El boticario en el banquillo
El tribunal decide hoy si el dueño del imperio Servier elude el juicio por estafa tras las muertes del fármaco Mediator
A sus 90 años, Jacques Servier todavía dirige con firmeza los laboratorios que fundó hace más de medio siglo. Salido de la nada, ha creado un imperio convertido en el segundo grupo farmacéutico de Francia, por detrás de Sanofi. Una historia atípica de éxito empresarial, empañada por el oscurantismo de la empresa y por uno de los mayores escándalos sanitarios del país. La semana pasada, este empresario discreto compareció impasible ante el Tribunal de Nanterre, a las afueras de París, en la apertura del primer juicio por estafa del caso Mediator, el medicamento contra la diabetes usado también como adelgazante que ha causado al menos 500 muertes, según las autoridades galas. El proceso se suspendió a la espera de que el mismo órgano judicial resuelva hoy las demandas de anulación presentadas por la defensa.
Entonces se sabrá si se celebra el juicio por estafa contra Servier y otros cuatro directivos, por el que se enfrenta a una posible pena de cuatro años de cárcel y 37.500 euros de multa. En paralelo, la Fiscalía de París tiene abierto otro procedimiento en el que Servier ya está imputado por “estafa, homicidio y daños involuntarios”, pero el juicio podría tardar años en celebrarse.
Doctor en Medicina y Farmacia, Servier, hijo de industriales, compró en 1954 un pequeño laboratorio de Orléans que fabricaba un jarabe antitusivo. Empleaba entonces a nueve personas, todos entrados en los sesenta. Al año siguiente lanzó sus dos primeras moléculas. En 1960 abrió el primer centro de investigación del grupo, uno de los pilares del imperio, que invierte un 25% de su beneficio en I+D. El empresario controla su compañía a la vieja usanza, mezclando paternalismo, respeto y temor, denuncia el control abusivo de la Administración pública y, pese al crecimiento del grupo que lo propulsa al rango de decimoquinto exportador francés con presencia en 140 países y con 22.000 trabajadores, se ha negado siempre a cotizar en bolsa.
Su recorrido empresarial y su cercanía con el expresidente Nicolas Sarkozy, que trabajó como abogado del grupo y conocía personalmente al doctor y farmacéutico desde 1983, le sirvieron en bandeja de plata la más alta categoría de la Legión de Honor en julio de 2009. “Es usted un personaje fuera de lo común”, declaró durante la ceremonia el entonces mandatario. “Su ascesis y su sobriedad fuerzan el respeto de todos (…) Es usted un hombre valiente y un visionario”.
"Quiero que acabe su vida en la cárcel", dice el viuda de una de las víctimas
“Es un hombre gentil en el trato directo, pero ha puesto en marcha un sistema en el que domina el miedo”, explicaba en una entrevista a Le Monde el pasado mes de noviembre Loic Meudic, exresponsable del servicio de seguridad de Servier, que denunciaba, además, una cultura empresarial racista en la que solo se retenían los currículos de blancos, así como la destrucción de bolsas enteras de documentación. “Su método es dividir para reinar mejor. Nadie sabe quién será el jefe después de él. Pero lo que está claro es que él ha decidido”, concluía.
El estallido del escándalo del Mediator y su retirada del mercado, en noviembre de 2009, fue recibido por los directivos y empleados del grupo como una tentativa de desestabilización procedente de la competencia. “Muchos empleados reaccionaron como lo hacen los miembros de una secta, pensando que todo lo que se decía fuera eran mentiras”, explica un representante del sindicato CFDT también a Le Monde. Parte de la plantilla así lo expresa en el blog titulado Orgullosos de ser empleados de Servier. También mantienen una cuenta muy activa en Twitter que sigue de cerca la repercusión del caso. Es una mentalidad defensiva, alentada por el hecho de que Servier sigue siendo “una empresa familiar, que nunca ha hecho un expediente de regulación de empleo, que no despide nunca a sus empleados”, añade el sindicalista.
Sarkozy le concedió la Legión de Honor en 2009 por su trayectoria empresarial
La imagen de Servier se vio ya empañada a finales de los noventa, cuando la Comisión Nacional de Informática y de las Libertades descubrió que el laboratorio empleaba a antiguos militares para investigar sobre la vida privada —sus opiniones políticas y su orientación sexual— de los candidatos a integrar el grupo, aunque la justicia desestimó el caso. En 1997, el grupo tuvo que retirar del mercado su medicamento Isoméride, un inhibidor del apetito que, al igual que el Mediator, contenía una sustancia nociva sospechosa de provocar hipertensión arterial. Los laboratorios fueron condenados en 2010 a ingresar 210.000 de euros en concepto de daños y perjuicios a una paciente víctima del medicamento.
En la audiencia del pasado lunes, sentado en el banco de los acusados con los brazos cruzados, vestido con un traje gris y luciendo su Legión de Honor en la solapa, Servier parecía ausente ante el muro de fotógrafos y televisiones que tenía delante y ajeno a la presencia de una treintena de víctimas en la sala. “No ha mirado en nuestra dirección, no ha tenido el coraje de enfrentarse a sus acusadores”, relataba a la televisión pública Marjorie, cuya madre murió a los 66 años después de tratarse durante cinco con el medicamento. “Ha destrozado mi vida, tiene la edad que tiene, pero quiero que acabe su vida en la cárcel”, comentaba por su parte Jean-Pierre Laffe, viudo de una de las víctimas.
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