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“Las baloncestistas buenas acaban yéndose fuera”

En dos meses ha sido campeona de Europa y supo que su club desaparecía

Robert Álvarez

Silvia Domínguez, en una terraza de la Rambla de Catalunya, se atiene al tópico: al mal tiempo, buena cara. Ya es junio. Amenaza tormenta en Barcelona. Al fin, ha podido arrancarle la quinta hoja al calendario. Atrás ha quedado el mes horribilis de una de las mejores jugadoras del baloncesto español. No, no se trata de una derrota o de una lesión, episodios inherentes al deporte. Es otra cosa. El 17 de mayo, Carme Lluveras la llamó por teléfono. Quería verla, y también a otra estrella del equipo, Laia Palau. La directora general del Ros Casares, campeón de la Euroliga el 1 de abril y de la Liga española tres semanas después, les contó que la empresa de productos siderúrgicos abandona el patrocinio del club fundado en 1996 en Valencia.

Silvia tenía un año más de contrato; Laia acababa de renovarlo.

 “Es como si de golpe y porrazo desapareciese el Barça. El Ros Casares era el referente deportivo y económico del baloncesto femenino”, compara la jugadora, nacida hace 25 años en Montgat. “En cualquier caso, prefiero que me lo digan así de claro, lo que no les ocurre a compañeras de otros clubes. Les van dando largas, dejan de cobrar un mes y otro, y así hasta no se sabe cuándo. Es muy cruel realizar un trabajo no remunerado”.

La base internacional, de 1,67 metros, apura su capuchino en Granjas La Catalana, una franquicia fundada en 1900. “Las dificultades económicas de muchos clubes, incluidos algunos importantes equipos masculinos, no son más que un reflejo de lo que está pasando en el país. Quien patrocina sabe que no se consiguen ingresos, sino publicidad. En este momento muchos empresarios no se lo pueden permitir. Y menos en un país en que la atención de los medios se vuelca en el fútbol y apenas da oportunidad a otros deportes, especialmente los femeninos”.

“Cuando empecé, hace ocho años, estuve en el Estudiantes y algunas trabajaban en un banco y jugaban”, apunta. “Se dieron pasos adelante. Se creó una asociación que preside Elisa Aguilar. Se empezó a cotizar, se lograron una serie de derechos. Ahora, el peligro es que se pierda la profesionalización. Y eso que el baloncesto es el deporte femenino con más licencias en España. Es curioso. Íbamos a muchas escuelas a promocionarlo y somos campeonas de Europa. Pero las niñas se iban a ver al Valencia masculino. Yo, cuando era pequeña, ya quería ir a la NBA femenina y mis ídolos eran Laia Palau y Ana Belén Álvaro”.

No le faltan ofertas. Pero los dos o tres clubes españoles con más potencial ya han completado sus plantillas. “Además, muchas compañeras están sin cobrar, pendientes de juicios. Cada año se crea más desconfianza. Por eso, las buenas se acaban yendo fuera”. Es lo que hará ella, fichar por un equipo de alguna de las ligas europeas más potentes, y seguir con Psicología en la UNED.

Si mayo fue un mes horrible para Silvia es porque también se frustró su fichaje por un equipo de la NBA femenina, el Seattle Storm. Las baloncestistas pueden hacer compatible la temporada en Europa y en Estados Unidos. Tenía que viajar a Seattle el 8 de mayo. El visado no le llegó hasta una semana después. Demasiado tarde. Al mismo tiempo, la selección española, que hace un año perdió el billete para los Juegos Olímpicos, empieza la preparación para el Preeuropeo. La lista ya estaba completa cuando se produjo el episodio del Seattle. Silvia se quedó compuesta y sin selección. “Otro año será. Pero ahora, mi suerte ha cambiado”, concluye, optimista.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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