“Nos hemos formado en las cañerías de la profesión teatral”
Los intérpretes de la compañía Impromadrid han ganado 11 festivales de improvisación Tienen más de una década de experiencia
Ignacio López y Jorge Rueda nunca saben qué va a pasar cuando se suben al escenario. En cada espectáculo cuentan una historia diferente, que se inventan sobre la marcha. Licenciados en Comunicación Audiovisual y Periodismo, respectivamente, se dedican a la interpretación. Son actores que no ensayan nunca. Ellos entrenan. No tienen un texto que repasar, ya que en sus espectáculos no hay guion, sino que usan su ingenio para seguir al compañero. Improvisan. Y defienden con vehemencia su profesión: “Nos enfada que digan que el Gobierno improvisa. Se asocia a algo negativo, cuando también tiene una connotación positiva. Es necesario utilizar los estímulos que tienes a tu alcance para crear. Saber hacerlo es difícil, hay que prepararse. Si tuviéramos un presidente que supiera improvisar, nos iría mejor”.
López y Rueda, madrileño y valenciano, de 34 y 33 años, respectivamente, llevan más de una década actuando, junto a Ignacio Soriano, en la compañía Impromadrid Teatro. Y, a juzgar por los 11 festivales que han ganado, lo hacen bien. “En 2000 montamos nuestra primera representación, Chop Suey”, recuerda López. Entonces fueron pioneros en España, donde la improvisación era una gran desconocida, y siguen siéndolo. Dedican mucho tiempo a la investigación de técnicas y a importar nuevos espectáculos, cuentan mientras toman una caña.
Jota Batela. Madrid
• Ensalada de tomate: 6 euros.
• Lomo adobado: 6.
• Seis cañas: 9.
• Pan: 1.
• Total: 22 euros.
Se muestran satisfechos con la evolución que ha experimentado esta disciplina. “Ha proliferado muchísimo. Ya nos toman en serio. No somos tres chavales contando gracietas en una sala”, dice Rueda, e insiste en que es preciso cuidar lo que hacen y formarse, “por respeto al público y al teatro”. Ellos han pasado de cobrar 25 euros por una noche de trabajo a poder vivir de ello; de actuar en una nave “que ni siquiera tenía focos”, a hacerlo en grandes teatros y en varios países de Latinoamérica y Europa. Pero aseguran que la reacción del público ha sido siempre la misma. “Se sorprenden. Es muy divertido. Con frecuencia nos preguntan: ¿cuánto de esto está preparado? Les respondemos que vuelvan a vernos para que comprueben que cada función es única”, apunta López.
En sus espectáculos el papel de los espectadores es fundamental. “¡Qué mejor que emplear los imaginarios de 300 personas que están en el patio de butacas! Toda esa gente pensará en cosas que a nosotros no se nos van a ocurrir”, afirma López. Así, el público idea situaciones, argumentos y personajes a los que ellos dan vida.
López y Rueda insisten en que la agilidad a la hora de contestar, la capacidad para salir del paso y disfrutar haciéndolo se pueden entrenar. Esa es parte de la actividad de Impromadrid. Además de actuar para niños y para adultos, también dan clases y trabajan para empresas: desde eventos concretos (como gymkanas o actuaciones en cenas de empresa) hasta formación de directivos. También hacen improvisación en la cadena SER.
“Quien asiste a nuestros espectáculos se sorprende por cómo nos entendemos y la rapidez con la que nos leemos. Pero es que nos hemos formado en las cañerías de la profesión teatral. Hemos hecho supermercados, comuniones, centros comerciales... Y de ahí viene todo, de estar juntos en sitios donde preferíamos no haber estado”, bromea Rueda. Así, han ido aprendiendo cómo manejar su cuerpo, la voz, el gesto, pero también el guion. “Un improvisador debería ser en realidad un Leonardo Da Vinci, saber de todo. Es actor, director y escenógrafo al mismo tiempo”, concluye López.
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