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La violación, punta del iceberg de la violencia sexual contra la mujer en India

En el aniversario del 'caso Nirbhaya', que estremeció al mundo, el paternalismo y el desprecio a lo femenino condicionan los delitos sexuales

Marcha en el segundo aniversario del 'caso Nirbhaya', en 2014 en Delhi (India).
Marcha en el segundo aniversario del 'caso Nirbhaya', en 2014 en Delhi (India). Getty Images (Sanjeef Verma / Hindustan)

Cuatro denuncias por violación cada hora convierten India en el país más peligroso para la mujer, según un informe de la Fundación Reuters. Este domingo se cumplieron seis años de la violación en grupo y asesinato de una estudiante de medicina en un autobús de Nueva Delhi. El ensañamiento y su justificación traumatizaron al país, que se convirtió en el centro de las miradas de la comunidad internacional. Poco ha cambiado desde entonces. También este domingo, una niña de tres años fue hospitalizada víctima de una agresión sexual en la capital india. Según las estadísticas, otra será violada pocos minutos después de terminar esta lectura. La reacción ante el reciente #MeTooInida es un oasis frente a la mayoría de casos: desconocidos, atroces y sin consecuencias judiciales. El registro criminal indica que la violencia machista creció un 83% entre 2007 y 2016, aunque el índice de condenas apenas es del 20%. 

En 2012, el caso Nirbhaya (valiente, en hindi) supuso el despertar de la sociedad india y la multiplicación de las denuncias. Pero también puso de manifiesto la percepción distorsionada del papel de la mujer en el país: ninguneada en el espacio público, utilizada como arma arrojadiza y sanctasantórum en el ámbito familiar. Tras aquel crimen, Abu Azmi, líder de un partido regional de Maharashtra, dijo que “las mujeres no deberían salir [a la calle] sin hombres de su familia”, pues esos “incidentes suceden por influencia de la cultura occidental”. La líder en Bengala Occidental, Mamata Banerjee, afirmaba: “Dicen que las violaciones aumentan. Pero la población también crece [...] Chicos y chicas son más modernos”. 

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Cuando no es la modernidad, es la honradez de la víctima, su vestimenta, casta, religión o el comportamiento del entorno. Proliferan las justificaciones que calumnian a las mujeres y eximen a los hombres. En otro caso conocido en julio, 40 menores, algunas sordomudas, denunciaron años de violaciones en un orfanato de Bihar, al norte del país, ante la permisividad de funcionarios locales. Lejos de condenar los hechos sin paliativos, el Ejecutivo regional acusó a la oposición de inculpar a su entorno. Finalmente, acabó dimitiendo la responsable de asuntos sociales, vinculada al caso. La trifulca política es otra de las excusas viciadas en la democracia más grande del mundo, que busca chivos expiatorios para exculpar a los violadores. 

La falta de contundencia en las condenas públicas condiciona a las instituciones. Según el informe de Human Rights Watch, Todos me culpan a mí, las víctimas sufren incomprensión, cuando no estigma, por parte de médicos, policías y magistrados durante el curso de denuncias y juicios. “El lenguaje transforma la realidad. Hay que trabajar la prevención. ¿Hasta cuándo vamos a estar achicando agua sin cerrar la llave del grifo?”, se pregunta Anju Pandey, experta en violencia de género de la agencia de la ONU para la mujer en India. Explica que la legislación del país se ha reforzado desde el caso Nirbhaya, tipificando delitos como el voyeurismo o el acoso sexual. En abril, India aprobó la pena de muerte para violadores de menores de 12 años a raíz de la violación y asesinato de una niña musulmana en Cachemira. Agencias y activistas coinciden en que es hora de aplicar la ley, no de endurecerla. 

“Medios de comunicación, debates parlamentarios y reuniones sociales hablan del problema. Pero nadie cuestiona a los causantes: los violadores”, analiza por teléfono Madhumita Pandey, india experta en criminología en una universidad de Reino Unido. Para su investigación doctoral, entrevistó a más de 100 condenados por violación en Tihar Central, el mayor complejo penitenciario del sur de Asia, en Delhi. Tras estudiar factores socioculturales que condicionan esos crímenes, Madhumita dice que no hay respuesta a la razón por la cual los hombres violan, pero extrae dos conclusiones: las indias no tienen voz y la violación solo es la punta del iceberg. “Como los criminales entrevistados no entienden qué es el consentimiento, ninguno cree que ha cometido un acto reprobable”, señala. “Mi estudio reitera que la violencia sexual tiene su germen en los comentarios abusivos, el lenguaje degradante, el acoso diario... Hay que centrarse en solucionar estos problemas, como metas realizables, para erradicar la cultura de la violación”. 

Las violaciones en India se asientan en una sociedad patriarcal donde ser mujer se desaprueba desde el nacimiento. “Criar a una niña en India es como almacenar agua en el pozo del vecino”, explica Anju Pandey. La dote matrimonial y la obligación de abandonar el hogar familiar tras el enlace condenan a aquellas que sobreviven a los abortos selectivos femeninos en un país en el que faltan más de 63 millones de mujeres a causa de esta práctica, según un estudio gubernamental. “La mujer existe solo porque su cuerpo es recipiente de las virtudes de la sociedad. Esto es común a todos los países”, expone la socióloga Deepa Narayan. A caballo entre Canadá, EE UU e India, esta experta en temas de género recogió más de 600 entrevistas en Chup: Breaking the Silence about India's Women. Su libro ofrece un catálogo de normas no escritas que rigen la vida de las mujeres de clase media en India: desde el silencio, hasta la negación de su sexualidad o la obligación de aceptar imposiciones para evitar “ser un problema”. 

“La mujer solo está legitimada como miembro de la familia. Se la valora en función de 'lo buena' que es para la sociedad, no como individuo”, analiza Narayan. Es común que el primer ministro indio, Narendra Modi, defienda políticas contra la violencia machista con el discurso referido a “nuestras mujeres, madres, hermanas e hijas”. Aunque bienintencionado, el mensaje muestra el paternalismo que define el espacio de la mujer respecto del hombre en India. Recientemente, una campaña publicitaria contra las agresiones sexuales reproducía el eslogan: "Cuando violas a una mujer; violas a su padre, a su hermano... y a toda la sociedad". Narayan lo tiene claro: “Hay que sensibilizar sobre qué es ser un buen hombre, no una buena mujer. Redefinir y explorar la masculinidad. Porque esto no es un problema de mujeres, sino creado por hombres”.

"Compensar" a la víctima de violación casándose con ella

Madhumita, india experta en criminología en una universidad de Reino Unido, recuerda una de sus entrevistas al limpiador de un templo condenado por violación a una menor: “Lo que más me perturbó no fue su descripción de los detalles de la agresión, sino el hecho de que quisiese compensar su crimen casándose con la niña”. Aunque disparatado, el pensamiento del violador no es anormal en India, ni en la región, donde la mujer, y su cuerpo, salvaguardan la moral de la sociedad y dan lugar a los mal llamados crímenes de honor.

La legislación india no usa conceptos como "honor" y "honra" para describir crímenes machistas. Pero la Ley Contra la Representación Indecente de la Mujer se refiere a actos que causan "perjuicio a la moralidad pública". La presencia de términos como "decencia" y "moral" en la legislación es síntoma del discurso predominante en el país. "Después de la violación de 2012, las mujeres políticas indias quisieron diferenciar entre la violación y otros crímenes porque se supone que son delitos que las deshonran", explica Narayan. "Como solo ellas pueden tener hijos, su cuerpo se convierte en el grial de la decencia familiar. Todo gira en torno a la propiedad que el hombre y la sociedad tienen sobre ese cáliz".

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