_
_
_
_
AULA LIBRE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobre el bachillerato de tres años y otras necesidades del sistema educativo

"A pesar de esta falta de consenso, ya casi nadie discute que nuestro sistema educativo necesita una puesta al día", sostiene el autor

El anuncio de un bachillerato de tres años a partir del próximo curso ha vuelto a poner sobre la mesa la eterna cuestión del consenso entre las distintas fuerzas parlamentarias, para evitar una reforma educativa cada vez que cambia el signo político del gobierno. A pesar de esta falta de consenso, ya casi nadie discute que nuestro sistema educativo necesita una puesta al día que facilite la reducción del abandono y mejore las tasas de éxito en todas sus etapas. Por lo que a la secundaria se refiere, la diferencia entre el nivel medio de nuestros escolares cuando terminan la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y lo que se les exige para acceder a la educación universitaria es difícilmente asumible en tan solo dos años. En este sentido, una ampliación del bachillerato parecería razonable y de paso nos acercaría un poco más a Europa, donde la mayor parte de los sistemas educativos ya cuentan con una etapa equivalente de tres años. Pero esta consideración por sí sola no es suficiente, la cuestión estriba también en la forma en que esta modificación se puede llevar a cabo, en las condiciones actuales, sin que los perjuicios sean mayores que los beneficios que se persiguen.

Veámoslo con un poco más de detalle: por lo que sabemos hasta ahora, el ministro Wert propone eliminar el cuarto curso de ESO, para sustituirlo por un curso más de bachillerato o por un curso preparatorio de Formación Profesional, según sea el caso. Esta propuesta, en el fondo, no es tan distinta de la que planteaban el ministro Gabilondo y el anterior Gobierno. En ambos casos se trata de que, al finalizar el tercer curso de ESO, los alumnos ya tengan que elegir entre un itinerario hacia el bachillerato, uno hacia la Formación Profesional y, presumiblemente, otro que permita alcanzar los objetivos de la educación básica a aquellos que no van proseguir sus estudios. Posiciones partidistas al margen, ambas propuestas solo disienten en la forma de organizar estos itinerarios y en algunas disputas ideológicas que, a menudo, tienen poco en cuenta la realidad de los centros docentes.

Algunas disputas ideológicas a menudo tienen poco en cuenta la realidad de los centros docentes

 Dada la actual situación económica, parece más realista una reforma del último curso de la ESO, sin modificar la estructura de las etapas. Permitiría hacer prácticamente lo mismo y evitaría el problema de situar dentro del período obligatorio el primer curso de bachillerato y de Formación Profesional, una distorsión que provocará incomodidades a aquellos alumnos que tengan que cambiar de centro para un solo año y a los profesores que deban tener en sus clases a alumnos que no tengan intención de continuar sus estudios mas allá de la etapa obligatoria. Pero para que esta opción resulte eficaz deben definirse bien los itinerarios y dar una mayor autonomía a los centros en la toma de decisiones. En estos últimos años, en demasiadas ocasiones, se ha impedido la aplicación de soluciones realistas a los problemas desatados en muchos institutos, por miedo a que resultaran demasiado segregadoras, sin tener en cuenta que el abandono y los malos resultados escolares acaban siendo las principales fuentes de segregación. En última instancia, las soluciones que proporcionan un mayor grado de éxito a un mayor número de alumnos resultan ser las más integradoras, aunque en su definición no lo parezcan tanto.

En cualquier caso, la reforma que más nos acercaría a Europa y que mejor se adaptaría a las necesidades educativas del siglo XXI ya la desestimamos, en parte, al diseñar el proceso de adaptación de nuestro sistema universitario al Espacio Europeo de Educación Superior. Con demasiada frecuencia, cuando pensamos en el sistema educativo todavía lo hacemos con esquemas del pasado. De cuando se creía que el sistema educativo podía proporcionar a niños y jóvenes en sus distintas etapas los conocimientos suficientes para afrontar las necesidades de la vida adulta en todas sus dimensiones. Ya hace mucho tiempo que esto dejó de ser cierto. En un mundo complejo y cambiante como el que nos toca vivir, la formación debe plantearse como un proceso a lo largo de la vida que a partir de un determinado momento debe combinarse adecuadamente con otras experiencias vitales y principalmente con la experiencia laboral. Por esta razón, en la mayor parte de Europa, a la titulación universitaria que permite el acceso a un trabajo se accede después de un bachillerato de tres años y de un grado universitario, también de tres años de duración. Y a partir de ahí, la formación prosigue a lo largo de la vida, puesto que la actualización de conocimientos y competencias, y la adquisición de nuevas especializaciones se hacen imprescindibles, a causa, entre otras, de la creciente movilidad laboral.

Sigue siendo prioritario abordar la mejora de la educación obligatoria y especialmente de la ESO

En España, sin embargo, hemos optado por grados de cuatro años, con el argumento de que, con menos, nuestros estudiantes no saldrían suficientemente preparados. Un bachillerato de tres años, una vez finalizada la enseñanza obligatoria proporcionaría unas bases más sólidas a la formación universitaria y a la formación profesional superior, permitiría una reducción a tres años de los grados universitarios y la homologación de nuestro sistema universitario a la de los países educativamente más desarrollados.

Pero, aparte del bachillerato, en nuestro país sigue siendo prioritario abordar la mejora de la educación obligatoria y especialmente de la ESO para reducir el abandono y la sangría que supone que un tercio de los alumnos no alcancen los objetivos mínimos de esta etapa. Esperemos que esto acabe siendo objeto de consenso en esta legislatura. Quizá tendrán más tiempo para abordar todas estas cuestiones el día que dejen de pelear por una asignatura llamada Educación para al Ciudadanía.

Carles Sigalés es director de los Estudios de Ciencias de la Educación de la UOC

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_