Millones de ovejas sin pastor
Hay 6.000 curas casados en España a la espera de poder ejercer su vocación
Hay apuestas por ver qué norma del Vaticano cae primero: si el celibato obligatorio de los sacerdotes o la prohibición de ordenar mujeres. Muchas jerarquías lo llevan pensando ante la falta de vocaciones, el hecho de que miles de parroquias carecen de pastor (incumpliendo el precepto de ofrecer la misa dominical, antaño gravísimo pecado para un feligrés, multa de la Guardia Civil incluida), y ante el enfado y la marginación de millones de mujeres, pese a ser inmensa mayoría en esa confesión. Dice el primer ministro de Francisco, Pietro Parolín, que el celibato obligatorio “no es un dogma de fe”. ¡Vaya novedad! Cuando el sexo no era obsesión enfermiza de eclesiásticos principales, hubo hasta papas que fueron padres de familia. Hoy son 58.000 los curas casados —6.000 en España— a la espera de un cambio que les permita volver a ejercer su vocación. También existen sacerdotes que conviven con sus esposas y atienden parroquias por encargo de algún obispo. Hubo en 2005 en Tenerife un caso sonado: la ordenación por el prelado local de un hombre con mujer y dos hijas, el británico Gliwitzki, expastor anglicano. El caso fue autorizado por la Congregación doctrinal que presidía el emérito Benedicto XVI.
Pese a todo, Ratzinger y, sobre todo, su antecesor, Juan Pablo II, siempre se negaron a abrirse al celibato opcional. Wojtyla lo hizo con su habitual mal carácter. Fue sonado lo ocurrido cuando el cardenal de Sevilla, Bueno Monreal, fue a comunicarle su renuncia por edad y dibujó al Papa un panorama desolador de su provincia eclesiástica. “Me veo en la obligación de pedirle, santidad, que reflexione sobre la conveniencia de relajar el celibato obligatorio”. Juan Pablo II le cortó, sin compasión: “Y yo me ve veo en la obligación de pedirle que abandone ahora mismo este despacho”. En un Sínodo sobre la familia, el papa polaco volvió a perder la compostura ante varios cardenales alemanes: “Demasiados hablan de replantearse la ley del celibato eclesiástico. ¡Hay que hacerles callar!”, les dijo.
Respecto al sacerdocio femenino, Juan Pablo II estuvo empeñado en cerrar esa puerta proclamándolo como un dogma de la Iglesia católica. A duras penas pudo convencerle de que no lo hiciera su principal asesor, Ratzinger, policía principal entonces de la doctrina vaticana. También caerá ese telón. En 2005, el padre Ángel García, fundador de los Mensajeros de la Paz, apostó ante un periodista de EL PAÍS que Benedicto XVI admitiría el sacerdocio femenino. “Un día en que se levante con un buen pie, dirá: ‘Hasta aquí hemos llegado’. Me apuesto a que antes de cinco años lo hace”. No lo hizo, pero quizás dé el paso Francisco, si de veras viene con reformas además de con buenas palabras.
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