Orgullo y franquismo
La posición de Vox sobre los colectivos LGTB evoca la Ley de Vagos y Maleantes de 1954
Tiene razón el nuncio Renzo Fratini cuando afirma que en España se está resucitando a Franco. Pero se equivoca al señalar al culpable. Porque no es precisamente el Gobierno socialista el que lo promueve, sino los independentistas catalanes primero con su empeño en deplorar lo español calificándolo de franquista y ahora es el partido ultranacionalista Vox el que se suma al carro haciendo valer sus votos y su pequeña pero decisiva participación en algunas instituciones públicas.
Las celebraciones del Orgullo LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) que se están desarrollando en distintas ciudades españolas son la munición para esta nueva andanada de los ultraderechistas. Están preocupados por los problemas de tráfico y los inconvenientes que acarrean a los vecinos y, en Madrid, han propuesto llevar los festejos a las afueras de la ciudad, en la Casa de Campo. También esta semana empiezan los sanfermines y son muchos los pamploneses que hacen las maletas para no soportar los mismos inconvenientes. Pero a Vox no le molestan los sanfermines como tampoco las procesiones de Semana Santa o la Feria de Abril, que provocan aún más atascos y problemas que las carrozas LGTB.
Frente a la explicación oficial, una de las dirigentes, Rocío Monasterio, ha expuesto la real motivación de su propuesta: la imagen “degradante” que ofrecen los festejos del Orgullo y el escándalo social que producen. El regreso al pasado es nítido. Franco introdujo a los homosexuales como ciudadanos a perseguir y a desterrar en 1954 dentro de la Ley de Vagos y Maleantes. Difícil encontrar un paralelismo mayor y más inquietante.
En Valencia, Vox ha abierto una persecución a los voluntarios de los colectivos LGTB que dan charlas en los colegios. Acometieron una iniciativa similar en Andalucía contra los centros de atención a las maltratadas y ahí tienen más posibilidades de seguir adelante gracias al Ejecutivo regional del PP-Ciudadanos que gobierna con sus votos.
Se podrían establecer burdas comparaciones entre la defensa que Vox hace de los toros (y, en consecuencia, de su derecho a tomar las calles de Pamplona) y del rechazo que le producen los colectivos LGTB. Pero estos últimos merecen un mayor respeto y un reconocimiento aún más grande en tiempos de nostalgia dictatorial falsamente puritana. Las personas con identidades sexuales diferentes de las aceptadas por los recalcitrantes han sido perseguidas y humilladas durante siglos. Si hay quien cree que ya no tiene cabida celebrar el Orgullo porque sus opciones que ya están normalizadas socialmente, Vox es la prueba de que es demasiado pronto para acabar con ello.
Miles de personas LGTB se echan a las calles estos días para participar en las celebraciones reivindicativas del Orgullo. Se representan a sí mismos, pero también a otros muchos en España y unos cuantos millones en el mundo que jamás osarían enorgullecerse públicamente de un estigma que les arruina la vida.
No es el Orgullo lo que hay que desterrar.
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