"Obligar a las mujeres a dar a luz no es democrático"
Jon O’Brien (Dublin, 1965) cree que la mayoría de los católicos no comparte las opiniones de la jerarquía del Vaticano sobre cuestiones como el aborto, la sexualidad o los anticonceptivos. “La gran mayoría de los católicos usan preservativo, tienen abortos, creen en la educación sexual de los niños...”, dice. Y ese mensaje, el de la diversidad de opiniones y de la libertad de elección según la conciencia de cada cual, es el que trata de enviar como presidente de la organización estadounidense Catholics for Choice (Católicos por el derecho a decidir).
Las visiones de la entidad sobre estos temas han chocado a veces con la de las instituciones. Una de sus campañas, que trataba de promover el sexo seguro -bajo el lema los buenos católicos usan preservativo- con carteles publicitarios colocados en autobuses de la EMT durante la visita del Papa a Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud en 2011, fue vetada. O'Brien, que se define como “catolico e irlandés”, sin embargo, insiste en el mensaje. Además, se muestra muy preocupado por los anuncios del cambio legislativo en España. “Las restricciones no terminan con los abortos; solo los hacen más injustos”.
Pregunta. ¿Cree que el aborto es un derecho?
Respuesta. Nosotros creemos en la libre elección de las personas. En el mismo centro de las enseñanzas y la moral católica está el respeto a seguir a la conciencia en las cuestiones de salud sexual y reproductiva.
P. El Gobierno cambiará la ley para volver a un sistema de supuestos.
R. Es una verdadera tragedia para España si se niega a los ciudadanos la libre elección. Supone un regreso a los momentos más negros de su historia. La ley actual confía en las mujeres y en las elecciones que toman cada día, los cambios propuestos tratan de juzgarlas ¿y quién tiene derecho a ello? Ese nuevo modelo, si se hace realidad, forzará a las mujeres a dar a luz; eso suena a un sistema no democrático más similar a la Rumanía de Ceaucescu, donde esa era la política.
P. Esa opinión difiere de la de la jerarquía católica.
R. En muchos países los católicos están en contra de las opiniones de la jerarquía eclesiástica sobre aborto o contracepción o sexualidad. Esa jerarquía, que traslada mensajes negativos y muchas veces insanos sobre el sexo y que nos presenta una visión sesgada del papel de la mujer en la sociedad, no representa a todos los católicos y es importantísimo que no fuercen su visión. Creemos que son los hombres y las mujeres quienes debemos tomar las decisiones morales respecto a nuestra propia vida. Y, en un país como España, donde además de ese factor existen otras creencias y diversidades, la lógica es que la ley apoye esa libertad de conciencia.
P. Los partidarios de la reforma dicen que protege al no nacido.
R. En términos médicos, morales, filosóficos o espirituales no sabemos cuándo el feto se convierte en persona; pero las mujeres son personas ya. Y debemos protegerlas. Las restricciones no funcionan más que como una fórmula de perpetuar las desigualdades entre ricos y pobres. Aquellos con posibilidades económicas siempre podrán encontrar un camino, los más pobres se arriesgan a abortos clandestinos e inseguros. No hay justicia social en eso.
P. Restringir entonces no siempre es proteger.
R. Puede incluso desarrollar un turismo del aborto, pero lo que deberíamos cuestionarnos también es qué lleva al Gobierno a tomar esas medidas que niegan el derecho de las mujeres a decidir. Estas políticas anteponen sus creencias personales convirtiéndolas en leyes sin permitir que el pueblo haga lo mejor, conforme le dicte su conciencia.
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