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DE FRENTE | ISABEL PREYLER

“Ya he llamado demasiado la atención”

A estas alturas cree que se merece hacer lo que le da la gana

Juan Cruz
Isabel Preysler en su casa de Madrid.
Isabel Preysler en su casa de Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

Pregunta. ¿Por qué no da más entrevistas?

Respuesta. Porque no me gusta; soy muy sosa respondiendo. Me he pasado casi cuarenta años yendo de puntillas para no dar titulares porque les tengo pánico… ¿No crees que ya he llamado demasiado la atención? Tengo la mala suerte de que cualquier cosa mía se magnifica y, encima, me juzgan. Es una pesadez.

P. ¿Cómo vive ese prejuicio?

R. Dejando de hacer muchas cosas, algunas de ellas divertidas, porque me persiguen. ¡Hombre, creo que he llegado a una edad en la que me merezco hacer lo que me da la gana y que me dejen en paz! De momento he empezado por decir lo que pienso de verdad.

P. Dice en Vanity Fair que es rencorosa.

R. Reconozco que soy más rencorosa cuando se toca el tema de mis hijos porque, como a cualquier madre, me llega al alma. Si se meten conmigo me importa mucho menos. Todo depende de quien venga. Si es de un amigo me duele.

El dolor. ¡Todos sabemos que todos lo tenemos que pasar, desgraciadamente! Nadie se salva

P. ¿Qué le preocupa de su imagen?

R. A estas alturas casi nada. Hay cosas más importantes por las que me tengo que preocupar.

P. ¿Y qué ha significado para usted preocuparse por su imagen?

R. Ser yo misma. No sé si es bueno o malo… Mi separación y mi divorcio han hecho mucho ruido por el cotilleo; pero las situaciones no eran para tanto. Y después he llevado una vida muy tranquila con Miguel [BOYER][Boyer, su marido] durante muchísimos años.

P. ¿Echa de menos la exposición pública?

R. Nada… Reconozco que sin esa exposición no estaría trabajando en lo que trabajo. No necesito publicidad y me encanta la tranquilidad. Los periodistas que me esperan en la puerta de mi casa saben que no me hace ninguna gracia.

P. A este periodista le afeó (en 1990) que fuera con prejuicio a entrevistarla. Usted tenía razón.

R. Que tengan prejuicios es comprensible aunque no sea agradable. (Menos mal que, cuando me conocen, generalmente cambian de opinión). Me duele cuando ese prejuicio viene de alguien que me conoce y más si es alguien que quiero.

P. Ha ido al juzgado a veces.

R. Y he ganado casi siempre… Cuando no he ido, me he arrepentido.

P. ¿Qué le incomoda de los periodistas?

R. Cuando me esperan a la salida de mi casa escondidos, cuando me persiguen, entorpecen el tráfico, la gente mira… Te va a sonar ridículo, ¡pero me horroriza llamar la atención!

P. ¿Se imagina cuando eso no ocurra?

R. ¡No sabes lo feliz que soy cuando puedo andar por la calle y nadie me hace caso!

P. El dolor. ¿Qué le hace llorar?

R. Por supuesto me hacen llorar cosas de mis hijos, momentos íntimos, despedidas… ¡Pero de dolor no quiero hablar, todos sabemos que todos lo tenemos que pasar, desgraciadamente! No se salva nadie.

P. Hijos de varios padres. ¿Cómo logra la armonía?

R. Aunque son tan diferentes todos tienen en común a su madre. ¡Las madres son las que normalmente crean la armonía en las familias…!

P. ¿Cómo está ahora?

R. Tranquila, en un momento de paréntesis, a la espera de tiempos mejores. Ahora el centro de la casa es Miguel. En eso todos estamos juntos. Y es lo que me da la tranquilidad.

P. Decía Brecht que hay que cantar en tiempos oscuros. ¿Qué hace en tiempos oscuros?

R. Intentar llevar esa oscuridad lo mejor posible. Aceptarla. Yo lucho cuando sé que puedo luchar, cuando existe la posibilidad de conseguir algo o cambiar las cosas. Pero cuando de repente la vida te da uno de esos golpes de los que habla César Vallejo, no lucho: lo acepto e intento cantar, que no es fácil.

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