Cómo saber si eres principiante o experto en reciclaje. ¿Te sientes realizado al bajar el cartón acumulado?
La veterana, el novato, la perfeccionista... Conoce los hábitos y particularidades de estos cuatro ciudadanos que separan la basura en casa
Hay ciudadanos como María José Vera a los que conocen en el punto limpio de su localidad. Y otros como Pablo Román, que casi deja de reciclar el mismo día que empezó. Según los datos de 2018 de Ecoembes, la organización que gestiona el reciclaje de los envases de los contenedores amarillos y azules, cada ciudadano separó 15,7 kilos de envases y 18,1 de cartón en 2018, un 12% más que el año anterior. Si bien el 99% de la población tiene acceso a la recogida selectiva, la manera de afrontar esta tarea. Esta es una selección de cuatro perfiles, que como si fuera un videojuego van desde el nivel experto hasta el iniciado en materia del reciclaje.
María José, una habitual del punto limpio
Calificación: matrícula de honor
A María José Vera, de 69 años, la conocen en el punto limpio de la localidad donde reside (San Sebastián de los Reyes, Madrid). Los trabajadores de esta planta de reciclaje especializada la esperan con entusiasmo. "¿Qué nos traes hoy?", le preguntan. "Pues variadito", responde. Si María José duda acude a ellos. La última vez para llevar unas pinzas. Esta residente de la urbanización Rosa Luxemburgo mantiene una bolsa en el garaje para cosas difíciles de clasificar. El sector del reciclaje genera 9.400 puestos de trabajo directos, según Ecoembes. Profesora jubilada, lleva unos 12 o 13 años enfrascada en la tarea de reciclar. Ahora tiene "más tiempo para estas cosas". Pero no se da importancia. Describe con soltura los tres cubos (envases, orgánico y resto) que tiene debajo del fregadero. Tiene dos papeleras para el cartón, una por cada planta de su adosado.
Cuando se abordan otros materiales menos comunes pero igualmente susceptibles de ser reciclados, sobresale el nivel de implicación de esta madrileña. Las hojas del jardín las lleva al punto limpio –que van a parar a la planta de compostaje Migas Calientes–. María José participó en un taller de compostaje, pero descartó poner en marcha el aprendizaje en casa por el olor que se generaba. Lo que realmente le distrae es la elaboración de cremas y jabones artesanales. Asegura que por su casa han pasado unas 50 amistades para aprender este proceso, "aunque apenas un par de ellas siguen haciéndolo". Solo se le resisten las cremas solares.
María José afirma que no es tarea fácil abandonar el plástico. "No sé qué hacer con tanta bolsa", dice, aunque no obstante las guarda. "Las voy acumulando y las reutilizo para llevar algo que he cocinado a mi madre por ejemplo o para envolver un bocadillo". A sus amigas les da la vara pero hasta cierto límite: "Soy discreta con el reciclaje", cierra.
Beñat o cómo reciclar y hacerlo bonito
Calificación: Sobresaliente
Reciclar decora. Beñat Iparraguirre, de 31 años, se ha gastado ciento y pico euros en un cubo de reciclaje de diseño. "Tengo la cocina blanca y el cubo amarillo destaca mucho. Queda bonito", describe. El año pasado se reciclaron el 78,8% de los envases de plástico, latas y briks y de papel y cartón, según Ecoembes. Este ingeniero industrial de Irún tiene larga tradición de reciclaje en su familia. Lo hace desde muy pequeño, cuando iba con sus padres de vacaciones a Francia. Incluso cambiaba la manera de separar en función del país en el que estuviera. "Una basura mal separada me produce dolor", ilustra.
Se adentró en el mundo del compostaje pero lo descartó al poco tiempo. "No tenía mucho sentido tener un cajón con gusanos en un piso", argumenta. Beñat compartió durante la carrera piso en Madrid con dos amigos. Era el más comprometido. "Cuando me fui mis compañeros buscaron una casa para vivir los dos. Han dejado de reciclar. O al menos no lo hacen de manera sistemática", asegura. Beñat toma ciertas medidas para llevar a cabo un reciclaje más eficiente. Elimina los restos de los envases para que no dejen olor y utiliza una bolsa de papel para guardar los desechos del contenedor azul.
Sara, una perfeccionista que convence a sus amigos
Nivel: Notable
Sara Medina, de 26 años, ha puesto una etiqueta en cada cubo para especificar el tipo de residuo que hay que depositar. "Yo sé lo que hay que tirar. Es para cuando tenemos visitas", cuenta Sara, que trabaja en el departamento de marketing de una empresa de alimentación. Sara se acaba de mudar con su pareja a un piso de Barrio de la Concepción (norte de Madrid) y ha aprovechado que tiene terraza para ubicar todos los cubos. Según el estudio de hábitos Apolda, la media de contenedores, cubos o espacios para la basura en las casas es de 3,2 (3 en 2017). "Me encanta reciclar. Me da rabia si alguien se equivoca de recipiente", afirma. Sara tiene la guía definitiva para reciclar sin dudar en la nevera.
Sus padres están muy concienciados y Sara ha puesto en marcha lo que aprendió cuando vivía con ellos. A veces baja directamente las botellas de plástico grandes vacías o los cartones que ocupan más sin depositarlos previamente en los cubos. "Así se gastan menos bolsas", explica. Medina aprovecha cada mañana cuando va de camino al metro para deshacerse de estos residuos. Los días que tiene visita endosa a sus amigos la tarea de bajar la basura. Un trabajo casi tan importante como llevar una botella de vino a la cena.
Pablo, las ganas del principiante
Nivel: Aprobado
Pablo Román, de 28 años, casi deja de reciclar el mismo día que empezó. Se mudó con su pareja a una casa nueva y decidió que era buen momento para comenzar a separar envases. Aprovecharon el espacio de debajo del fregadero para comprar dos cubos, uno que hiciera las veces del amarillo y otro para el resto. Al instalarlos uno de ellos chocaba con la cañería y la puerta corredera no cerraba. "Pensé en dejarlo todo", afirma Pablo, que trabaja en la industria cárnica. "Al final lo cambiamos por uno más pequeño y seguimos adelante con el proceso", señala orgulloso.
Lo que más se le acumula en casa son envases de cartón. Acostumbra a comprar online y las cajas se suceden. Román, salomónico, cuenta que si él invita a unos amigos a cenar se encarga de bajar los envases vacíos y si lo hace su novia es ella la que se tiene que ocupar. A veces hay descuidos y eso genera tensión. “Lo que de verdad me enfada son las cajas gigantes de cartón. La ranura del contenedor no es lo suficientemente grande. A veces tienes que aplastarlas en la calle. Empiezo a sudar y me pongo de mal humor”, relata. Con lo que más disfruta es con el vidrio. “Dejarlo caer y que suene al romperse es placentero. Te sientes limpio”, comenta. A pesar de su bisoñez, Román apunta: “Al separar se cierran mejor las bolsas. Cada cosa está en su sitio. Resulta más fácil y se utilizan menos bolsas”. Aficionado a la cocina, no tiene muy claro qué ha de hacer con el aceite usado. “¿Si salteo unas espinacas tengo que pasar un papel de cocina antes de fregar la sartén?”, se pregunta este avezado principiante.
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