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COMIDA CON... MANUEL BLANCO

“Es fácil detectar a un director de orquesta impostor”

El trompetista de la Orquesta Nacional de España es uno de los músicos con más proyección

Daniel Verdú
Manuel Blanco, trompetista de la Orquesta Nacional de España.
Manuel Blanco, trompetista de la Orquesta Nacional de España.LUIS SEVILLANO

Todos los domingos de su infancia en Daimiel llevaba a cabo el mismo ritual. Salía de casa con la moneda de 100 pesetas que le daba su madre, iba a misa de 11 y luego liquidaba el menudo capital en refrescos y recreativos. El clímax de todo el asunto consistía en correr a casa y pegar la oreja a la radio para escuchar el concierto de la Orquesta Nacional de España (ONE). Y, claro, a los siete años ya sabía que quería tocar la trompeta en aquella formación. Hijo de un policía local y un ama de casa, la familia hizo el esfuerzo y a los ocho le compró el instrumento. Y la primera vez que sopló aquella trompeta casi se desmaya. Hoy, con 26 años, no solo ha logrado ser solista de la ONE, sino que es uno de los músicos con más proyección de España. Un crac, que diría él. Y ya le llegan las ofertas de fuera: Leipzig, Berlín…

La cita es junto al Auditorio Nacional, donde ensaya y toca los fines de semana. Restaurante habitual de músicos y especialistas en rabo de toro. Así que no hay mucho debate acerca de un menú que comienza con un salmorejo bien espeso y, como no hay ensayo de tarde, media botella de vino.

Blanco y sus compañeros esperan el nombramiento de un nuevo director titular. Josep Pons, que lo ha sido hasta ahora, se marcha al Liceo. Y para él todo es agradecimiento. Para el futuro, en cambio, incertidumbre y pesimismo. “Los planes diseñados, si se respetan, son impresionantes. Pero tienen que poner al día las promesas profesionales que nos han hecho. Es un problema de reconocimiento”, señala en referencia a la situación laboral de la orquesta. El proyecto al que alude consistía en traer al joven y talentoso director alemán David Afkham. Una apuesta interesantísima que ilusionaba. Pero el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, se ha referido a ello como “abortado”.

Socio y apasionado del Real Madrid, ganador de la última edición del prestigioso premio internacional de la ARD de Múnich (solo dos trompetistas más lo lograron en 60 años, uno de ellos, el gran Maurice André), la analogía entre música y fútbol es obligada. Blanco suele tocar de memoria y puede observar atentamente a los directores que pasan por la ONE. “Su trabajo tiene que ver con la motivación, extraer lo mejor de cada uno. Y los músicos enseguida notamos cuando un director es bueno o no. Rápidamente descubres quién está solo moviendo las manos o quién está disfrutando como un enano; o ves al que te frena un poco porque se ha tomado una copa de vino o pasó una buena noche. Es fácil detectar al impostor”, dice liquidando despacio el primero (luego sabríamos que estaba enfermo).

Pese a las ofertas, no se plantea hacer las maletas. “Siempre he defendido que solo tendremos orquestas fuertes si nos quedamos”. Algo más debe suceder para que la música no sea un valor de referencia hoy entre los de su edad. “Claro. Alemania tiene mucha industria, pero su fuerte es la riqueza cultural. Aquí últimamente solo nos inculcan la cultura del mangoneo. La referencia es trabajar poco y ganar mucho dinero”.

Blanco no siente remilgos puristas. Si hay que innovar para recuperar público, se hace. “La idea es el mestizaje, hay que abrir la música. La gente que está tan cerrada debería quitarse prejuicios, o acabaremos sentenciando de muerte la música clásica. Puedes educar al público, pero también hay que hacer concesiones”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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