabajos en municipios próximos con más población, como A Coruña, Betanzos o As Pontes.
Irixoa es un paisaje maderero y ganadero donde, explica la educadora, en muchas casas "siguen conviviendo tres generaciones" y los preescolares pasan el día "al cargo de sus abuelos". A estos niños que para relacionarse con otros tendrían que esperar a cursar Infantil en un colegio de fuera del municipio, porque aquí no hay, la casa nido les sirve para "socializarse y aprender, entre otras cosas, a solventar conflictos, respetarse, compartir". Y además, defiende la autónoma, "es un apoyo para los abuelos", que en el campo siguen trabajando mientras el cuerpo aguante.
La Casa Niño Novo Mencer no es como la mayoría de las que hay desperdigadas por la Galicia rural porque Luz Trenco no la fundó en su propia vivienda, sino en una vieja escuela que le cedió el Ayuntamiento después de presentar su proyecto al alcalde, Antonio Deibe (PP), y que ella tuvo que acondicionar. "Aquí nadie me conocía, y me parecía que a las familias les daría más confianza dejar a los niños en un espacio público que en mi casa", comenta esta técnico superior en educación infantil.
Trenco, nacida en Santiago, era nueva en Irixoa. Acababa de regresar con 50 años de Londres decidida a poner los cimientos de la segunda mitad de su vida y dedicarse por fin a esa "vocación" para la que se había formado. Y fue una carambola: La mujer buscaba en Galicia una casa bonita y de piedra para vivir con su pareja y después de probar en varias provincias encontró por internet, para alquilar, la que había sido hogar de un cantero en esta tierra para ella desconocida. Más o menos al mismo tiempo, coincidió que la Xunta publicó en el Diario Oficial de Galicia una orden de ayudas para poner en marcha casas nido como "experiencia piloto".
En esa orden ya se avanzaba lo que el Gobierno gallego buscaba: "Un recurso inspirado en la figura de la assistante maternelle francesa o la childminder del Reino Unido, que atienden, a menudo en su propio domicilio, a grupos reducidos de niños y niñas". Sin embargo, las aldeas gallegas siguen haciéndose cada año que pasa más viejas y más vacías, y el éxito de las "casas niño" ha inspirado una nueva idea. A principios de este año, la Xunta autorizaba las primeras 30 "casas do maior". Lo mismo, pero para el final de la vida.
"Los niños me llaman mamá"
"Estamos tantas horas juntos y la relación es tan cercana que necesariamente se crea un vínculo enorme y al final estos bebés son como hijos", reconoce Luz Trenco. "Los niños me llaman mamá, pero las madres lo entienden, no les molesta, porque eso significa que sus hijos están bien conmigo".
De los 313 municipios que hay en Galicia, 199 cumplen con el requisito de tener menos de 5.000 vecinos para optar a una o más casas nido. Aunque el trabajo de las madres de día está regulado también en Navarra y Madrid, en España solo la comunidad gallega institucionaliza y paga con fondos públicos esta alternativa que contribuye a fijar población. Las casas nido son, en realidad, una red de iniciativas privadas que se multiplican al amparo de la Xunta, que paga 15.000 euros para reformar lo que normalmente es la planta baja de la vivienda particular y otra cuantía anual de 19.600 en concepto de "atención educativa". Este dinero viene a ser el sueldo, repartido en 12 meses, de la persona titular de la casa, que además tiene derecho a un mes de vacaciones y a descansar fines de semana y festivos.
El horario de estos profesionales (a los que la Conselleria de Política Social pide formación específica "o bien experiencia" de atención a la infancia) es más flexible que en las guarderías. Trenco explica que esto es algo que acuerda con los padres, lo mismo que las vacaciones, que ella disfruta repartidas "entre agosto y Navidad". Como solo hay cinco niños y están en el campo, en las casas nido hay mayor libertad que en las guarderías para muchas cosas. Los críos salen a pasear por la aldea o por la playa, amasan pan, visitan a los vecinos que tienen animales y trabajan la tierra, y tienen toda la atención del mundo.
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