El aire acondicionado calienta las calles
El calor que expulsan los aparatos de aire acondicionado modifica la temperatura de las ciudades. Además de usarlos con moderación, hay otros remedios para refrescar el verano.
El asfalto, el hormigón, el metal, las oleadas de turistas y el quimérico sueño de huir a la playa: cualquiera aguanta a pelo el calor veraniego en muchas de las ciudades españolas. Por eso, el aire acondicionado se ha vuelto casi imprescindible. Pero, según parece, enfriar a algunos calienta a todos. Un estudio del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) concluye que el uso del aire acondicionado puede subir entre 1,5 y dos grados la temperatura en el corazón de las ardientes urbes.
La pregunta que se hicieron los investigadores Alberto Martilli y Francisco Salamanca es: ¿puede el calor de los aparatos de aire acondicionado modificar el clima de la ciudad? Pues parece que sí. Esos dispositivos funcionan sacando el calor de los edificios al exterior, pero como su eficiencia no es total, acaban emitiendo hasta un 30% de calor más a la atmósfera urbana, una subida de temperatura que se nota especialmente en zonas cercanas a centros comerciales. ¿Cómo lo han llegado a esta conclusión? "Hemos desarrollado una herramienta numérica que estima las interacciones que existen entre los edificios de una ciudad y la atmósfera", explican los investigadores. "De este modo, cuando esta herramienta ha sido integrada en un modelo atmosférico, se ha podido calcular el efecto de los aparatos de aire acondicionado en la temperatura del aire. El modelo atmosférico utilizado ha sido el modelo WRF (Weather Research and Forecasting) desarrollado en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estador Unidos, NCAR".
El aire acondicionado no solo calienta las calles sino que dispara cada verano el consumo eléctrico. "Dar una cifra exacta sobre el consumo energético de estos aparatos para una ciudad concreta sería un poco imprudente ya que depende del número total de ellos, las horas de funcionamiento, las condiciones meteorológicas del día en particular, etcétera. Sin embargo, lo que sí podemos decir es que el consumo energético debido a estos aparatos representa cerca del 50 % del total. De hecho, el 50 % del consumo total anual medio en las ciudades se debe a la regulación térmica interna en los edificios (aires acondicionados en verano, calefacciones en invierno)", explican los investigadores.
"Lo importante es la cordura, usar el sentido común", recomienda Javier González, coordinador del área de energía de Ecologistas en Acción. "Si estamos a 40 grados está bien tener el aire a 25 grados, no debe bajarse más, tampoco es necesario tenerlo a 17. Además, el aumento del gasto energético no es lineal, de modo que si bajamos un poco la temperatura el gasto aumenta exponencialmente". Se ven en estas fechas algunos comercios en las calles comerciales de las ciudades con el aire a tope y las puertas abiertas de par en par. El frescor actúa sobre el peatón casi como un canto de sirena. "Respecto a las tiendas y centros comerciales habría que dar un toque. Como la energía es barata, hay un cierto despilfarro que incluso les compensa porque es un reclamo de marketing", dice Javier González.
Existen alternativas: "La climatización geotérmica tiene un potencial enorme", explica el coordinador ecologista. "Si excavas unos tres metros en el suelo hay una temperatura constante de entre diez y quince grados, cualquiera que tenga un sótano o un pozo lo sabe. Bastaría con bombear ese aire para enfriar un edificio con mucho menor consumo. En algunas ciudades, por ejemplo, se utilizan materiales en los tejados que reflejan la radiación solar para reducir la temperatura interior de los edificios en verano o se planta vegetación en las azoteas", enumeran los investigadores del Ciemat. Pero no hay complicarse tanto, existen otros remedios del acervo popular que deberían ser bien conocidos en un país caluroso como este: el uso de toldos, persianas, cortinas o, simplemente, ventilar los espacios a las horas de temperaturas más bajas. También el uso de lámparas de bajo consumo, que producen menos calor. Resulta paradójico que tratando de enfriar el ambiente lo calentemos, ya sea con la extracción de calor de los edificios como con las emisiones de CO2 derivadas de la producción de electricidad para alimentar nuestros aparatos de climatización.
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