La sangre se dona, pero no se vende
Pagar por las extracciones, como propone Grífols, rompería el altruista modelo español En Estados Unidos este incentivo ha resultado ser eficaz Para los pacientes, la remuneración vulneraría la ética
Pagar por la sangre. En concreto, por el líquido amarillento rico en proteínas en el que se encuentran suspendidos los glóbulos rojos, blancos y las plaquetas. Esta es la propuesta que lanzó recientemente Víctor Grífols, en una conferencia que ofreció en la escuela de negocios Esade de Barcelona. Víctor preside Grífols, la compañía que fundó en 1940 su abuelo, José Antonio Grífols, convertida ahora en una boyante multinacional que cotiza en el Ibex 35 y el Nasdaq estadounidense. La empresa se dedica fundamentalmente a la producción de fármacos que se obtienen a partir del plasma. El mismo plasma que el empresario quiere conseguir pagando a los donantes españoles.
La idea de abonar las extracciones de sangre contraviene radicalmente la filosofía del sistema de donación español, basado en el altruismo y la voluntariedad. Grífols planteó su propuesta aludiendo explícitamente a la situación económica tan delicada por la que atraviesan cientos de miles de familias, al señalar que podría beneficiar a quienes están en paro. Al abonar “entre 60 y 70 euros a la semana” por su plasma, la ayuda “sumado a la prestación por desempleo, sería una forma de vivir”, comentó el empresario.
“Introducir elementos económicos vulnera la ética de solidaridad que hemos creado como sociedad con un sistema de donación que es envidiado en el mundo y que se basa en el altruismo”, recuerda Albert Jovell, presidente del Foro Español de Pacientes. Tan trasplante es el de un órgano sólido (corazón, pulmón) como el de un “órgano líquido” como la sangre o el plasma, destaca.
Además, plantea una pregunta. “¿Dónde está el límite?, ¿por qué no pagar también por un riñón?”, apunta, “como tenemos dos, ¿por qué no vender uno para ayudar a tu familia en un momento de dificultad económica?”. “Y no me sirve el argumento de que otros países lo permitan, también es legal la pena de muerte”.
En Estados Unidos es legal cobrar por el plasma. En España, no. La obtención de esta sustancia biológica está en manos de los centros de donación de sangre de las distintas comunidades autónomas, como explica Luis Larrea, del Centro de Transfusión de la Comunidad Valenciana.
El plasma se puede obtener mediante un proceso denominado plasmaféresis, que realizan unos equipos de circuito cerrado similares a los que se emplean en las sesiones de hemodiálisis. Estas máquinas extraen la sangre y, mediante un proceso de centrifugado, separan el plasma del resto de componentes sanguíneos. La mezcla de proteínas y agua se almacena para producir hemoderivados. Los glóbulos rojos, leucocitos y plaquetas vuelven al donante. El procedimiento es bastante más lento que una donación normal de sangre. Se tarda hasta hora y media en obtener 850 mililitros.
¿Se podrá pagar también por un riñón?”, pregunta Albert Jovell
Lo habitual en España es extraer el plasma de las donaciones convencionales, que, a diferencia de la plasmaféresis, no suele durar más de 10 minutos. En este caso, los aproximadamente 450 mililitros de sangre que se obtienen de las personas que se acercan a los centros de transfusión de la red pública se almacenan en bolsas que, posteriormente son procesadas.
De ellas se extraen, por un lado, las células de la sangre que se destinarán a transfusiones en los hospitales. Por otro, se obtiene el plasma, cuyo principal valor está en los fármacos que se producen a partir de él mediante el denominado proceso de fraccionamiento, que consiste en la separación de las distintas proteínas, así como su purificación y dosificación en envases en condiciones de esterilidad para el uso clínico.
El tratamiento industrial que convierte el plasma en todos estos medicamentos lo monopoliza Grífols en España desde hace 25 años. La factoría de Parets del Vallés (Barcelona) recibe las extracciones que envían todos los centros de la red pública, las convierte en los distintos hemoderivados y los devuelve a los centros de transfusión para que estos, a su vez, los distribuyan por la red hospitalaria.
Cada centro de transfusión paga a Grífols por ello. Y negocia las condiciones de forma independiente con la compañía farmacéutica. Entre las medidas de ahorro y los recortes de prestaciones anunciados por el Ministerio de Sanidad se encuentra la intención de abandonar los acuerdos parciales y alcanzar unos precios comunes a nivel estatal que permitan a la red sanitaria rebajar el coste que le supone transformar su plasma en los distintos fármacos que produce Grífols.
El derivado de mayor importancia y mayor consumo son las inmunoglobulinas. Se trata de un concentrado de anticuerpos que potencia el sistema inmune y que se emplea para tratar no solo a pacientes con inmunodeficiencias, sino también a personas con enfermedades autoinmunes, trasplantados de médula ósea o algunos trastornos neurológicos.
Es tal la relevancia de este medicamento, que las instalaciones de Grifols en Parets del Vallés, donde se produce, son uno de los tres únicos elementos de relevancia estratégica situados en España para el Departamento de Estado del Gobierno estadounidense, como sacó a la luz la filtración masiva de Wikileaks. Los dos restantes son el estrecho de Gibraltar y el gaseoducto que conecta la península Ibérica con Argelia.
La asociación de donantes advierte de las presiones de la industria
Otros productos que se obtienen del plasma son la albúmina, indicada para restablecer el volumen circulatorio en fuertes hemorragias; el factor VIII de coagulación, la proteína de la que carecen las personas con hemofilia tipo A que impide que la sangre coagule con normalidad, o el factor IX, la proteína ligada a la hemofilia tipo B. El plasma es también la materia prima de otro derivado hematológico, la alfa-1 antitripsina, indicado en personas con un raro trastorno hereditario que les provoca deficiencia en la proteína alfa-1 y que puede derivar en enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
A lo largo del año 2011, Grífols procesó 360.000 litros de plasma procedente de donantes españoles, según explica la compañía en respuesta a un cuestionario remitido por este diario. Pero los hemoderivados resultantes de su transformación fueron insuficientes para cubrir la demanda de la red pública española. Este desequilibrio es una situación que se repite todos los años, de forma que las administraciones sanitarias se ven obligadas a comprar, al margen de los hemoderivados producidos con su plasma, más fármacos de Grífols u otras compañías, en este caso, fabricados con plasma retribuido.
La compañía catalana tiene, además de la de Parets del Vallés, otras dos plantas de fraccionamiento en Estados Unidos (en Los Ángeles y Clayton). De hecho, de todo el plasma que emplea la firma farmacéutica para producir hemoderivados, el 85% procede de EE UU y solo el 15% llega de la red pública de España, o la República Checa, Eslovaquia y Canadá, países con los que la empresa sostiene acuerdos similares a los de la red pública española.
¿Cómo obtiene Grífols la enorme cantidad de plasma que extrae en Estados Unidos? En este país, la empresa posee 147 centros al que acuden unos 275.000 donantes. Cada uno de ellos recibe entre 25 y 30 dólares “como contraprestación” por la hora y media que dura cada sesión. La agencia estadounidense del medicamento (FDA) permite realizar dos extracciones como máximo en un plazo de siete días, siempre que transcurran dos días entre ambas.
Un modelo similar al estadounidense es el que sugirió Víctor Grífols para España hace dos semanas con la excusa de la profunda crisis económica por la que atraviesa el país. Poner en marcha en España centros de donación similares podría generar entre 5.000 y 6.000 puestos de trabajo, según indicó el empresario farmacéutico. A lo que habría que sumar “500 o 600 millones de dólares [entre 300 y 365 millones de euros]” en concepto de pagos a donantes.
En su intervención, Grífols criticó que en 1985 se prohibiera la posibilidad de retribuir por las donaciones de sangre. “España debería espabilarse”, manifestó, después de señalar que países como Alemania, Austria y la República Checa hayan accedido al pago por extracción. El empresario cuestionó el empleo de argumentos éticos para mantener la prohibición de la donación remunerada. “¿Es más ético que traigamos el plasma pagado en Estados Unidos para tener hemoderivados en nuestros hospitales?”, cuestionó.
A la ética, precisamente, se refirió el presidente de la Federación Española de Donantes de Sangre, Martín Manceñido para oponerse a Víctor Grífols. “Es una barbaridad”, explicó el mismo día de la propuesta de cobrar por la extracción de plasma. El cuerpo humano es “inalienable”, por lo que, explicó, no se puede negociar con él o alguna de sus partes.
Manceñido alertó de que existe una estrategia por parte de las empresas de fraccionamiento de plasma dirigida a presionar a la Unión Europea y a los distintos Gobiernos del continente para liberalizar la compraventa de sangre debido a las elevadas perspectivas de consumo de hemoderivados que manejan como consecuencia del tratamiento de un número cada vez mayor de enfermedades a través de estos fármacos.
La fábrica de Grifols de Barcelona es de interés estratégico para EE UU
Para hacer frente a estos movimientos, las asociaciones nacionales de donantes se están movilizando para convencer a las autoridades comunitarias de que ni es necesario pagar por el plasma ni importarlo de países terceros. Estas entidades tienen previsto entregar al Consejo de Europa una serie de informes destinados a persuadir a este organismo de todo ello y favorecer que se activen mecanismos en los distintos países para facilitar que se pueda obtener el plasma necesario de los propios sistemas sanitarios.
El presidente de la federación de donantes también aludió a que permitir venta de plasma podría provocar un “desequilibrio automático” del sistema nacional de salud ya que se resentirían las donaciones altruistas. E insistió en que la propuesta no es legal, una cuestión en la que ha incidido el Ministerio de Sanidad.
“En España, en 1985 se establecieron los objetivos del plan nacional de hemoterapia donde figuraba ya la donación altruista”, expuso en un comunicado el mismo día en el que Grífols sugirió que se cambiara la ley. Posteriores desarrollos reglamentarios insistieron en el carácter “altruista y no remunerado” de la donación de sangre. Solo se permiten pequeños obsequios, como el clásico refresco o el bocadillo, o el reembolso de los costes del desplazamiento.
La normativa española es más restrictiva en lo referente al tiempo que puede transcurrir entre las distintas extracciones (aunque no es lo mismo sacar sangre que solo plasma). Frente a las dos donaciones en siete días que fija la FDA estadounidense para el plasma, en España han de transcurrir dos meses entre cada extracción de sangre —salvo circunstancias excepcionales— y el número máximo al año no pueden ser más de cuatro entre los hombres y tres en las mujeres.
La empresa cree que la donación retribuida generaría 300 millones
En la misma línea que apuntaba Albert Jovell, la donación de sangre se puede considerar como “prima hermana” de la donación de células y tejidos en general. Y, a pesar de que su proceso de obtención no depende de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), esta circunstancia no impide, como insiste el responsable de la ONT, Rafael Matesanz, que también se inspire en el mismo espíritu de altruismo y no remuneración. Al margen de ello, el responsable de la modélica organización de trasplantes española porta otra razón para mantener la donación de sangre al margen del mercado.
Los controles a los que se somete a los donantes en todo el mundo son muy exhaustivos. Grífols explica que ha instaurado en Estados Unidos un sistema basado en donantes estables y revisiones médicas previas a la extracción “para garantizar la seguridad del plasma y los hemoderivados fabricados a partir de la donación”. Con todo, mantener la gratuidad de las extracciones aporta, según Matesanz, una garantía extra de seguridad, “como se pudo comprobar en la epidemia del sida de los años ochenta”, ya que, de esta forma, se evita a buena parte de la población con factores de riesgo que se podrían ver atraídas por las retribuciones. “Volver a la situación anterior sería dar un paso atrás”.
“Estoy leyendo el libro Lo que no se puede comprar con dinero, de Michael Sandel”, explica Albert Jovell. “Hay cuestiones cuyo valor va mucho más allá de lo económico, como el plasma”, explica. “Donarlo a la sociedad tiene un valor muy superior al monetario, es un recurso a compartir no sujeto a las leyes de mercado” que sirve para salvar vidas en un sistema sanitario como el español.
Quizás el problema sea que el acto solidario de la donación no está reconocido. Para ello, Jovell propone la creación de una especie de DNI por puntos, que, por ejemplo, registre las donaciones de sangre o plasma que realiza cada persona y que se valorara, por ejemplo en las entrevistas de trabajo, como una cualidad más del potencial empleado. “En una sociedad impregnada de criterios de mercado e individualistas, es bueno buscar sistemas que sirvan para transmitir a la sociedad que ser solidario tiene su reconocimiento”.
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