Policías mexicanos se entregan a Dios para alejar el impulso de la corrupción
El responsable del cuerpo en Guadalupe ha enviado a prisión a unos mil agentes desde 2011
Cuando el coronel Enrique San Miguel Sánchez llegó a Guadalupe hace año y medio para encargarse de la seguridad del municipio tenía 800 policías a su cargo. Al día siguiente ya eran 755. Los 45 que faltan abandonaron el cuerpo antes de que empezase la limpia. “Eran corruptos, vieron que iba a haber un cambio profundo y prefirieron irse”, declara el secretario de Seguridad Pública de esta localidad situada en el área metropolitana de Monterrey, en Nuevo León. Ahora son muchos menos, no llegan a los 280, pero ya no roban. Eso al menos es lo que dice el responsable del cuerpo, que apoya un nuevo método para meter en cintura a sus agentes: reunirlos antes de salir a patrullar para que dediquen unos minutos a la oración.
“Cuando llegué, la mayoría de los policías estaban aliados con el crimen organizado, no se portaban bien”, asegura San Miguel Sánchez en entrevista telefónica. Ahora la situación ha cambiado: los que están ya no delinquen, no “toman” - no beben- e incluso han dejado sus adicciones. Todas las mañanas, antes de salir a recorrer las calles, los agentes dedican unos treinta minutos a la oración. Para el coronel, la fe les ayuda a mantener firme su voluntad.
“Ahora ya no puedo correr -echar- a nadie”. Después de enviar a prisión a una gran parte de la plantilla, la segunda fase de su trabajo en la Secretaría al poco de llegar fue el reclutamiento de personal, porque se habían quedado solo con cuarenta agentes, veinte por cada turno. “Buscamos únicamente a exmilitares que reuniesen las condiciones físicas necesarias para ser policías”. Según sus cálculos, de este personal nuevo también tuvo que mandar a la cárcel a 200. “Hace unos meses vinieron a la institución unos pastores y nos ofrecieron impartir un curso a la plantilla avalado por la Secretaría de Trabajo. Los contenidos de las lecciones abordaban aspectos como la atención ciudadana, la interpretación que hace la Biblia del robo o lo que piensa Dios sobre quedarse con cosas que a uno no le pertenecen”.
Una vez terminado el programa muchos de los agentes pidieron a los pastores que siguiesen acudiendo a la institución para rezar antes de los turnos de patrulla, por lo que ahora, todos los días menos los domingos -cuando los pastores están ocupados oficiando misa- acuden a su llamada y dedican unos minutos al diálogo espiritual con Dios.
Enrique San Miguel se muestra muy satisfecho con los resultados, aunque admite que por el momento carece de cifras concretas. El comportamiento de sus agentes ha mejorado mucho y explica el motivo: “Si tú sigues la palabra del señor y tienes temor de su ley, obviamente, no vas a robar”. Aclara que el tiempo de oración es voluntario: “Aquí no obligamos a nadie”, y se hace fuera del horario de trabajo. Alrededor de la mitad de la plantilla participa en la actividad. De la otra mitad, la que no abraza la religión, tampoco tiene queja. “Ay, no les queda más remedio que portarse bien. Hacemos las patrullas mixtas, por lo que en un coche juntamos a los que visitan a los pastores y los que no lo hacen. Los primeros vigilan a los segundos y así no hay problemas”.
El secretario de Seguridad Pública indica que la actividad del crimen organizado ha disminuido en los últimos meses, en parte debido a la limpia de agentes que estaban involucrados y cooperaban con las organizaciones. “También hay una gran coordinación entre las fuerzas del Estado de Nuevo León. El que pega a uno, nos pega a todos. No abandonamos ni una sola persecución”, asegura. “Damos el 110% de nuestro tiempo para contribuir a la seguridad de la población de Guadalupe” y recalca, “todo lo hacemos por ellos, para que tengan buenos agentes patrullando en sus calles, nos interesan los ciudadanos”. La vida del coronel ejemplifica este compromiso, en su caso profesional y personal a partes iguales. Enrique San Miguel vive solo en Guadalupe después de que su familia tuviese que emigrar a los pocos meses de aceptar el cargo. “Estamos entregados a esto por completo”, señala con idéntica convicción a la que emplea para enviar bendiciones a su interlocutora cuando se despide.
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