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El pueblo olivarero de Jaén que mira de reojo a Bruselas

Villanueva del Arzobispo (8.400 habitantes) es uno de los puntos más contaminados por partículas

Elena G. Sevillano
Vista aérea de Villanueva del Arzobispo (Jaén).
Vista aérea de Villanueva del Arzobispo (Jaén).ayuntamiento de villanueva (EL PAÍS)

“Siempre nos han dicho que nos estamos cargando el planeta, que hay que cambiar a las energías sostenibles, y ahora nos encontramos con esto”. Habla Tomás Martínez, el concejal de Medio Ambiente de Villanueva del Arzobispo, un municipio de Jaén de apenas 8.400 habitantes que aparece desde hace años en los informes anuales de calidad del aire como uno de los lugares más contaminados de España. Esta zona olivarera es un punto negro de polución por partículas PM10. “No creo que seamos los únicos. Lo que pasa es que los otros no tienen medidores instalados en su pueblo”, apunta el concejal.

En los últimos años se ha estado gestando en Villanueva del Arzobispo una especie de tormenta perfecta del aire sucio. El primer problema es su orografía. “Está situado en una hondonada. Cuando hay estabilidad atmosférica, el aire frío no asciende y retiene las partículas a ras de suelo”, explica Martínez. Y precisamente cuando hace frío es cuando más se encienden las calderas de combustión de biomasa que han proliferado en la localidad en los últimos años al calor de las subvenciones y de la subida de los precios de la luz y el gasoil. Si algo abunda en esta zona, un mar de olivos donde se producen millones de kilos de aceite cada año, son los biocombustibles: huesos de aceituna, pellets de madera, leña de la de siempre...

Así que los vecinos de Villanueva del Arzobispo, que creían estar ayudando al medio ambiente a la vez que ahorraban en su factura energética, han acabado convirtiendo su localidad en una de las zonas sobre las que anualmente alerta la Comisión Europea. “Bruselas da un ultimátum a España por la contaminación de Villanueva del Arzobispo”, titulaba hace unos meses el periódico El Ideal, que mostraba su extrañeza por el hecho de que un municipio de este tamaño compita en la misma liga que urbes como Madrid y Barcelona.

La contaminación por partículas, que suele colarse en el orden del día de los plenos municipales, no es un tema de conversación nuevo para los vecinos. Hace años las emisiones de una industria extractora de aceite de orujo también situaron al municipio en el mapa de la polución. La planta estaba en pleno casco urbano y quemaba huesos de aceituna —ahora usa gas natural y desde el Consistorio descartan que contribuya a la mala calidad del aire—. La Junta de Andalucía instaló medidores de la calidad del aire, que se mantuvieron después de que la empresa se desplazara a dos kilómetros y desapareciera el problema. Pero para entonces, a las partículas de la industria ya las habían sustituido las partículas de las calderas.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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