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Todos a una en Reino Unido para lograr el consumo responsable

Londres consigue reducir un 21% el despilfarro de comida en cinco años

Una familia media británica desperdicia en alimentos el equivalente a 24 comidas al mes. El pan, las patatas y la leche encabezan la lista de productos que van directamente de la nevera o la alacena a la basura, alcanzando los 7,2 millones de toneladas en el conjunto de los hogares. Por muy tremendo que aparezca ese volumen, también refleja una reducción del 21% del despilfarro en los últimos cinco años, conseguida gracias al compromiso voluntario de productores, distribuidores y comercios para lograr un consumo responsable.

Reino Unido es uno de los países europeos que encabezan los esfuerzos para acotar el desperdicio de alimentos, a través de un acuerdo forjado con los diferentes agentes de la industria para innovar el empaquetado de los productos dilatando su vida, ofrecer una amplia gama de porciones que atienda a las diferentes necesidades del comprador o clarificar un etiquetado que no siempre refleja fielmente su caducidad: “Consumir antes de” no significa lo mismo que “caduca a partir de”. También se ha redundado en la canalización de parte del superávit de productos hacia los bancos de alimentos que gestionan varias ONG. Auspiciado por la organización WRAP (Waste & Resources Action Programme), que asesora al Gobierno británico y también recibe fondos de la UE, este plan ha logrado cortar en el último lustro el derroche innecesario tanto en la cadena de distribución de alimentos (8,8%) como en los hogares (21%).

El próximo objetivo que se han marcado los protagonistas del acuerdo (Courtauld Commitment) es erradicar el desperdicio de otros 1,7 millones de toneladas de alimentos y bebidas para el año 2025, incidiendo asimismo en sus campañas de concienciación del consumidor. El informe anual divulgado por WRAP subraya que, a pesar de la preocupación de los ciudadanos por el aumento del coste de los alimentos, su gasto medio en los supermercados y colmados excede con creces las necesidades reales. Porque el 60% de los productos que acaban en la basura de los hogares son perfectamente aptos para el consumo. El coste anual de tal despilfarro se cuantifica en 5.995 millones de euros.

La cadena de supermercados Tesco, un gigante que lidera el sector en el Reino Unido, acaba de admitir que el 35% de las bolsas de ensalada que vende en sus establecimientos pasa sin más a engrosar el volumen de desperdicios, y que lo mismo ocurre con la mitad de sus productos de bollería o con el 40% de las manzanas. La difusión de esos datos —hasta ahora inédita por parte de la multinacional— ha venido acompañada este otoño del compromiso de Tesco de reducir sus promociones multiproducto, esto es, las ofertas al estilo de “tres paquetes por el precio de dos” que hasta ahora constituía una de sus principales armas comerciales.

Ese paso ha supuesto una presión adicional para que el resto de los competidores se sumen a la iniciativa. Aquellos que atienden especialmente a la imagen —y que se promueven como comercios responsables ante el medio ambiente— ya lo han hecho hace tiempo, como la compañía Marks & Spencer, que desde 2007 ha conseguido reducir sustancialmente el despilfarro alimentario con medidas como la aplicación de generosos descuentos a los productos de pronta caducidad. La empresa no se ve forzada a tirarlos y el consumidor ahorra en la cesta de la compra.

Campañas como Love Food, Hate Waste (Amo la comida, odio el desperdicio), difundidas ampliamente por una prensa británica que suele dedicar espacios destacados a los temas de consumo, han puesto su decisivo granito de arena.

A través de ellas se alerta al consumidor sobre el peligro de comprar “con los ojos” y acabar llenando la nevera de productos prescindibles, de adquirir paquetes más grandes de alimentos sencillamente porque están de oferta o de buscar la perfección cosmética de frutas o verduras.

El público sabe que una patata deforme no tiene menos calidad o sabor que otra con formas más atractivas, pero se resiste a comprarla. Vencer este tipo de prejuicios y, sobre todo, adquirir sólo aquellos alimentos y bebidas que respondan al consumo real de un hogar podría paliar la increíble radiografía del último año que ha dibujado WRAP: el desperdicio anual de 86 millones de pollos o, de forma diaria, el equivalente a 24 millones de rebanadas de pan o 5,8 millones de patatas.

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