“Nosotros no espiamos, investigamos”
El detective defiende las escuchas si las pide una de las partes
Uno tiene ya demasiada edad como para pretender que no guarda secretos, así que enfrentarse a un detective privado no es cómodo a priori. Pero la terraza frente a la Puerta de Alcalá de Madrid que ha elegido José María Alonso, madrileño de 43 años, es tan ruidosa que no invita a las confidencias. El calor acaba de llegar de golpe a la ciudad, y parece imposible resistirse a sentarse al aire libre.
Alonso es director operativo de Detectives Zenit, una profesión a la que llegó casi de rebote. “Estudié Derecho, pero era muy aburrido, así que luego saqué el grado de detective. Hubiera hecho Periodismo, pero por nota no pude. Es que cotilla he sido siempre”, admite para empezar. Además, “mientras abogados hay muchos, licencias de detectives solo hay unas 2.800 en España”.
Alonso admite que su profesión ha pasado unos momentos complicados, con casos como el espionaje entre políticos en Cataluña. “Nosotros no espiamos, investigamos, porque estamos habilitados por ley”. Eso quiere decir que ellos, los detectives, pueden hacer cosas que el resto, en teoría, no podemos. “Aunque hay una manga muy ancha. A los paparazis todo se les consiente, cuando la persecución que hacen podría ser considerada acoso”. En el caso de Cataluña, Alonso afirma que la empresa que grabó las conversaciones, Método 3, “es muy importante”. “Desde el desconocimiento, lo que habría que ver es quién ordenó las escuchas”, dice. “Si les contrató una de las partes, son lícitas”, afirma.
Puestos a hablar de partes implicadas en una conversación o en un seguimiento, Alonso admite que vive en una situación especial. Su pareja también es detective —de hecho, trabaja en la misma empresa—. Pero él no teme mucho a su perspicacia. “Tengo secretos, pero son livianos. Tampoco haría falta ser un gran detective para pillarlos”, admite.
Acostumbrado a manejar historias delicadas —mucha trama familiar, pero, sobre todo, empresarial—, el detective hay algo que tiene claro: “En el mundo actual no hay secretos. Si alguien se empeña en buscarlos, te los encuentra”. Y esto vale tanto para una infidelidad como para las actuaciones de los Gobiernos. “Ahí interviene otro factor. En lo que han hecho el que está en la Embajada de Ecuador [Assange, que difundió los papeles de Wikileaks] o el americano [Snowden, que acaba de desvelar los espionajes del Gobierno de EE UU en Internet] hay una segunda parte: lo que sucede al divulgarlo. En nuestro trabajo normal puede haber, en algún caso, un problema de conciencia —aunque yo ya me he hecho una coraza—, pero en el suyo está, además, el lío en el que se meten”.
Parte de esa coraza está en su facilidad para desconectar. “Con dos hijos, uno de cinco y otro de siete años, el tiempo libre lo tengo siempre ocupado. Antes me gustaba viajar, pero eso ahora ha cambiado. Además, con una mujer detective, con los horarios que tenemos los dos, la conciliación, o, mejor dicho, la coparticipación en la casa, es fundamental”, afirma. “Y es que soy un detective atípico. El sector es bastante casposo, y yo me encargo mucho de los niños, y cocino. Lo mío es la sepia a la gijonesa y el atún con confitura de tomate”, presume.
El calor aprieta, el desayuno se alarga y faltan por hacer las fotos. Cuando Alonso se va, queda pendiente una pregunta: ¿qué habrá descubierto de uno?
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