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VIDAS ROBADAS

“Tu bebé ha muerto. No llores. Es lo mejor que os podía pasar”

Carmen Díaz vivía en una chabola cuando nació su tercer hijo. Ella siempre pensó que se lo robaron, pero la tomaron por loca. Su familia la apoya ahora

Natalia Junquera
Carmen Díaz sigue buscando tres décadas después al hijo que está segura de que le robaron.
Carmen Díaz sigue buscando tres décadas después al hijo que está segura de que le robaron. Samuel Sánchez

Carmen Díaz, presidenta de la asociación Madres Unidas contra la Droga de Madrid, ha enterrado a los hijos de otras madres, toxicómanos que acogió en su propia casa cuando ya no se podía hacer por ellos más que acompañarlos hasta el final. Al suyo, nacido el 24 de julio de 1979 en la Ciudad Sanitaria Provincial Francisco Franco, en la madrileña calle de O‘Donnell, no lo pudo enterrar. “No se murió. Me lo robaron”.

Era su tercer hijo. Carmen y su marido, Paco, tenían ya a Paquito, de seis años, y a Ana, de tres. Eran jóvenes —Carmen tenía 28 años y Paco uno más— y muy, muy pobres. “Soy la pequeña de 13 hermanos. Mi madre enviudó y se vino de Don Benito (Badajoz) a Madrid para buscarse la vida. Empezó a fregar para las monjas y construyó una chabola en Palomeras. Y cuando yo me casé, fui a vivir a otra chabola...”.

Los servicios sociales de Vallecas, donde vivían, la iglesia a la que acudían y los médicos que la atendieron durante el embarazo conocían su precaria situación económica. “En concreto”, según recuerda Carmen en la denuncia por el robo de su hijo que presentó en julio del año pasado en la Fiscalía de Madrid, “lo sabía el médico que le hizo el seguimiento del embarazo”, que tenía consulta en Vallecas, pero también trabajaba en la maternidad de Santa Cristina, donde trabajaba la fallecida sor María y donde había nacido el segundo hijo de Carmen.

“Parto normal. Varón vivo”, dice la documentación

“Cuando supimos que estaba embarazada otra vez, pensamos en no tenerlo”, confiesa Carmen. “No recuerdo quién fue, si fue alguien de la parroquia o una asistente social, pero me dieron una dirección donde me aseguraron que me practicarían un aborto por 50.000 pesetas. Al volver a la chabola, me pareció una locura. Pensé en mi madre, que había sacado a 13 hijos adelante, lo hablé con Paco y decidimos tenerlo”.

El embarazo se desarrolló con total normalidad. También el parto. De hecho, en la documentación que Carmen ha conseguido del hospital muchos años después se lee: “Salida fetal a las 18 h. Parto normal. Varón vivo”.

“Lo vi. Le oí llorar”, recuerda Carmen. “Me extrañó que, como en los dos partos anteriores, no me lo pusieran sobre el pecho. Se lo llevaran enseguida y después me durmieron. Cuando me desperté en la habitación, una matrona me dijo: ‘Te tengo que dar una mala noticia: el bebé se ha muerto’. Me puse a llorar: ‘Pero ¿qué ha pasado? ¡Quiero verlo!’ y entonces me dijo: “Anda, no llores. Al fin y al cabo tienes ya dos hijos y esto es lo mejor que te podía pasar”.

Cuida desde hace 16 años a los hijos de una presa. “Santiago tiene cuatro hermanos”

Carmen no ha olvidado el aspecto de aquella enfermera — “alta, grandota”— capaz de decirle a una madre que lo mejor que le podía pasar era que su hijo muriera, pero sí su nombre.

Cuando Paco regresó a la habitación, no entendía nada. “Me contó que él había subido en el ascensor con un señor y nuestro hijo y me dijo que era un bebé grande, hermosísimo. Yo había salido de cuentas tres días antes. Recuerdo perfectamente la fecha porque el médico me había dicho: ‘Si no has dado a luz el día de Santiago (25 de julio), vete al hospital”. Sin embargo, en la documentación que le entregaron en el Registro Civil figura como fecha del parto el 23 de julio, cuando el bebé nació al día siguiente.

Paco y Carmen, como tantos otros padres que han denunciado el robo de sus hijos, no vieron el cadáver de su bebé. “Yo quise verlo, pero me daban largas. A Paco el médico le dijo que era mejor que no lo viéramos, que ellos ya se encargaban de todo, que éramos muy jóvenes... Le pidió que se encargara de mí y le hizo firmar unos papeles que con el aturdimiento ni leyó”, recuerda Carmen. “Yo estaba convencida de que mi bebé no había muerto, de que me lo habían quitado. Volví a mi chabola sin nada. Caí en una depresión. Y llegó un momento en que ya no podía hablar de mi bebé porque toda mi familia pensaba que estaba loca. ¡Nadie me creía!”, recuerda entre lágrimas. “¡No podía llorar a mi hijo!”.

Enterró a los hijos toxicómanos de otras madres. Al suyo no le dejaron ni verlo

Carmen salió adelante gracias a sus otros dos hijos, que tiraron de ella. En 1981, cuando la periodista María Antonia Iglesias publicó en Interviú un reportaje sobre robos de niños en Madrid con la fotografía del cadáver del bebé que tenían supuestamente para enseñar a los padres que insistían en ver el cuerpo, Carmen recibió muchas llamadas. “Mi cuñada me dijo: ‘Te tomamos por loca, pero tenías razón”. Se peleó con Paco, preocupado porque su mujer volviera a obsesionarse y cayera en una depresión. Pero finalmente, cuando hace dos años vio que surgían otros casos como el suyo y oyó a otras madres repitiendo lo mismo —“Me dijeron que el bebé había muerto y que ellos se encargaban de todo...”—, ya no hubo quien la parara.

Carmen presentó una denuncia por el robo de su hijo en la Fiscalía de Madrid en julio de 2012. En octubre, por falta de pruebas, se la archivaron, y llevó su caso al juzgado solicitando que llamara a declarar a los médicos que la habían atendido; que se exhumaran los restos supuestamente enterrados por el hospital en el cementerio de La Almudena y que, según los servicios funerarios de Madrid, habían sido trasladados a un osario común; y que los cotejaran con su ADN. El juzgado también lo archivó. Y Carmen volvió a recurrir. “No me importa lo que me cueste. Voy a pelear hasta el final”.

“No podía hablar de mi bebé. ¡Nadie me creía!”, recuerda entre lágrimas

Ahora trabaja limpiando discotecas. “Soy esteticién de los suelos”, bromea. Ya no vive en una chabola. Tras una larga lucha, logró una casa del de protección oficial. Antes de eso, vio cómo en el poblado en el que vivían desde mediados de los setenta iban cayendo poco a poco, por la droga, los hijos de sus vecinas. “La heroína acabó con una generación entera. Mis hijos entonces eran pequeños, pero había que hacer algo y fundamos la asociación de madres unidas contra la droga”. Así fue cómo recogió y cuidó en su casa a muchos toxicómanos. “No eran mis hijos, pero los hacías tuyos”. A algunos logró sacarlos adelante. A otros solo pudo enterrarlos. Ahora es la madre de Paquito y de Ana, pero también de Enrique y José Manuel, los hijos de una toxicómana que Prisiones derivó al centro de acogida de la asociación ya muy enferma para que no muriera en la cárcel. Consiguieron que sobreviviera, pero volvió a caer en la droga. Desapareció un tiempo. Regresó. Carmen cuida a esos niños desde entonces. El pequeño tenía ocho meses cuando se lo llevó a su casa y el mayor, tres años. Paquito, Ana, Enrique y José Manuel son hermanos de Santiago, ese bebé que Carmen siempre ha pensado que no murió, que le robaron. Quiere presentárselos.

Búsquedas

Vía judicial. Familiares de niños robados se manifestaron ayer en Madrid en protesta por el archivo de muchas de sus denuncias y la lentitud de la investigación de sus casos pese a la avanzada edad de los supuestos implicados. La Fiscalía del Estado estableció el pasado diciembre que el delito no prescribe hasta 10 años después de que la víctima es consciente de que es un niño robado, y ordenó a los fiscales agotar todas las vías de investigación, incluyendo la práctica de exhumaciones.

Vía administrativa. El Ministerio de Justicia prometió el pasado octubre una oficina de atención a las víctimas y un banco de datos y ADN para los afectados. Aseguran que se abrirá en febrero.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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