La demanda de antivirales subirá un 49% en 2016
El acceso a la medicación y la prueba son los retos inmediatos contra el VIH
La conferencia anual de la Sociedad Internacional sobre el Sida (IAS) concluyó ayer en Melbourne con un llamamiento: el acceso a la prueba diagnóstica y al tratamiento posterior son la herramienta más eficaz con la que se cuenta de momento. Su uso ya ha demostrado éxitos, como un aumento del número de personas que viven con el VIH —porque no mueren—. Así que el objetivo es extenderlo. En números, esto supone pasar de los 11,5 millones de personas en tratamiento que había a finales de 2013 a los 16,8 millones (1,1 millones de ellos, niños) en 2016. Un aumento del 49%.
Esto no quiere decir que se trate de un acceso universal. Según las últimas guías clínicas, como la del Grupo de Estudio del Sida (Gesida) de España, lo ideal es tratar a todos los infectados, independientemente del estado de su infección. Al adelantar la medicación se les protege del deterioro de su sistema inmunitario (con el riesgo de infecciones oportunistas), pero también, si la terapia funciona, se reduce la cantidad de virus en su sangre u otros fluidos que la persona deja de ser un factor de riesgo para otras (es lo que se llama tener el virus indetectable), lo que se ha demostrado que es la herramienta más eficaz, junto con el preservativo, para frenar el virus.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), sin embargo, no es tan radical en sus recomendaciones, y establece que la medicación debe empezar a darse cuando empieza el deterioro del sistema inmune, a partir de una cierta concentración de linfocitos en sangre, y por eso no se considera que haya que dar tratamiento a los 35 millones de personas con VIH, sino a esos 16,8 millones.
En la conferencia de IAS, que tiene un carácter más social que científico, las ONG presentes fueron más allá, y pidieron que en 2020 se llegue a un mundo en que todas las personas con VIH lo tengan indetectable.
Respecto a la prueba, un estudio presentado muestra cómo el conocimiento de que se está infectado ayuda también a frenar la propagación del virus. Por un lado, porque es el requisito previo para acceder a la medicación. Pero, también, porque las personas que saben que tienen el VIH (el trabajo se hizo comparando gais de San Francisco y Londres) seleccionan a sus parejas sexuales de manera que minimizan los riesgos: los que no tienen el virus buscan a otros negativos, y los infectados hacen lo propio, en una práctica que se denomina en inglés serosorting, o elección de la pareja en función de su estado serológico. Esto explica la menor incidencia del VIH entre los gais de San Francisco que entre los de Londres.
Para estos objetivos de extender prueba y tratamientos, es fundamental insistir en grupos criminalizados como gais, consumidores de drogas, prostitutas, transexuales o reclusos. Con ellos el problema sanitario es también uno de derechos humanos.
Y queda un aspecto: el dinero. Con el precio de los tratamientos a la baja, eso es cada vez una excusa menor. No es admisible que lo que puede conseguir la ciencia se malogre por falta de fondos.
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