_
_
_
_

Los pájaros visitan al psiquiatra

Eso dijo Joaquín Sabina en 'Pongamos que hablo de Madrid'. La contaminación atmosférica, acústica y lumínica de las ciudades es un asunto al que han recurrido variados músicos, con independencia de la fauna afectada

¿Es posible que Joaquín Sabina intuyera en 1980 los males de los verdecillos de principios del siglo XXI? Esta pregunta me vino a la cabeza al conocer las conclusiones de un estudio sobre el canto de los pájaros urbanos (no se refieren a Sabina) en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El informe constata que los verdecillos, debido a la contaminación acústica de las ciudades, consiguen compensar los efectos negativos del ruido dedicando más tiempo a cantar. Pero claro, como decía el investigador del CSIC, Mario Díaz, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, "dedicar más tiempo al canto puede interferir en exceso con tareas tan importantes como estar atento a los depredadores o a otros verdecillos vecinos".

Puestos a cantar, Joaquín Sabina lo hacía así en 1980, en el disco Malas compañías: "Los pájaros visitan al psiquiatra / las estrellas se olvidan de salir / la muerte viaja en ambulancias blancas / pongamos que hablo de Madrid". Veis, ya lo decía Sabina en Pongamos que hablo de Madrid, aunque esté traído con pinzas. Lo que sí es cierto es que la contaminación atmosférica, acústica y lumínica de las ciudades es un tema al que han recurrido variados músicos, con independencia de la "fauna" afectada.

Muchos han utilizado y utilizan a Madrid como bandera de esa contaminación, mal que les pese a Ana Botella y Alberto Ruiz Gallardón, y a las botellas y gallardones que les precedieron. Hasta los comedidos Hombres G cantaron en Madrid, Madrid (1989): "Es cierto que las estrellas / se ven en muy rara ocasión". Luego echan el freno: "Los coches echan humo como en todas las ciudades / pero nadie se resigna a no pasear por la calle".

Los que no echaban el freno, si no que incendiaban el motor en 1979 eran Leño, cargándolo de lluvia ácida y urbanismo salvaje: "Es una mierda este Madrid / que ni las ratas pueden vivir / Queremos una central / que nos suministre / energía para destruir / la mucha vegetación / que nos estorba / y no, no podemos construir". Un año antes, sin dar nombres de ciudad, Asfalto, adalides del rock urbano más progresivo, definían a un autómata alienado en Ser urbano: "Un nuevo y extraño ser / ha nacido en la ciudad, / es el hijo de un camión / y de una acacia. / Se confunde su color / con el humo del tráfico, / se para extasiado y feliz / por el ruido".

Cierro este atropellado repaso (¡¡¡con tanto coche!!!) a la lírica musical de la anti-polución urbana con más vistas al pasado. Año 1973, gran disco de Cecilia (Cecilia 2, no me resisto a dejar de recomendar Me quedaré soltera) y la desolación en Mi ciudad: "Mi ciudad la hicieron de cristal y cemento / Arrancan flores y plantan faroles / Ensanchan calles / Asfaltan valles / Mi ciudad la hicieron de ruidos y olores / Son horizontes de rascacielos / Nubes de humo negro / Anuncios de colores".

Enlazamos la contaminación acústica que se apodera del final de la canción de Cecilia con el sonido del tráfico previo a los primeros acordes de Apeman. Me despido con la cromática ironía, la retranca y los dejes caribeños de este tema de 1970 de Ray Davies (por cierto, es vegetariano) y sus Kinks. En este caso, Davies se siente como un mono enjaulado y quiere huir, entre otras cosas, de la incontrolable y contaminada vida urbana.

Joaquín Sabina, durante una actuación en la plaza de Las Ventas de Madrid, en junio de 2010
Joaquín Sabina, durante una actuación en la plaza de Las Ventas de Madrid, en junio de 2010SAMUEL SÁNCHEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_