La brecha educativa en España se perpetúa de padres a hijos
El 34% de jóvenes adultos no llega a la educación secundaria superior. Los chicos tiran la toalla antes que las chicas
El nivel académico de los padres influye de forma determinante en el nivel educativo de sus hijos. Las probabilidades de que un joven continúe estudiando más allá de la enseñanza obligatoria se disparan si sus padres también tienen estudios superiores. El 55% de los adultos españoles cuyos padres no tenían una titulación de Bachillerato o Formación Profesional (FP) tampoco alcanzaron ese nivel educativo, según el informe Panorama de la Educación 2018, presentado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) este martes en París.
En España, señala el documento, la educación sufre una “trampa intergeneracional” y el 43% de la población entre 25 y 64 años no tiene un título de educación secundaria superior (Bachillerato y FP). ¿Cuál es la raíz del problema? ¿Cómo se explica esa herencia del nivel educativo? José Saturnino Martínez, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna, considera que el principal motivo es el "capital cultural familiar". Más que los recursos económicos, pesan las aspiraciones que los padres transmiten a sus hijos. "En las familias de clase alta se vive como una tragedia que el hijo baje en el escalafón social con una profesión de menor nivel y, por ello, se hace un sobreesfuerzo si el hijo presenta dificultades educativas", señala Martínez, autor del libro Equidad y educación (Catarata, 2017).
Clases extraescolares de refuerzo, más apoyo en casa con los deberes o incluso estancias en el extranjero para obtener mejores resultados en los idiomas. "Ahí entra el factor económico, pero la gran diferencia es tener el conocimiento y las herramientas para hacer frente a un bajo rendimiento académico", añade el experto.
El peso de las familias en el rendimiento escolar se aprecia desde edades tempranas, apunta Carlos Gil, investigador en Sociología del Instituto Universitario Europeo de Florencia. Aunque España tiene una de las tasas más altas de matriculación en Atención y Educación de la Primera Infancia (AEPI) y el 96% de los niños de tres años están escolarizados (la media en los países de la OCDE está en el 76%), el 34% de los jóvenes adultos en España no llega a la educación secundaria superior, una tasa que dobla ampliamente la media (15%) de los países de la OCDE. Además, la tasa de españoles de 18 a 24 años que en 2017 no tenía empleo, no estudiaba o no recibía formación (los llamados "ninis") era del 20,9%, frente a la media del 14,5% de la OCDE.
"A los dos años de edad ya se puede medir la gran diferencia en el número de palabras que los niños han escuchado en casa. A edades tempranas y antes de entrar en la escuela algunos presentan un uso del lenguaje y una facilidad para la lectura más desarrollados, y esa diferencia se suele mantener durante toda la primaria", explica Gil. Las conversaciones que escuchan en casa, los juegos de mesa y una serie de actividades que distan mucho entre familias. La prueba, según Gil, de que el factor determinante es cultural y no tanto económico es un mismo salario en profesiones distintas. Pone un ejemplo. "Un albañil y un profesor tienen un salario que ronda los 2.000 euros, pero la diferencia cultural y de expectativas entre uno y otro se transmitirá a sus hijos".
Es lo que el investigador llama "brecha de clase", el hecho de que los progenitores inculquen a sus hijos habilidades, aspiraciones y preferencias sobre un campo de estudio o profesión o que les transfieran su pequeño negocio familiar -una tienda o un bar, entre otros-. En un libro que se publicará en los próximos meses, en el que también ha participado el investigador Fabrizio Bernardi, Gil analiza los datos del CIS entre 2013 y 2018. De ahí, concluye que, por ejemplo, una persona nacida en una familia de jornaleros en el campo andaluz tiene un 4% de posibilidades de acudir a la Universidad. Los hijos de familias que trabajan en el sector primario (pesca o minería) o en el sector servicios de baja cualificación (limpiadores o empleados domésticos, entre otros) o en la construcción alcanzan tasas de graduación universitaria de entre el 8% y el 17%, frente al 24% de media en España.
Según ese mismo análisis de Gil de los datos del CIS, la tasa de graduación universitaria de los hijos de ingenieros, médicos, profesores o abogados es de entre el 64 y el 83%. Un dato llamativo es que ocho de cada diez hijos de profesores universitarios consiguen un título equivalente. "La diferencia de actitud con respecto a la educación o la concentración de los estudiantes de familias con más recursos y mejor rendimiento en las mismas escuelas y barrios puede explicar ese fenómeno", apunta Gil.
Carlos Martín, madrileño de 20 años, acaba de retomar los estudios y se ha matriculado en un curso que aúna tercero y cuarto de la ESO en el Centro de Educación de Adultos de Aluche. "Estaba perdido, no sabía qué hacer y encontré un grupo de expertos que me supo orientar", cuenta sobre la Fundacón Exit, dedicada a la inserción laboral de jóvenes en peligro de exclusión social. A los 16 años, Martín dejó el instituto para ayudar a su madre, que entonces estaba enferma, con las tareas de la casa. Ella se sacó un título de grado medio de auxiliar de enfermería. A su padre, que tampoco tiene estudios superiores, dejó de verlo hace muchos años. "Sé que lo que más ilusión le haría a mi madre es verme en la Universidad, pero primero quiero cursar un grado de FP y conseguir trabajo", detalla.
Francisco Michavila, consejero de Educación en las delegaciones permanentes de España ante la OCDE, la UNESCO y el Consejo de Europa, considera que el motivo por el que España se encuentra entre las naciones con un porcentaje más bajo de población de 25 a 34 años sin Bachillerato ni FP -en el mismo rango que países como China, India, Indonesia o Turquía- es la falta de orientación profesional en edades más tempranas. "Habría que orientar a los estudiantes sobre las salidas que ofrece el mercado de trabajo en fases educativas más tempranas", señala.
Michavila critica que en los últimos años no se haya dado prioridad a los asuntos educativos y que entre 2010 y 2015 el gasto por estudiante en infantil, primaria y secundaria se redujese un 11% y en la educación superior un 13%, mientras en ese mismo periodo el gasto promedio en los países de la OCDE creció un 5% y un 12%, respectivamente.
"El gasto público en ambos niveles es inferior al promedio de la OCDE, mientras que el destinado al sector privado es ligeramente superior", lamenta Michavila. El gasto público en educación infantil, primaria y secundaria en España alcanza el 2,7% del PIB frente al 3,2% de la OCDE, mientras que la financiación privada representa el 0,4% del PIB (frente al 0,3% en la OCDE). "Todo ello conduce a déficits de equidad aumentados en el último decenio sobre los que conviene actuar", señala.
En opinión de Mariano Fernández Enguita, profesor de la Universidad Complutense y autor de La educación en la encrucijada, "la OCDE nos recuerda la forma diabólica del sistema educativo español: mucho abandono prematuro, mucho titulado universitario y pocos títulos intermedios. Crecen los empleos más y menos cualificados, los mejor y los peor pagados, mientras las clases medias se reducen".
"Es interesante que la misma OCDE venga a desmentir el mito español de la escuela como ascensor social. El colegio sigue siendo, en lo fundamental, un mecanismo de reproducción y de transmisión hereditaria, al menos para las clases sociales y los grupos étnicos", añade Enguita.
Por su parte, Alejandro Tiana, secretario de Estado de Educación, considera que hay que ser cauteloso con el diagnóstico de la OCDE, ya que el dato de que el 55% de los adultos españoles se estancaron en el mismo nivel educativo que sus padres se refiere a personas de entre 25 y 64 años, un rango de edad que abarca generaciones y realidades muy distintas. "Es una media con la que hay que llevar cuidado; la herencia intergeneracional es menos acusada en las generaciones recientes", señala. Los principales factores que "atascan" el ascensor social son el abandono escolar temprano y el "paro enquistado", en opinión del secretario de Estado.
A la pregunta de si las becas podrían ser una de las soluciones para romper con ese estancamiento educativo, Tiana responde que las ayudas al estudio son eficaces especialmente en los niveles superiores (Universidad y Formación Profesional de grado superior). El 47% de los estudiantes españoles reciben esas ayudas y, de ellos, el 27% perciben un importe superior a las tasas académicas. "La revisión del sistema de becas para dar un mayor apoyo a las familias con pocos recursos es una de nuestras prioridades", indica.
"El abandono escolar temprano no es un problema exclusivamente de becas, la repitición de curso es gratuita", apunta. Por ello, para garantizar el éxito de la ecolarización básica, el objetivo del Ministerio es reformular los programas de refuerzo y orientanción en los centros de primaria y secundaria. Impulsar la Formació Profesional es otra de las prioridaes, ya que la media de titulados en FP en España es del 25% frente al 36% de los países de la OCDE. En cambio, en Bachillerato los titulados alcanzan el 55% frente al 48% de la OCDE. "Casi la mitad de los que abandonan los estudios en España equivalen al porcentaje de estudiantes que en otros países se decantan por la FP. Estamos atrayendo a menos gente de la que podríamos", reconoce Tiana.
Las mujeres, más estudiosas
La presencia de las mujeres es igualitaria en los programas de Formación Profesional de grado superior y representan el 50% de los graduados. Mientras, los hombres corren un mayor riesgo de no finalizar una titulación de ese tipo. De hecho, la brecha entre el número de jóvenes varones (39%) y mujeres (28%) que abandonan los estudios después de la enseñanza obligatoria (hasta los 16 años) es de 11 puntos porcentuales, la segunda más alta de la OCDE tras Portugal (14 puntos). Además, el 60% de los estudiantes repetidores son chicos.
¿Por qué acaban entonces ganando menos las mujeres? En parte, según la OCDE, por la “persistencia de un sesgo de género en los ámbitos de estudio”. Un ejemplo: entre los graduados en programas de FP de grado superior en ingeniería, producción industrial y construcción, las mujeres españolas constituyen solo el 8%, frente al 11% de media de la OCDE, señala la organización. Por el contrario, el 77% de los graduados en salud y servicios sociales —carreras menos remuneradas— son mujeres, algo en lo que sí coincide España con los demás países.
“Normas culturales y nociones preconcebidas del papel de la mujer en la vida absorbidas durante la infancia siguen influyendo en las decisiones (sobre qué carrera escoger), a menudo de manera inconsciente”, señala en el editorial del informe el secretario general de la organización, Ángel Gurría.
Sin embargo, la brecha de género salarial se reduce en los niveles educativos más altos. De acuerdo con los datos de la OCDE, mientras que en 2016 a las españolas de 25 a 64 años con un nivel educativo inferior a Bachillerato y FP de grado medio se les pagó un promedio del 78% de los ingresos de los hombres (similar a la media de la OCDE), la cifra fue del 81% para las mujeres con educación universitaria y de FP de grado superior (la media de la OCDE es del 74%).
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