China se cuartea
La cuenca del Yangtsé vive la peor sequía en medio siglo, la agricultura sufre, los precios se disparan, y la presa de las Tres Gargantas cierra sus compuertas
El cielo no llora en China, y a sus habitantes hace tiempo que se les han secado hasta las lágrimas. La tierra se cuartea, la cosecha muere, y el precio de los alimentos se dispara. Por si fuera poco, la tecnología destinada a prevenir catástrofes naturales no sólo se muestra ineficiente, sino que aparece como posible causante de algunos de los males que van acumulándose en la larga lista que ha provocado la peor sequía de los cincuenta últimos años en la cuenca del río Yangtsé, el más caudaloso del país. Y todo puede ir a peor. Si el cielo despejado persiste, incluso podría verse en peligro el transporte de carbón hacia las provincias de la costa este, aquejadas ya de una crónica falta de energía.
De momento, el número de personas afectadas directamente por la falta de agua supera los 36 millones. Son habitantes de cinco provincias del centro del país en las que ha llovido entre un 30 y un 80% menos de lo habitual. Pero todo el país va a sufrir en el bolsillo las consecuencias. Porque el precio de los alimentos, sobre todo el de verduras y hortalizas, ya se ha disparado, y amenaza con llevar a cotas todavía más altas la galopante inflación, uno de los principales quebraderos de cabeza económicos del Gobierno. El simple hecho dehacer la compra se ha convertido en un serial de terror para los 1.350 millones de habitantes del país más poblado del planeta.
Pero los efectos de esta prolongada sequía, a la que los meteorólogos todavía no ponen fecha de caducidad, podría tener efectos negativos incluso fuera de las fronteras chinas. Una vez más, la razón se encuentra tanto en el impacto real que puede tener en la oferta de los mercados de alimentos, sobre todo en el de cereales, como en la especulación que se desata en el mercado de futuros. El del algodón ha sido el primero en recibir la dentellada de los inversores que buscan ganancias en tiempo récord.
Si bien la dimensión económica de este desastre está copando las portadas de los medios de comunicación locales e internacionales, lo que realmente preocupa en las zonas afectadas, donde la macroeconomía es parecida a la ciencia ficción, es el impacto medioambiental del problema. Hay quienes culpan de los continuos desastres naturales al desarrollo desmedido del país, y, sobre todo, a la presa de las Tres Gargantas, el mayor proyecto hidráulico del planeta. "Hacemos daño a la Tierra y ella nos lo de devuelve", se lamenta un agricultor de Hubei en la televisión provincial.
Otros, como Guan Fengjun, se esfuerzan por demostrar este hecho de forma más científica. El director del Departamento de Geología del Ministerio de Tierra y Recursos de China asegura que las Tres Gargantas aumenta el riesgo de catástrofes naturales "porque las súbitas descargas de agua de la presa desestabilizan las márgenes del río". Además, si hasta ahora el embalse había conseguido calmar los ánimos de los agricultores abriendo sus compuertas para atenuar el efecto de la sequía, la decisión de cerrarlas hará que la situación se haga todavía más dramática. Curiosamente, ya hay quien ha decidido protegerse de la gigantesca presa construyendo otra de menor tamaño. Es el caso de la provincia de Jiangxi, que quiere preservar de esta forma el principal lago del país. No obstante, los expertos aseguran que la proliferación de barreras artificiales no hace sino aumentar un daño que se extiende ya a otros países de la región.
La sequía no afecta sólo a las zonas rurales. En la megalópolis de Shanghai, por ejemplo, el plomizo cielo gris va cargándose más con cada día que no llueve, y hace que los niveles de polución se disparen hasta alcanzar en varias ocasiones el nivel más elevado. Así, la capital económica de China vive ya su período seco más prolongado de los últimos 138 años, y las consultas por problemas respiratorios se multiplican. "Estos meses están siendo horribles", reconoce a este periodista un médico del servicio de Urgencias del Hospital de Ruijin. Y lo peor, aseguran los meteorólogos, podría estar todavía por llegar.
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