Shanghái sacrifica aves y cierra mercados ante la proliferación del virus H7N9
El número de muertos se eleva a seis No se han dado aún casos de contagios entre humanos, aunque crece el temor En Estados Unidos buscan ya una vacuna.
El goteo de enfermos continúa. Lento, pero imparable. La lista de fallecidos por la nueva cepa de la gripe aviar —el virus H7N9— suma ya seis nombres, el último confirmado esta mañana, y Shanghái aparece como la localidad más afectada con cuatro fallecidos. Las autoridades han emitido una orden para que no se vendan aves vivas y se cierren los mercados al aire libre. También se pide a la población que no sacrifiquen animales por su cuenta. Anoche se decidió sacrificar en Shanghái miles de aves en los mercados de esta megalópolis de 24 millones de habitantes después de que una paloma diese positivo por H7N9. Es la primera vez que se encuentra el virus en un animal vivo, y los científicos consideran que el hallazgo es una buena noticia para entender cómo se comporta esta cepa de la gripe aviar. Por su parte, en EE UU comienzan a buscar, de forma preventiva, una vacuna.
Los 14 casos de afectados confirmados hasta ahora en el este del país, que incluyen a un niño de cuatro años que es el primero que evoluciona favorablemente, se concentran en las provincias vecinas de la capital económica de China, Jiangsu y Zhejiang, pero el Gobierno no quiere correr riesgos y ha puesto a todos los hospitales en alerta máxima. “Pondremos todos los recursos del sistema sanitario nacional a combatir el virus”, aseguró ayer la Comisión Nacional de Salud en un comunicado.
No en vano, circulan ya en las redes sociales chinas informaciones —rápidamente eliminadas por los censores— que aseguran que el virus ha llegado ya a la capital política, Pekín, y en Hong Kong una niña de 7 años podría también haber dado positivo. Para evitar estos rumores, muchos de los cuales se han confirmado horas después, las Autoridades se han comprometido a actuar “con total transparencia frente a la Organización Mundial de la Salud y a la comunidad internacional”. No obstante, la población recela y en Shanghái ya es habitual encontrarse a clientes de supermercados que se acercan a la carnicería con mascarilla.
“No nos sentimos seguros porque creemos que se nos oculta información”, explicaba hoy a EL PAÍS una joven pareja protegida con mascarillas de la marca 3M en un establecimiento comercial. “Antes las usábamos contra la polución, pero ahora las llevamos también al supermercado. Se está informado de la muerte de enfermos a quienes se les diagnosticó el virus hace ya tiempo, y tememos que pueden ser muchos más”, aseguraba ella, apellidada Xu.
Fuera del supermercado, la farmacia del centro comercial Hongkou Plaza, al norte de Shanghái, reconocía que se han agotado todos los tipos de mascarillas, y que ni siquiera los proveedores tienen más. La afirmación por parte de algunos dirigentes chinos de que la medicina tradicional china puede prevenir la infección también ha disparado las ventas, aunque no hay evidencia científica alguna sobre ello. “Alguien está haciendo mucho dinero con esto”, afirma la dependienta.
Sin duda no ayuda a tranquilizar a la población la orden de emergencia que han emitido hoy las autoridades de Shanghái prohibiendo la venta de todo tipo de aves vivas y exigiendo, a partir de mañana, el cierre de todos los mercados al aire libre. Además, se pide a la población que no mate pollos por su cuenta, una tradición habitual en algunas zonas de un país que celebra desde ayer, y hasta mañana, el festival Qingming —equivalente a Todos los Santos—.
Por su parte, en Estados Unidos ya han comenzado a buscar una vacuna que podría ser producida en masa en unos seis meses. Mientras esto ocurre, "solo como medida de precaución", de acuerdo con un portavoz del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC), una comisión de virólogos ha mostrado "bastante preocupación" por el nuevo virus, según publica The New York Times. La creación de la vacuna llevará al menos un mes, pese a que las autoridades federales en salud están acelerando el proceso al construirla a través de ADN sintético en lugar de esperar a que llegue una muestra del virus de China, según ha explicado Michael Shaw, director asociado de la división de gripe del CDC.
Hasta entonces, en muchos lugares de China se está vacunando a las aves con otros medicamentos —Shanghái asegura, además, que el virus cede ante el Tamiflu—, y es posible que la población china tenga que acostumbrarse a imágenes similares a las vividas anoche, cuando personal veterinario, enfundado en trajes que recuerdan a los de la epidemia de neumonía atípica -SARS- de hace una década, se dedicó a matar patos y pollos y a desinfectar los mercados en los que se comercializan sin ningún estándar higiénico.
Las Autoridades buscan así evitar más contagios de aves a humanos, antes de que el virus adquiera la capacidad para contagiarse entre personas, un punto de inflexión al que nadie quiere llegar porque podría suponer el inicio de la temida pandemia. La OMS mantiene que ese riesgo es todavía “bajo”, y que, aunque no está claro el origen de la infección, podría encontrarse en las secreciones y los excrementos de las aves, con las que muchos están en contacto en mercados y mataderos.
Aunque toda la información que llega por canales oficiales busca tranquilizar a la población, el mundo empresarial se resiente. La bolsa de Hong Kong ha cerrado hoy en el mínimo de los últimos cuatro meses, y las aerolíneas chinas se han dejado en torno al 10% de su valor en el parqué. “La gripe aviar es ahora la principal prioridad en la mente de la gente”, ha asegurado a la agencia Reuters uno de los responsables de la agencia de inversiones Cheer Pearl Investment, Alfred Chan. “No hay pánico, pero sí cautela y precaución. No queremos ser los próximos en la lista de muertos”, sentencia la joven pareja que va con mascarilla al supermercado.
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