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¿Nos hemos puesto (por fin) las pilas con los idiomas?

Lograr un buen engranaje entre teoría y práctica es la vía para desenvolverse en una lengua

El Trinity College, en Cambridge, aporta una de las titulaciones más requeridas.
El Trinity College, en Cambridge, aporta una de las titulaciones más requeridas.Alan Copson (Getty Images)

¿Cuántos de ustedes se han echado a temblar el leer este titular? Oh, no, habrán pensado, aquí viene otro artículo para poner en evidencia lo mal que se nos dan los idiomas, las tradicionales carencias del sistema educativo (mucho foco en la gramática, poco peso de la conversación), el sentido del ridículo, tan español, que nos impide soltarnos en otra lengua por miedo a equivocarnos... Pues sí, porque los problemas continúan ahí y hay que contarlos, y no, porque este reportaje arranca, para variar, con un dato positivo: la tendencia al alza de España en el dominio del inglés según el tercer English Proficiency Index (EPI) elaborado por Education First en 2013, basándose en las pruebas de nivel realizadas por 750.000 adultos de 60 países. Ha subido 4,5 puntos respecto al índice anterior y se sitúa en el puesto 23, en la franja intermedia de la tabla, por delante de Italia o Francia, que han experimentado un retroceso.

“Hay motivos para la esperanza”, considera Frank O’Connor, director del centro del British Council en Somosaguas. Para las nuevas generaciones, por supuesto. “La enseñanza está mejorando y van a salir con un nivel muchísimo más alto”. En cuanto a los adultos, “se están poniendo las pilas”. Su centro ve cómo cada año aumenta el número de alumnos entre el 5% y el 8%. “La gente está dispuesta a hacer una inversión para mejorar”, incluso en tiempos de apreturas económicas.

Las academias de idiomas proliferan a pesar de la crisis. Y además está Internet. Con una serie de webs gratuitas a medio camino entre plataformas de cursos interactivos y redes sociales, como Livemocha, Duolingo o Busuu, que permite aprender directamente con hablantes nativos de todo el mundo y acceder a material interactivo. British Council ofrece una web con recursos didácticos que es gratuita, igual que las aplicaciones que la editorial Cambridge University Press pone a disposición de los usuarios: una sobre phrasal verbs (Phrasal Verbs Machine) y otra que se llama English Monstruo y recoge los errores más frecuentes de los españoles con el inglés. Son solo unos pocos ejemplos dentro de la enorme oferta disponible para el aprendizaje de un idioma. Mayor, más accesible, que nunca. “Ahora hay miles de posibilidades, hasta el punto de que resulta un poco mareante”, reconoce O’Connor. “Las plataformas online son herramientas muy útiles pero han de venir acompañadas por el componente oral, que es el gran problema de Internet”, indica. La web no deja de ser una forma amena de hacer lo que se hacía antes, los ejercicios de gramática, las escuchas de texto, etcétera. “Pero la interacción, la conversación, que es como se consolida un idioma, no está muy bien desarrollada”, advierte O’Connor.

También Internet, como comunidad global, es un buen sitio para buscar opiniones sobre webs, apps o academias. En este último caso, los expertos recomiendan pedir el plan de estudios, saber muy bien cómo se dan las clases, y la formación de los profesores. “No basta con que sean nativos; mi madre es nativa y no es profesora”, enfatiza O’Connor. Han de estar titulados (la de Cambridge o Trinity, suelen ser las acreditaciones más habituales). ¿Más consejos? Huir de los reclamos del tipo “aprender inglés es fácil” o “aprende inglés rápido”. Recurrir a los contenidos online cuando ya se haya alcanzado un cierto nivel, con una cierta supervisión si es posible, y planteándose retos para no desistir: la consecución de un título oficial, seguir unos contenidos jerarquizados por niveles que hay que ir superando... “Ofrecen mucha flexibilidad pero dependen de la fuerza de voluntad de cada cual; al final de la jornada laboral o educativa, quedan pocas ganas para seguir estudiando”, admite Antonio de Castro, decano de Estudios de Grado de IE University.

Una 'app' recoge los errores más comunes de los españoles 

“La enseñanza de una lengua es uno de los ejemplos más claros de cómo la formación teórica y su aplicación práctica han de estar bien compensadas”, apunta De Castro. El centro de idiomas de IE University se mueve en torno a tres grandes ejes: primero un poco de gramática básica; enseguida, aplicación práctica: libros de texto, periódicos; como tercer componente, indispensable, las relaciones interpersonales, hablar en la lengua que se está estudiando. “Nuestro enfoque a la hora de promocionar el conocimiento de idiomas es que no solo resultan imprescindibles para la vida profesional sino para la formación como personas”, explica De Castro. Lamenta que en España nunca se haya valorado suficientemente el conocimiento de idiomas. “El inglés no está en el ambiente”, lo dice de otro modo O’Connor. ¿Cuántos cines de versión original hay? ¿Quién ve las películas en V. O. en televisión? “Por lo menos que dejen de doblar a Obama en los informativos”, pide.

Aunque las cosas están cambiando. “Ahora se empieza a valorar por las ventajas profesionales que puede tener”, observan desde IE University. Un 85% de españoles cree que un mejor nivel nos ayudaría a ser más competitivos internacionalmente y el 63% se muestra convencido de que nos ayudaría a salir antes de la crisis, según el Cambridge Monitor, un barómetro sobre la lengua de Shakespeare elaborado por Cambridge University Press. “La crisis ha actuado como acelerante; hace 10 años, el hecho de saber inglés te diferenciaba, ahora si no lo tienes no te contratan”, argumenta Julio Redondas, director de comunicación de la editorial en España. Parece que algo se ha despertado. Titulados en paro se meten en una academia para sacarse el B2. Las empresas se ponen (o deberían ponerse) las pilas. “El idioma se convierte en un instrumento de trabajo en aquellas que forman parte de grupos internacionales, y también en aquellas otras que estaban centradas en España y, espoleadas por la crisis, han abordado su internacionalización”, diferencia De Castro.

La farmacéutica AbbVie, filial de una multinacional estadounidense, pertenece al primer grupo. “El inglés es el idioma oficial en nuestra compañía y es necesario que todos nuestros empleados puedan trabajar en él”, plantea Yolanda García, directora de Recursos Humanos de AbbVie España. Lo consiguen mediante tres programas: un intensivo de 10 meses y 250 horas presenciales (dos one to one y dos clases en grupo a la semana, hora y media telefónica y un taller de inglés de negocios de cuatro horas al mes); un programa de inglés de negocios; y un curso online para quienes necesiten un ritmo más flexible. Los cursos presenciales son obligatorios en los casos en los que se detecta una necesidad del idioma; cumplir con esa formación se incluirá como objetivo del año del empleado o empleada en cuestión. Quien decida, voluntariamente, atender el curso online habrá de completar un mínimo de cuatro horas al mes. García opina que, dado su carácter multinacional, las empresas del sector están muy sensibilizadas con la enseñanza de idiomas, especialmente inglés.

Se recomienda tener cierto nivel antes de recurrir a la formación 'online'

La formación de Mondelez International (fabricante entre otros productos de Milka, Toblerone, Oreo o Tridents) se basa en lo que ellos mismos denominan como modelo 70-20-10: un 70% del conocimiento a través de la experiencia práctica, un 20% mediante coaching y un 10% vía cursos. La empresa considera que las clases presenciales de inglés en la oficina representan “un modelo muy poco flexible y poco efectivo”, así que las han sustituido por un modelo online que “pone a disposición de los empleados clases y tutoriales las 24 horas del día”, según explica Pedro Casaño, director de Recursos Humanos de Mondelez Iberia. Además, los trabajadores tienen la posibilidad de asistir a un curso de inglés de negocios de una semana de duración en Cork, Irlanda. El objetivo que se persigue, según subraya, es “una inmersión real en el uso del idioma”.

Casaño ha constatado, a través de las entrevistas de selección, que “la generación que viene lo hace con una mejor formación en idiomas”. Los aspirantes españoles que acuden a las pruebas de acceso de IE University desde el Bachillerato español (los del internacional son directamente bilingües) arrastran “los lastres tradicionales de la enseñanza de idiomas en nuestro país”, observa, por su parte, De Castro. Sí ha detectado, no obstante, “una mejoría, pero en una minoría de ellos, es decir, en los que se lo han tomado en serio; la mayoría, los que se han limitado a aprobar la asignatura de idiomas en el instituto, vienen con un nivel bastante intermedio”. Ese llamado nivel de COU, en ocasiones, “no es suficiente para desarrollar eficazmente un trabajo, lo que es una desventaja importante y puede hacer perder oportunidades laborales”, advierte Casaño. Por lo menos ahora lo sabemos, según coinciden los expertos consultados. “Los españoles adultos somos muy conscientes de que ésta es nuestra gran asignatura pendiente, y que vamos por detrás de muchos países”, asegura.

Ahondando en la idiosincrasia española, el barómetro de Cambridge University Press arroja cifras muy interesantes sobre la vergüenza —ocho de cada diez entrevistados creen que el miedo al ridículo es un freno a la hora de hablar inglés—. Y sobre la constancia, o más bien la falta de ella: uno de cada tres ciudadanos se ha matriculado en algún momento en clases de inglés, pero después no ha podido asistir. “Aún lo seguimos viendo como una asignatura en lugar de un idioma. Se trata de un continuo, que además evoluciona. Tenemos que planteárnoslo en serio, de una vez por todas”, exhorta Julio Redondas. Es más fácil que nunca, somos más conscientes que nunca, pero nos falta esa constancia, según insiste.

Hay otro problema, según tiene detectado De Castro, y es el de los objetivos poco realistas. Pone un ejemplo para ilustrarlo: el curso pasado, IE University abrió dos grupos de chino, con un mínimo de 10 alumnos en cada uno. La tasa de abandonos fue tan alta que sólo terminaron cuatro. “Es un error ir por elevación al chino, al árabe o al alemán cuando, para un español, el francés o el portugués resultan muchísimo más fáciles y suponen un valor añadido a sus currículos, con una inversión menor”, reflexiona.

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