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“Ya no se puede ni invitar a comer para hacer 'lobby”

Pablo Ximénez de Sandoval
A Andrews le choca lo concentrado que está el poder en España.
A Andrews le choca lo concentrado que está el poder en España.Carlos Rosillo

“Cuando empecé en el lobby, hace muchos años, era típico beber”. La botella de Rioja en la mesa es suficiente para que Wright Andrews (Carolina del Sur, 72 años) empiece a contar anécdotas. “Podías invitar a comer a miembros del Congreso, y la gente bebía en las comidas. Ahora ha cambiado todo. Ya no se bebe. Ni siquiera se puede invitar a comer”, dice. “En el ridículo sistema que tenemos, no puedo llevar a comer a un senador, pero le puedo dar un cheque de 2.000 dólares [1.557 euros] para estar en una cena de campaña”.

Quiso ser dentista, estudió Sociología, estuvo tentado de entrar en política. Pero fue a través de un despacho de abogados como se quedó definitivamente enganchado al mundillo del poder de Washington. Tras más de tres décadas dedicado profesionalmente a la defensa de intereses ante los políticos, Andrews es hoy director de la Liga Americana de Lobistas (ALL). Estuvo en España para participar en un seminario de Llorente&Cuenca y el IESE sobre lobby o “gestión de la influencia”. Allí habló con muchos colegas de profesión en España y constató algunas diferencias. “Lo que más me sorprende es hasta qué grado el poder aquí está concentrado en unas pocas personas de los partidos”. En EE UU, “está muy repartido y tienes que tocar una cantidad tremenda de personas”.

A esa dispersión de poder en Washington, y la cantidad de intereses que compiten por su atención, “algunos lo llaman exceso de democracia”, dice Andrews. “Yo creo que es bueno”, aclara. “Creo que la democracia es mejor cuantos más intereses compiten y dejan clara su posición, de individuos y empresas”. En España, observa, la profesión “se está sofisticando” y las firmas de lobby hacen ya lo mismo que sus pares estadounidenses. Pero, insiste, concentran ese esfuerzo “en un grupo muy reducido de personas”, comparado con lo que tiene que gestionar un lobby en Washington.

El jefe de la asociación de ‘lobbies’ critica la parálisis de Washington

La esposa de Andrews, Lisa, de 56 años, participa en este almuerzo y aclara un punto interesante. La actual división partidista en el Congreso, que es difícil que cambie en las elecciones de esta noche, es un mal negocio. La Cámara está en manos de los republicanos mientras el Senado tiene mayoría demócrata. El enfrentamiento produce una parálisis legislativa. “Esto ha hecho que en los últimos años sea extremadamente difícil conseguir que se apruebe algo”, explica. En este negocio, si no se aprueba lo que le interesa a su cliente, no se hace mucho dinero.

Durante su estancia en España, Andrews comprobó que sus pares españoles comparten con él “graves preocupaciones por el tema de la transparencia”, además de constatar abismales diferencias entre ambos sistemas. “Creo firmemente que para tener confianza de la gente en el proceso democrático necesitas transparencia”, dice a modo de advertencia general.

El objetivo de Andrews es hacer de la ALL una asociación más internacional. El jefe de los lobistas se sorprende de que en Washington, donde están representadas “cosas que no te puedes ni imaginar”, solo haya cuatro empresas españolas registradas como grupos de interés ante el Congreso. “La mayoría de las empresas cree que sus intereses están suficientemente representados a través de las embajadas o de firmas de abogados internacionales que cobran mucho dinero”, en vez de acudir a profesionales.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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