Quiero tener una casa eficiente. ¿Qué hago?
Reformar nuestra casa para que ahorre energía es algo que, a medio y largo plazo, suele compensar en todos los sentidos
La entrada en vigor del certificado de eficiencia energética para los hogares españoles ha servido como un toque de atención para que muchas familias se pregunten cuánta energía —y dinero— se escapa, literalmente, por las paredes y ventanas de su casa. Un informe elaborado por Certicalia, una red de técnicos que elaboran esta clase de certificados, afirma que un 90% de las viviendas españolas derrocha energía. Reformar nuestra casa para hacerla más eficiente es algo que, a medio y largo plazo, suele compensar, no solo económicamente, sino también en nuestro impacto medioambiental.
El problema es que reformar, tanto desde el punto de vista económico como por los efectos que tiene en nuestro día a día, es una decisión importante que no puede tomarse a la ligera. “Mejorar la eficiencia energética de la casa no es tan caro; un metro cuadrado de aislamiento térmico cuesta entre 1,50 y cuatro euros”, señala el arquitecto técnico Samuel Escudero. “Lo que es caro es rehacer los tabiques, la pintura, los alicatados...”
Es importante, por lo tanto, planificar de antemano y valerse de las ocasiones en las que una obra es necesaria. “Las fachadas deben rehabilitarse cada cierto tiempo; los techos también. Hay que usar esas ocasiones”, apunta Escudero. “Cuando uno compra una casa y le va a hacer una reforma en profundidad, aprovechar para mejorar su eficiencia energética solo aumenta los costes de la obra entre un 5% y un 10%, aproximadamente”.
Es importante planificar de antemano y valerse de las ocasiones en las que una obra es necesaria
Cuando se trata de mantener la temperatura dentro de casa, lo primero que hay que mirar son las ventanas. “Hay que cambiarlas por unas que cumplan con el Código Técnico de Edificación”, señala Jaime Santa Cruz, del departamento de Tecnología de la Edificación de la Universidad Politécnica de Madrid. “Apenas se tiene que hacer obra, y se puede hacer sin alterar la vida cotidiana de la casa”. Lo recomendable es cambiar toda la ventana, dado que la mayoría de ventanas antiguas no permite instalar cristales dobles. Lo fundamental, apunta Santa Cruz, es evitar que haya filtraciones de aire del exterior, por lo que se recomienda verificar y resellar la caja de las persianas —y, si es necesario, cambiarlas— y, en la medida de lo posible, no instalar ventanas correderas. Castilla – La Mancha, País Vasco y la Comunidad de Madrid aprobaron en 2013 ayudas para reemplazar ventanas.
Instalar placas de aislamiento térmico, de lana de roca o poliestireno extruido en las paredes interiores de la casa permite reducir las pérdidas de calor de las viviendas y ahorrar en calefacción. En el caso de los áticos y de las últimas plantas, también es fundamental aislar los techos. El problema es que este ahorro conlleva una pérdida de espacio: estas placas tienen un grosor que puede llegar a los 20 centímetros.
En el caso de las viviendas multifamiliares, es una buena idea reformar las fachadas para hacerlas más eficientes. Aunque es una obra que requiere una inversión considerable, puede amortizarse en hasta 15 años si se hace al mismo tiempo que se lleva a cabo una restauración. “Actualmente, la mayor eficiencia energética se registra en las casas de fachada ventilada”, señala Santa Cruz. Este tipo de construcción crea una capa de aire de entre tres y cinco centímetros entre la parte de la fachada que da al exterior y el aislamiento térmico del interior, lo que mantiene el edificio fresco en verano y reduce su deterioro en invierno. Esto, junto a un correcto aislamiento de los techos, se aproxima al objetivo de un edificio que no deje escapar la temperatura de su interior: lo que se llama una casa pasiva.
El aislamiento, aunque importante, no es suficiente para garantizar la eficiencia energética
El aislamiento, aunque importante, no es suficiente para garantizar la eficiencia energética. “Lo primero es elegir una buena caldera”, apunta Escudero. Las calderas de condensación, cada vez más populares, son más eficientes al funcionar a una menor temperatura y, en consecuencia, necesitar menos combustible. Pero también tienen sus inconvenientes. “Si tienes una caldera de condensación, el mayor ahorro se obtiene distribuyendo el agua a una temperatura entre 35 y 55 grados, en vez de a 75 grados que es lo habitual. En consecuencia, se necesitan radiadores mas grandes”, advierte Escudero. Otra opción es instalar un suelo radiante por agua.
En el caso de las viviendas con calefacción central, además de modernizar la caldera conviene instalar un sistema que permite facturar a cada residente en función de lo que gasta, dado que así “son los propios usuarios quienes deciden ahorrar en consumo”, señala Santa Cruz. Pero el control de esa energía también es fundamental. “Una solución interesante es una llave termostática en los radiadores de la vivienda”, indica, “que cierra el aparato cuando se llega a la temperatura fijada”. Aunque permite una gestión más inteligente del uso de los radiadores, este sistema tiene sus desventajas. “En algunas calefacciones antiguas, esta solución no es viable”, apunta, “y en las viviendas con caldera central no habrá ahorro salvo que todos los vecinos los instalen”.
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